
El coronel Aprígio Ramalho, vicepresidente de la Asociação 25 de Abril.
Steven Forti / Profesor del Instituto de História Contemporânea de la Universidade Nova de Lisboa.
¿Qué cambió en Portugal con la Revolución de los Claveles?
La sociedad portuguesa sufrió una transformación absolutamente radical y total respecto a la forma de vivir, a la mentalidad, a las perspectivas y a las expectativas de las personas, a su consciencia de ciudadanía. La sociedad portuguesa no tiene nada que ver con lo que era antes de 1974.
¿Cuánto pesó en todo esto el Proceso Revolucionario En Curso (PREC)?
Lo que pasó después del 25 de Abril fue condicionado por la dinámica popular a través de las más variadas organizaciones políticas. Portugal se convirtió en un auténtico laboratorio internacional de las más diversas experiencias y utopías. Con todas sus convulsiones, el PREC consiguió llegar a la concretización de lo que fue una promesa del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA): devolver al pueblo portugués el poder a través de sus representantes sociales legítimos en una sociedad democrática donde todas las opiniones y las ideas pudiesen ser expresadas y pudiesen confrontarse. Y esto se concretó en las diferentes elecciones y en la nueva Constitución portuguesa de 1976, que sigue siendo considerada una de las más progresistas de Europa.
¿Ahora cuál es la situación?
En los últimos años hubo un retroceso notable de las conquistas de 1974. Con la intervención de la Troika en Portugal son evidentes los recortes en todos los sectores, sobre todo en la educación y la salud. Se han acumulado dos cosas extremadamente negativas: el crecimiento del paro y la reducción drástica de apoyos sociales. El desempleo juvenil está por las nubes y también muchas personas de 40 o 50 años han perdido el trabajo. Y es muy difícil que consigan encontrar un nuevo empleo. Al principio muchas de estas personas consiguieron aguantar gracias a las pensiones y a los ahorros de las familias, que funcionaron como colchones sociales. El problema es que con el agravamiento de la crisis y con las medidas criminales tomadas por el actual Gobierno con los recortes, sobre todo en pensiones y en prestaciones sociales, las familias han perdido la posibilidad de ser un pequeño colchón social. Hoy estamos en una situación en que muchas familias no tienen nadie con un empleo y los más básicos apoyos sociales. Estas personas se encuentran en una situación de indigencia que el Estado y la sociedad portuguesa tienen la obligación de compensar en términos de solidaridad. Y esto no está pasando. ¡Es algo dramático! No puedo aceptar que en mi país haya personas que no tengan lo mínimo indispensable para vivir y para mantener a su familia.
El baluarte constitucional
¿La Constitución portuguesa de 1976 no debería ser un baluarte delante de todo esto?
La Constitución ya sufrió algunas revisiones. En los años ochenta y noventa hubo unos cambios que fueron fruto de acuerdos políticos, pero la matriz fundadora de sus principios y sus valores democráticos se mantiene intacta. Ahora son solo las fuerzas más conservadoras las que quieren poner en cuestión y subvertir la Constitución de 1976. De hecho, cuando han intentado -sobre todo recientemente- sobrepasar los límites de la Constitución, se han enfrentado a la oposición del Tribunal Constitucional. Es evidente que para la aplicación de las medidas neoliberales la Constitución portuguesa es un obstáculo.

Numerosos murales sirvieron para recordar la recuperación de la democracia en Portugal.
¿Los portugueses se sienten representados por esta Constitución y por los valores de la Revolución?
Absolutamente. Un ejemplo es la participación masiva que hubo en las manifestaciones y actividades organizadas para la celebración de los cuarenta años de la Revolución. Lo que quisimos hacer desde la Associação 25 de Abril fue convertir esa fecha no solo en una fiesta y en una conmemoración, sino también en un día de lucha para la defensa de los ideales y de los valores de la Revolución. Fue importante ver la respuesta muy positiva de la sociedad.
¿Qué falta ahora respecto a hace cuarenta años?
Lo que más falta hoy en día es ética en la política. Una ética de servicio público, para la ciudadanía, para la gente.
Y ustedes que son los protagonistas y los testigos de la Revolución, ¿qué pueden hacer?
Lo que hemos intentando hacer en estas cuatro décadas: que las personas reaccionen a las amenazas y a los ataques que estamos sufriendo, que no se dejen vencer, que no bajen los brazos. Estimular a la sociedad portuguesa para que participe y se movilice para defender lo que considera más importante para el futuro de sus hijos y para rechazar las políticas neoliberales. Esta es nuestra intervención, la única posible en democracia. La otra sería volver a tomar las armas, pero estamos en un ambiente completamente diferente al de 1974 y no hay perspectivas para imaginar algo similar a lo que pasó el 25 de Abril. No tendría sentido. Ahora bien, continuamos alerta.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº34, SEPTIEMBRE DE 2014
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