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Atlántica XXII

El pequeño Versalles de El Pito (Cudillero) sigue sin abrir

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El pequeño Versalles de El Pito (Cudillero) sigue sin abrir

La entrada principal de la Quinta de los Selgas en Cudillero sigue sin abrir. Foto/ Vicente D. Peñas.

Las puertas de la Quinta de los Selgas en Cudillero siguen sin abrirse. Foto / Vicente D. Peñas.

A estas alturas del año, cuando está a punto de iniciarse un nuevo verano, todavía no se sabe si va a abrir sus puertas la Quinta de los Selgas de El Pito, el pequeño Versalles de Cudillero. Desde la fundación que lo rige ni siquiera se da noticia de si se va a celebrar como siempre la festividad de su patrono, San Juan, ni de si se va a hacer algún tipo de actividad cultural o se van a poder visitar sus jardines, que permanecen inaccesibles al público, generando una desagradable sensación de coto privado en una institución en la que también están presentes la Iglesia asturiana, el Gobierno del Principado y la Universidad de Oviedo. Su funcionamiento es cada vez más cuestionado, tal y como recogió el periodista Luis Feás Costilla en el reportaje publicado en el número 23 de ATLÁNTICA XXII, correspondiente al mes de noviembre de 2012, y que reproducimos a continuación.

La Quinta de los Selgas, jardín cerrado

Quienes acudieron el pasado verano a visitar la magnífica exposición de los bodegones de Luis Meléndez organizada por el Museo del Prado en la Quinta de los Selgas de El Pito (Cudillero) se encontraron con una doble sorpresa: por un lado, un fastuoso palacio neoclasicista y unos espléndidos jardines, que llevaban cerrados al público desde 2008. Por otro, una desagradable sensación de territorio privado, concretada en unas condiciones leoninas de acceso que no se exigen en los mejores museos del mundo y han generado malestar y algunas protestas.

Las quejas las expresaron, mediante sendas cartas al director dirigidas a los medios de comunicación asturianos, la decoradora Fifi Mones Casanova y el experto en patrimonio Víctor Fernández Salinas. La empresaria gijonesa realizó su visita el 21 de agosto junto a su hermana, profesional especializada en restauración, y su cuñado. Después de tener que depositar sus bolsos en unas taquillas habilitadas para ello, fueron conminados, una vez dentro, a no tomar notas con un bolígrafo, pues, según los empleados del lugar, eso infringía las normas de seguridad. Tras acosarles, fueron expulsados del recinto de malas maneras, aunque se les devolvieron los 9 euros que costaba la entrada. Por su parte, Fernández Salinas, que visitó la Quinta el 29 de agosto, denunció las condiciones “casi policiales” en las que se realizaba la visita. Además de tener que dejarlo todo (bolso, cámaras, etc.) en el momento de comprar las entradas, una de las personas que iban con él fue obligada a borrar a un par de fotografías obtenidas en los jardines del palacio con un teléfono móvil.

Para el experto en patrimonio, todo el mundo sabe que nunca se debe utilizar el flash en los lugares sensibles, y que tampoco es conveniente permitir fotografías de objetos que puedan resultar peligrosas para su seguridad, pero impedir fotografías en los jardines “resulta simplemente ridículo, y aún más los métodos para impedirlo”. Al salir del recinto, no sabía si había estado en una institución cultural o “en una especie de cárcel del patrimonio” en la que “a los ciudadanos se nos trataba continuamente como presuntos malhechores provistos de la peor de las intenciones: hacer fotos o simplemente tomar apuntes. Si la Fundación Selgas-Fagalde cree que está haciendo una labor a favor de difundir el patrimonio con iniciativas como las del pasado verano se halla muy equivocada”. Una percepción especialmente grave cuando proviene de una persona acostumbrada a toda suerte de vicisitudes en las visitas a bienes culturales y que además es presidente del Comité Internacional de Itinerarios Culturales del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS). La fundación que gestiona la Quinta puede estar convirtiendo en exclusivo un patrimonio que, si no público, en definitiva es de todos.

Una gran fortuna

La Quinta de los Selgas, con su palacio, dependencias y jardines, declarados los más importantes de España por la Fundación Amigos del Botánico, fue creada por los hermanos Ezequiel y Fortunato Selgas Albuerne, oriundos del lugar. Al decir de Fermín Canella, Ezequiel (1828-1909) “supo adquirir en Madrid, sobre la base de la fortuna de sus padres, crecido caudal fruto de un trabajo incesante y de su feliz disposición para los negocios”. Trasladado a la capital desde los veinticuatro años, su habilidad en las inversiones en bolsa hizo que adquiriera buena amistad con los marqueses de Urquijo, Salamanca y Remisa y otras personalidades de la corte, con los que participó en importantes negocios como el ensanche de Madrid, en el barrio de Salamanca, lo que le posibilitó reunir, en poco tiempo, una gran fortuna, gracias a la cual viajaba con frecuencia a París. Eso le hizo plantearse la remodelación de la finca familiar y la edificación del palacio.

Tomó a su cargo a su hermano Fortunato cuando éste tenía trece años, para que se pudiera formar lo mejor y más ampliamente posible. Fortunato Selgas (1839-1921) se convirtió en un erudito, especialmente en Bellas Artes y Arqueología. Perteneció a la Academia de Bellas Artes de San Fernando y a la de Ciencias Históricas de Toledo. Fue un notable publicista, arqueólogo e historiador. Entre sus hallazgos cabe destacar los del ara de Cornellana, recolocada en el parque de la Quinta, y el altar y cancel de la basílica de Santianes de Pravia erigida por el rey Silo, hoy en la cripta de la iglesia de Jesús Nazareno, donde reposan los restos de la familia, frente al palacio. A él se debe también la restauración de la iglesia de San Julián de los Prados de Oviedo.

Jardín francés de la Quinta de los Selgas. Foto / Vicente D. Peñas.

Jardín francés de la Quinta de los Selgas. Foto / Vicente D. Peñas.

Ambos hermanos edificaron la Quinta, que se construyó entre 1880 y 1895 en la finca heredada de sus padres y en los terrenos adquiridos posteriormente por ellos, en los que también construyeron la iglesia de Jesús Nazareno y la casa rectoral (hoy casa-cuartel de la Guardia Civil) y las Escuelas Selgas, luego convertidas en Instituto de Enseñanza Secundaria. Intervino como arquitecto Vicente Lampérez, quien al parecer no tuvo inconveniente en firmar el proyecto redactado y trazado por Fortunato, el cual también se ocupó de elegir parqués, tallas de las chimeneas y hasta el más mínimo detalle de las dependencias. Para ello fueron contratados prestigiosos profesionales venecianos, franceses y belgas. Los techos están decorados por renombrados artistas de la época como Casto Plasencia y Manuel Domínguez, ligados a la cercana Colonia de Artistas de Muros. Fortunato y Ezequiel también encargaron a los más acreditados marchantes de Europa la adquisición de cuadros y obras de arte, que llenaron el palacio junto a joyas, cristalerías, bargueños, tapices, raras ediciones de libros y muebles de diverso estilo.

Cerca del palacio se hallan otras dependencias como el Pabellón de Tapices o el Pabellón de Invitados, levantado por los hijos de Fortunato en los años cincuenta, así como la casa familiar, que alberga el Museo Escolar, procedente de las Escuelas Selgas, consideradas modélicas porque disponían de los más modernos medios educativos de la época. No obstante, lo más importante del conjunto siguen siendo los jardines, diseñados por Grandpont, discípulo de Le Notre y el jardinero más famoso de Francia por aquel entonces, y Rigoreau, jardinero educado en Versalles, que terminó estableciéndose en las proximidades de la Quinta, donde aún residen sus descendientes. Además de árboles exóticos, en el jardín francés hay parterres y esculturas y en el inglés grutas, cascadas y un lago con su templete, desde el que se ha visto dar discursos a Mario Conde.

Patronos públicos y privados

Ezequiel se casó y no tuvo descendencia. Por su parte, Fortunato contrajo matrimonio con María Marín Gisbert y tuvieron tres hijos, José, fallecido muy pronto, y Ezequiel y Juan Selgas Marín, fallecidos en 1958 y 1959, respectivamente. Éstos se casaron con las hermanas Carmen (1896-1992) y Manuela (1907-1991) Fagalde Herce. Al no dejar descendencia, los bienes de la familia pasaron a ser administrados, tal y como quedó dispuesto en testamento, por la Fundación Selgas-Fagalde, con sede en Madrid y presidida desde su creación en 1991 por el albacea testamentario, el abogado Gregorio Peña Varona. El patronato de la fundación está integrado por quince personas: nueve representan a la familia y el resto, dos cada una, a la Iglesia asturiana, el Gobierno del Principado y la Universidad de Oviedo, que son miembros natos.

Prueba del hermetismo que rodea a esta fundación han sido las dificultades que ha tenido esta revista para averiguar la identidad y la procedencia de los representantes de la familia. Aparte de su presidente, el ya citado Gregorio Peña Varona,abogado, socio director del bufete Peña y Asociados, consejero-fundador del diario El Mundo, vicepresidente de El Economista y uno de los principales accionistas de Bodegas y Viñedos Montecastro S.L., de la que Alfonso de Salas es Presidente y Pedro J. Ramírez socio, están el secretario general, Rafael García-Ormaechea Romeo, miembro del Instituto Valencia de Don Juan, director general en un anterior Gobierno socialista a propuesta del ministro de Relaciones con las Cortes Virgilio Zapatero, y la gerente, María Junco. Son miembros del patronato el notario y registrador de la propiedad excedente Antonio Fernández-Golfin y los empresarios José Luis López Lacuesta, Javier Lapuerta y Manuel García Prendes-Pando, fallecido en 2010. También está el crítico y catedrático de historia del arte Francisco Calvo Serraller, quien ha sido el responsable de las diferentes jornadas sobre museos o propiedad y sustracción de obras de arte que se han celebrado allí, con escasa participación de público.

Ya son muchas las voces que consideran que el palacio debería ser accesible todo el año y con un horario regular. Foto / Vicente D. Peñas.

Ya son muchas las voces que consideran que el palacio debería ser accesible todo el año y con un horario regular. Foto / Vicente D. Peñas.

El patronato suele hacer dos reuniones al año y en general las decisiones se suelen tomar por unanimidad, salvo en una ocasión en que los patronos privados quisieron asignarse por su trabajo un sueldo elevado, algo a lo que se opusieron los patronos públicos. El presupuesto anual de la fundación ronda el millón cuatrocientos mil euros, dedicados fundamentalmente a la encomienda principal de los fundadores, como es la conservación de la Quinta y el mantenimiento del jardín. Los últimos cuatro años se han dedicado también a la reconstrucción del Pabellón de Tapices, que era el único edificio que quedaba por mejorar, lo que motivó el cierre al público del recinto, creando preocupación entre sus trabajadores. Como reconoce el propio presidente, la colección no destaca por ser importante desde el punto de vista pictórico o escultórico, sino porque es muy variada, ya que más que una colección se trata de los elementos decorativos que tenía la familia Selgas en su residencia. Entre los cuadros conservados destacan Aníbal cruzando los Alpes, primera obra documentada de Francisco de Goya, hoy cedida al Museo del Prado, y La Asunción de la Virgen de El Greco, robada en 1936 y recuperada en Estados Unidos en 1975. La biblioteca, bastante importante, está toda catalogada y estudiada gracias a la colaboración de la Universidad de Oviedo.

Opacidad o transparencia

La Quinta recibía hasta su cierre en 2008 unas veinticuatro mil visitas al año, que probablemente se hayan incrementado este verano con la exposición de los bodegones de Luis Meléndez, posible gracias a las buenas relaciones que la Fundación Selgas-Fagalde tiene con el Museo del Prado. Desde la fundación insisten en que “las visitas nos cuestan dinero”, pero ya empiezan a ser muchas las voces que consideran que el palacio debería alcanzar la categoría de bien de interés cultural y ser accesible todo el año y con un horario regular. Se habla también de distanciamiento con su entorno y una cierta opacidad en la gestión, poniendo como ejemplo la dilación en la publicación de la historia de la familia Selgas-Fagalde, un trabajo “de varios años, al menos veinte”, debido probablemente a la existencia de varios detalles escabrosos que no se quieren desvelar.

De otra opinión es el ex diputado socialista Francisco González, que fue miembro del patronato de la fundación como alcalde de Cudillero durante veinte años, a lo largo de los cuales no vio “nada que no fuera trasparente”. Según piensa, a la fundación “no se le puede pedir más”, porque el fallo no es suyo, sino de las instituciones asturianas, debido a que “Asturias se vuelca poco”. Y pone como ejemplo la fallida iniciativa de crear en los alrededores del palacio un Parador Nacional de nueva planta, que él mismo hizo llegar a los responsables del primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y que no tuvo la más mínima acogida.

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