
Marta Penalva en el hospital londinense en el que trabaja. Foto / Rita Álvarez Tudela.
Hubo una época en la que los estudiantes de enfermería españoles, mayormente mujeres, recibían ofertas cuando aún no habían terminado los estudios. Los profesores también les garantizaban trabajo seguro el primer día de clase. Sin embargo, estamos en otra época, en la que estas enfermeras no tienen más remedio que hacer las maletas y emigrar para poder trabajar.
Rita Álvarez Tudela / Periodista (Londres).
Estamos cansados de oírlo, forman parte de la generación mejor preparada, pero un buen día se cansan de esperar oportunidades que no llegan y tienen que irse. Los hospitales británicos las necesitan, están escasos de enfermeras y raro es el día en el que no se ve una oferta de trabajo para este sector, bien sea para sus hospitales públicos o para los privados, contratados a través de agencias.
Marta Penalva tiene 25 años y ya lleva tres trabajando en un hospital en Londres. Antes lo hacía en un hospital de Mataró, donde cerraron dos plantas y no le renovaron el contrato. Así que en 2012 decidió probar suerte y venir a Reino Unido a aprender inglés, trabajando primero en un restaurante y después como auxiliar de enfermería, hasta que el pasado febrero empezó en el departamento de oncología de un hospital.
Penalva tiene ahora contrato permanente, cobra unas 2.000 libras al mes y trabaja 37,5 horas a la semana. “El sueldo que tengo aquí me da para ahorrar y para vivir bien”, cuenta la joven. Los turnos son diferentes a España, trabajan una media de tres días a la semana unas 12 horas y después descansan cuatro, lo que permite a muchos viajar a España con frecuencia o hacer escapadas por Europa.
El miedo a las denuncias
“El ambiente es muy diferente, se echa de menos el trabajo en equipo, las bromas que nos hacemos los compañeros en España”, lamenta Penalva, quien se queja de la cantidad de documentación que tiene que cumplimentar para cada paciente que atiende con el fin de que el hospital se “cubra las espaldas” ante cualquier tipo de responsabilidad. Este hecho provoca que las enfermeras aquí solo estén a cargo de tres o cuatro pacientes, frente a los doce o catorce que muchos solían atender en España.
“Tenemos que hacer cursillos para todo, hasta para poder sacar sangre, a veces llega a ser ridículo porque en España aprendemos a hacerlo desde el primer año, pero aquí es totalmente diferente”, cuenta Penalva. Sin embargo ve también una parte buena en ello: en muchas ocasiones los hospitales o centros sanitarios pagan la formación superior con másteres o especialidades de sus enfermeros, que hacen a tiempo parcial una o dos veces por semana.
Penalva reconoce que la presión en España es menor, apuntando a que aquí “vamos con muchísimo cuidado” y siempre tenemos “miedo de que nos vayan a denunciar” o nos quiten “el PIN”, el número de colegiación, imprescindible para poder trabajar en Reino Unido.
Esta joven cree que los enfermeros españoles tienen una formación superior a la de los ingleses, más supeditados a los médicos. En España tienen más conocimiento de técnicas, suministro de medicación y cuidados. Penalva explica que en su planta la mayoría proceden de España, Portugal o Filipinas.
“El problema es que no veo solución a la situación en España. No lo veo fácil. Nos hemos acostumbrado a los contratos de mierda y a que la gente con 26 años se vea obligada a vivir con sus padres”, lamenta Penalva.
Actualmente hay 4.982 enfermeros españoles trabajando en Reino Unido, de un total de 684.904 personas registradas en el sistema sanitario. En el año 2013, el mayor número de nuevos enfermeros de la Unión Europea se registró en España, con casi 2.000 personas, seguido de Portugal con 1.300.
“El hecho de que nuestros responsables estén tomando aviones para ir alrededor del mundo y encontrar a personal de enfermería muestra la urgencia de la situación”, explica a ATLÁNTICA XXII el director ejecutivo del Real Colegio de Enfermeras (RCN, en sus siglas en inglés), Peter Carter, quien reconoce que la atención sanitaria del Reino Unido se basa “en el trabajo duro y la dedicación de muchas enfermeras que se formaron en el extranjero, quienes han ayudado a construir y sostener el Sistema Sanitario Público” (NHS en sus siglas en inglés).

Isabel Ranz, enfermera madrileña en Londres. Foto / Rita Álvarez Tudela.
Salud y negocio
Otra enfermera española trabajando en Londres es Isabel Ranz, quien lamenta que en España se haya “abusado de la Sanidad” y que ahora ésta esté controlada por hombres de negocios y no por médicos. “Trabajamos con personas y si siguen recortando para hacerlo más rentable no sé adónde vamos a llegar”, dice.
“Me gustaría intentar volver a España, pero me encanta lo que hago y sé que si vuelvo solo podré hacer dos horas en un hospital y que tendré que trabajar en una tienda o en un hotel para poder llegar a fin de mes”, asume Ranz, quien reconoce que Londres es temporal porque “no quiere compartir piso toda la vida” y no se ve “echando raíces aquí”.
Ahora mismo Ranz todavía contempla unos cuantos años más en su situación actual, pero advierte a los que tengan en mente cambiar de aires que Londres puede llegar a ser una locura, compartiendo casa con 12 personas y sin salón, pagando unos 600 euros de alquiler y tardando casi dos horas en el transporte público para llegar al trabajo.
Pero no todo son inconvenientes. “No se come tan mal como nos dicen, se puede seguir una dieta mediterránea, pero hay cosas que son carísimas, como el pescado”, cuenta Ranz. “Aquí nunca te aburres, hay muchas cosas que hacer, como musicales, teatro y semanas temáticas de todo lo que te puedas imaginar”, explica esta joven madrileña.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 36, ENERO DE 2015
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