Cultures
Filmoteca de Asturias, veinte años de quijotada cinematográfica

Juan Bonifacio Lorenzo fue cesado este verano. Estaba al frente de la Filmoteca desde su fundación. Foto / Pablo Lorenzana.
El cese de Juan Bonifacio Lorenzo pone fin a una institución creada por el Gobierno de Sergio Marqués, suprimida por Francisco Álvarez-Cascos y mantenida en un extraño limbo jurídico desde entonces, sin presupuesto ni personal de apoyo, a pesar de las peculiares estrategias de supervivencia puestas en marcha por su director.
Chus Neira / Periodista.
Las filmotecas, al menos la de Asturias, no son para el verano. Fue en agosto de 2011 cuando un decreto del Gobierno de Francisco Álvarez-Cascos suprimió la institución e integró sus funciones en la Agencia de Museos y Acción Cultural. Cinco años más tarde, el pasado viernes 5 de agosto, el hasta ahora director de la institución, Juan Bonifacio Lorenzo (Gijón, 1950), entraba en una reunión con el viceconsejero de Cultura, Vicente Domínguez, y salía una hora y cuarto más tarde con el anuncio del fin de su contrato con la Administración. Aunque fuentes del Principado matizan que técnicamente la salida de Juan Bonifacio Lorenzo habría que definirla no como cese, sino como “la amortización de una plaza”, dada la edad del trabajador y su condición especial al tener un “contrato de relación especial laboral de personal de alta dirección”, e insisten en desvincular de Cultura la decisión última, al tratarse de un asunto de personal, gestionado por Función Pública, la realidad es que el actual equipo de Cultura ha decidido cortar por lo sano en un asunto raro y peliagudo ante el que los anteriores responsables de la Consejería miraron para otro lado o tomaron soluciones intermedias.
La singularidad y las rarezas de la Filmoteca de Asturias eran muchas, pero casi todas orbitaban en torno a la personalidad de su director, que también fue el ideólogo de la institución y con cuya salida desaparece este órgano, sin recambio posible ya que ninguno de los Ejecutivos autonómicos desarrollaron una Filmoteca de Asturias en la forma en que lo hicieron otras Comunidades Autónomas. A pesar de sus casi veinte años de funcionamiento, la Filmoteca de Asturias nunca tuvo un reglamento, una estructura definida, un presupuesto, trabajadores estables adscritos al servicio más allá de su director y ni siquiera una sede fija. Confinado en la primera planta del edificio de la Biblioteca de Asturias, con la institución suprimida por un decreto de hace cinco años y sin presupuesto, Juan Bonifacio Lorenzo podía intuir al otro lado del cristal la suerte de la Filmoteca contemplando el despacho vacío del director del Archivo de la Música de Asturias. Con el fallecimiento de su titular, Juan Bosco Gutiérrez, en noviembre de 2011, el Principado también amortizó entonces la plaza e hizo desaparecer el servicio.
El decreto por el que se creó la Filmoteca de Asturias, el 15 de febrero de 1996, establecía como tareas la “investigación, recuperación y custodia del patrimonio cinematográfico y videográfico” de Asturias y sumaba la idea de “fomentar y coordinar las actividades que se lleven a cabo en el Principado en el ámbito de sus competencias”. “Se pondrá al frente un director y se adscribirá el personal que Cultura considere necesario para el mejor cumplimiento de sus fines”, añadía el texto. Sin embargo, la Filmoteca nunca llegó a tener una estructura de personal ni un presupuesto estable.
Mucho antes de que el Gobierno de Sergio Marqués creara la Filmoteca, Juan Bonifacio Lorenzo ya había lanzado la idea. Hijo de un abogado de Somió aficionado al cine que realizaba proyecciones en casa para sus hijos y sus amigos, Lorenzo mantiene que tuvo clara su vocación desde los tres años y aquellas primeras sesiones sabatinas. Sumaba, además, vínculos artísticos con el cine por parte de madre y un lejano parentesco con Jacinto Benavente. Con esos antecedentes, ‘Boni’ debutó en el cine a la vez, cuenta, que Gonzalo Suárez, en 1966, hace ahora cincuenta años, con dos cortometrajes, La fuga y Resistencia. Esos trabajos serían, de hecho, los que le permitirían conocer al año siguiente a Carlos Fernández Cuenca, creador de la Filmoteca Nacional.
Con esa trayectoria, la idea de una Filmoteca para Asturias la puso encima de la mesa del primer consejero de Cultura, Atanasio Corte Zapico, y su director general, Paco García, en 1979, en el contexto de las primeras reuniones de la Consejería con el sector cinematográfico asturiano, en las que Juan Bonifacio asistió por parte de Adeca, la Asamblea de Cineastas Asturianos. Aquel “plan de desarrollo de la cinematografía” en Asturias, cuya autoría se atribuye principalmente Juan Bonifacio Lorenzo, incluía la creación de una Filmoteca, un sistema de producción cinematográfica y una Escuela de Cine. La permanente del Consejo Regional aprobó el 30 de junio de 1980 el documento relativo a Cultura, “Datos e informes para una política cultural en Asturias”, donde se incluían las propuestas del ámbito cinematográfico. A la vuelta del verano cesan a Atanasio Corte Zapico y Lorenzo inicia “una lucha histórica para que se reconozca lo acordado” ante el desdén, denuncia, de los nuevos responsables de la política cultural en Asturias. De aquellos años guarda el recuerdo de todo tipo de confabulaciones: “Me quisieron dar en la línea de flotación. Hubo una crisis en la asociación, en Adeca. Era gente servil dispuesta a rendirse para sacar algo, gente que enchufaron en el Festival de Cine de Gijón. Y se callaron. Por eso fundamos la revista de combate Asturcinema, para concienciar de que queríamos hacer cine y de que la Filmoteca era necesaria”.
Desde su revista, Juan Bonifacio siguió con investigaciones históricas, colaboró con distintas publicaciones, escribió el libro Asturias y el cine (1984) y trató de avanzar trabajo “a la espera de que viniera alguien con cabeza para poner en marcha la Filmoteca”. Tardó más de quince años, con enfrentamientos públicos por la creación de la Biblioteca de Asturias con unas funciones que, según Juan Bonifacio Lorenzo, no le correspondían, relacionadas con la custodia de archivos fílmicos. De aquellos polvos, sostiene, vienen los lodos de una rivalidad abierta frente a los bibliotecarios, a los que acusa de querer anexionarse espacio y funciones que no les son propias y para las que no están capacitados.
“Soy inviolable”
En todo caso, llega el Gobierno de Marqués y la nueva consejera de Cultura, Victoria Rodríguez, anuncia la creación de la Filmoteca en octubre de 1995. Su puesta en marcha estuvo tutelada por la directora general, Trinidad Rodríguez, siempre de acuerdo con Juan Bonifacio, quien no tiene dudas de que era la única persona capacitada para el puesto por sus conocimientos sobre la historia del cine en Asturias. “Se me podría haber nombrado a dedo, pero no se hizo, fue por concurso de méritos. En todo caso, yo estoy aquí porque tengo un currículum, por mis méritos, nunca tomé atajos; por eso soy inviolable”, razonaba en una conversación con ATLÁNTICA XXII a principios de agosto, pocos días antes de su cese.
Tras el anuncio de Victoria Rodríguez, Juan Bonifacio Lorenzo realizó, efectivamente, una asistencia técnica para demostrar la necesidad de la puesta en marcha de una Filmoteca. Se trataba de probar la existencia de un patrimonio cinematográfico que rescatar, aunque, lamenta, llegó tarde a muchos sitios, como a unas oficinas de Agricultura en la calle Uría de Oviedo donde solo le pudieron confirmar que habían tirado a la basura todas aquellas cintas “furruñosas”. Más de un año después del decreto de creación de la Filmoteca, se convocó el concurso para designar un director y en mayo de 1997 se concedió el puesto a Boni.
La Filmoteca echó a andar ese año con un presupuesto anual de 6 millones de pesetas, el máximo que tuvo en toda su historia, un solo trabajador (su director) reforzado puntualmente por un auxiliar hasta el año 2000 y una sede provisional en el último piso del edificio del Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA). Ese mismo año empieza con sus famosos ciclos, los Martes de la Filmoteca, dedicándose principalmente al cine español antiguo e introduciendo puntualmente versión original. Las programaciones de Lorenzo han sido diferentes a lo habitual de otras Filmotecas. Él asegura que eso se debe a que ha sido totalmente original y no ha copiado nunca a nadie. Sí ha resultado llamativo que utilizase formatos que no son los habituales en las Filmotecas (proyector de 35 mm. o, en la época actual de la digitalización, DCP o al menos BluRay). Es cierto que Juan Bonifacio nunca dispuso de este tipo de equipos, y también que siempre prefirió formatos más domésticos como el DVD o el VHS.

Juan Bonifacio Lorenzo organizaba ciclos a cines como el mexicano. Mario Rojas.
En la época de sus ciclos, con un público regular de unas doscientas personas, tampoco se preocupó demasiado de solicitar permisos para sus programas, como cuando recibió las quejas de una directiva de la Fox en Europa. Preguntado por estas prácticas poco ortodoxas, Lorenzo justifica los medios por el fin: “Mi método siempre fue inglés, soy como un oficial británico, eficiente. Porque lo que el ciudadano quiere es que le resuelvas los problemas. La vocación de servicio es lo más importante de los sectores públicos, y quien duda eso se acaba volviendo tóxico, no resuelves, la Administración se atasca. Marta Renedo, por ejemplo, sería lo que se quiera, pero era eficaz, arreglaba las cosas”.
El ejemplo de Renedo lo pone Juan Bonifacio encima de la mesa a los pocos días de que hayan sido publicadas sus conversaciones telefónicas con la protagonista del Caso Marea, y aprovecha la ocasión, también, para matizarlas: “Eso que ha salido se ha sacado de contexto. Yo con Renedo despachaba cada veinte días o así, por las necesidades del servicio. Ella era bastante envidiada u odiada. Pero yo me llevé bien con ella. No la había visto desde entonces, y cuando salió el Caso Marea la llamé porque pensé que había una conspiración política para hacer daño a Ana Rosa Migoya [exconsejera], que había una encerrona. Ella me dijo que había hecho una chorizada, y lo que yo le dije es que ahora vería quiénes eran sus verdaderos amigos, y que yo seguiría siendo amigo suyo si daba la cara, porque yo soy de los que prefiere perder la guerra a hacer trampas. Escaquearse es no tener clase”.
Sin teléfono y rodeado de japoneses
De vuelta a los medios técnicos de la Filmoteca de Asturias, hay que precisar que, sin una sede fija, la Filmoteca funcionó con el salón de actos “Emilio Alarcos” de la Biblioteca de Asturias, pero que allí, explica Juan Bonifacio Lorenzo, se encontró con algunas dificultades: “El problema con el primer aparato de proyección era, en mi opinión, que ya estaba usado. Yo creo que era el que utilizaba el comercial para sus demostraciones y lo que hizo Igrafo fue endosárselo a la Administración. Yo protesté porque no daba la calidad, pero me dijeron que era un tiquismiquis y que se podía ver perfectamente. En la reforma de 2005 no se me consultó tampoco y ahí lo que hicieron los de Igrafo fue vender un aparato sin servicio técnico. Un disparate”.
A partir del año 2000 el Principado traslada a Lorenzo del RIDEA a las dependencias de la Biblioteca de Asturias. Comparte espacio en ese nuevo destino con once personas. Asegura que no tenía teléfono y trabajaba con un calor que le hizo sentirse el coronel Nicholson de El puente sobre el río Kwai, rodeado de japoneses, en alusión a su enemistad con el colectivo de los bibliotecarios. En diciembre de 2001 le trasladaron al despacho dentro de la Biblioteca que ocupó hasta el final. El local no reunía, sin embargo, ninguna de las condiciones de espacio o acondicionamiento para alojar los supuestos fondos de la Filmoteca. Eso es lo que explica que todas las películas originales que la Filmoteca pudo rescatar y mandar a restaurar a Madrid, como las de Justo de la Cueva cedidas por el Ayuntamiento de Oviedo, como El gnomo de la Catedral u Oviedo, Principado de Asturias, o las de Llanes, 1917 o Avilés, 1924, se encuentren en la Filmoteca Nacional. Juan Bonifacio Lorenzo no tenía medios para conservarlas en condiciones en Asturias y las mandó fuera, en algunos casos sin el conocimiento de los propietarios del material, como el Ayuntamiento de Oviedo, que se ha enterado ahora por los periódicos de que las películas cedidas a la Filmoteca no están en Asturias.
Aunque Lorenzo hubiera querido, es triste constatar que en Asturias no existen archivos dependientes del Principado que puedan conservar este tipo de material con garantías. El único es el Museo del Pueblo de Asturias, que sí conserva material fílmico y que sí ha tenido presupuesto, recursos, sede y estructura para ir montando un archivo en torno al patrimonio cultural asturiano. Juan Bonifacio Lorenzo se muestra, no obstante, muy crítico con su labor: “El Museo del Pueblo de Asturias tiene películas porque tiene cheques y, aunque no sepan, compran. Yo les dije alguna vez que no solo hay que tener las películas, sino saber lo que se tiene. Pueden tener cosas interesantes, pero en general está mal catalogado y mal identificado”.
Aunque Juan Bonifacio Lorenzo afirma que él “no es rival de nadie” y que cree en la colaboración entre todas las instituciones, sí admite que sospecha de algún tipo de confabulación contra la Filmoteca desde el Museo del Pueblo de Asturias. “A su director”, cuenta refiriéndose a Juaco López, “Cascos lo nombra director de Patrimonio, y creo que la decisión de suprimir la Filmoteca viene porque me veía como un rival”.
Misiles y autodisciplina libertaria
Tras una época sin sobresaltos, en que la Filmoteca mantuvo algo de presupuesto, 4 millones de pesetas, logró mandar a restaurar algunas películas, siguió con los ciclos e inició una serie de documentales (Lilian de Celis, Corín Tellado, José Antonio Nieves Conde) con algunos materiales todavía hoy en fase de postproducción como los dedicados a Carlos Blanco y Florentino Soria, todos ellos realizados en colaboración de Alfonso S. Suárez, a Juan Bonifacio Lorenzo le cogió de vacaciones el decreto con el que Cascos suprimía la Filmoteca en agosto de 2011. Ya le habían quitado el poco presupuesto en el contexto de la política de austeridad y nunca recibió ninguna explicación sobre los motivos por los que se suprimió la Filmoteca ni los que llevaron a los siguientes Gobiernos autonómicos a mantener la situación. Él sigue culpando de aquello a “las élites intrigantes de los bibliotecarios” y explica que ya entonces avisó de que pensaba “defender el fuerte”. El decreto le pilló de vacaciones y al regresar a su puesto de trabajo, cuenta, los bibliotecarios le miraron “como si fuera un aparecido”. No tardó en recibir la visita de los nuevos responsables de Cultura del Gobierno de Cascos, que le anunciaron que recibiría un requerimiento administrativo para que informara de sus actividades. Él les contestó con un “se lo agradezco mucho porque empiezo a tener problemas de papel en el baño”.
Pero finalmente, en el último momento para dar “suspense” y “no facilitarles la operación”, Boni sí mandó el informe. También redactó dos documentos similares para el actual viceconsejero. “Uno el 14 de septiembre con el informe de actividades y otro al mes siguiente que es la biblia en verso, cincuenta folios”. En esos informes, Juan Bonifacio Lorenzo insiste en lo que lleva diciendo desde 2011, que sin presupuesto las actividades de la Filmoteca no cuestan un duro al Principado y que todo son éxitos. Desde la Administración autonómica, la visión es muy diferente. Sus acuerdos con Tribuna Ciudadana o con determinados canales de televisión son contemplados como actividades privadas de Lorenzo, pero no de la Filmoteca, que no existe desde 2011 y que ni siquiera tiene un logotipo oficial registrado como tal.
Para los responsables de Cultura del Gobierno de Cascos, se trataba, recuerdan ahora, de “un ente inservible, que no hacía nada, uno de esos organismos extraños en manos de una persona que no tienen resultados visibles”. Los que vinieron después, sin entrar a valorar la condición de experto en la historia de la industria cinematográfica en Asturias, que nadie pone en duda, mantienen que Juan Bonifacio Lorenzo fue más bien un programador, pero que, como institución museística o de archivo, la Filmoteca nunca llegó a existir porque la Administración nunca la desarrolló como tal y porque lo que conservaba (cintas de VHS o DVD) no reunía las características para ser considerado un patrimonio cultural de importancia.
ATLÁNTICA XXII entrevistó a Lorenzo tres días antes de que la Viceconsejería de Cultura le comunicara su despido. No obstante, la situación irregular en la que ya estaba, con la institución suprimida desde hacía cinco años, sin presupuesto y casi sin actividad oficial, llevó a preguntarle, antes de que se produjera la decisión, por un posible cese, por la extinción definitiva del organismo: “Yo haré todo lo posible para que se le restituya a la Filmoteca su decreto de creación. Como todo oficial capturado en la guerra, tengo la obligación de escaparme. Yo no puedo estar aquí flotando. Y el que me cese tiene que saber que yo tengo muchos misiles. Tengo muchos nombres y apellidos, y algunos tendrán que dar explicaciones. En todo caso, no me gusta perder el tiempo ni suplicar. Yo nunca me arrastré ante nadie y solo doy cuenta ante mi conciencia. Y mi conciencia no me riñe porque siempre hice lo mejor para el servicio. Todo eso lo he logrado gracias a mi gran autodisciplina como libertario. Solo espero que esta noche no sea eterna”.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 46, SEPTIEMBRE DE 2016

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