Afondando
Gamonal frente a la corrupción mediática: “Méndez Pozo al calabozo”

Manifestación frente a la sede del «Diario de Burgos» y de la constructora de Méndez Pozo, al que alude la pancarta. Foto / Javier Bauluz.
La rebelión de los vecinos del barrio burgalés de Gamonal no solo abortó una obra impopular. También puso de manifiesto las obscenas relaciones entre el poder político, el económico y los medios de comunicación. En esa victoria de la ciudadanía, que mostró dónde están los límites del poder, el gran derrotado fue el empresario Antonio Méndez Pozo, el constructor del bulevar previsto y dueño de una cadena de medios locales y regionales al servicio de sus negocios.
Doris Gutiérrez / Periodista (Burgos).
Antonio Miguel Méndez Pozo, constructor y empresario mediático, cuenta con un holding de empresas de 62 sociedades, de las que 12 son de comunicación. Es el único propietario de Promecal, el grupo de comunicación que gestiona en su totalidad Navarra Televisión, varias frecuencias de radio de la mano de Onda Cero y Vive Radio, una radio fórmula con presencia en las 9 provincias de Castilla-León, así como numerosas cabeceras de prensa: La Tribuna de Albacete, Diario de Ávila, Diario de Burgos, La Tribuna de Ciudad Real, La Tribuna de Cuenca, Diario Palentino, El Adelantado de Segovia, La Tribuna de Toledo y El Día de Valladolid.
Por otro lado, Méndez Pozo es propietario, a través de Promecal, del 50% de las acciones de Radio Televisión de Castilla y León. El otro 50% pertenece a Edigrup Producciones SA, del que José Luis Ulibarri Comenzana es el socio mayoritario. De forma que la televisión pública de Castilla y León es, en realidad, una empresa privada y subvencionada. Y controlada por Méndez Pozo, el primer constructor condenado por corrupción política en España por el caso de la construcción de Burgos, y Ulibarri, otro constructor, imputado en la trama Gürtel y “condenado a pagar 8,6 millones de euros más los intereses por un proyecto urbanístico en Xilxes”, según se publica en El País. PRISA, la empresa editora de El País, compartió negocios con Méndez Pozo, según reconocía el propio periódico.
La irrupción de Méndez Pozo en la Radio Televisión de Castilla y León evidencia sus conexiones con el poder político. Así, según se publica en Canal54.es “llevaba más de diez años emitiendo de forma pirata”, a través de Burgos Cable Televisión, que después pasó a llamarse Canal 4. Esa experiencia, lejos de llevarle a los tribunales, le sirvió de aval para hacerse con el contrato de la única licencia de TDT que convocó la Junta de Castilla y León en su momento. Y así hasta hoy, cuando, según el dato aportado por el departamento de prensa de la Concejalía de Hacienda de la Junta de Castilla y León, la partida asignada al Contrato Programa con Radio Televisión de Castilla y León es de 18 millones de euros para 2014. Y eso sin contar los ingresos que recibe por publicidad.

Las obras realizadas en el barrio burgalés de Gamonal, promovidas por Méndez Pozo, desataron las protestas. Foto / Doris Gutiérrez.
Diario de Burgos, más que un periódico
Este control de los medios de comunicación por parte de Méndez Pozo en Castilla y León, unido a su gran poder empresarial, le confiere una influencia incalculable. Solo en el caso de Burgos, después de 125 años de andadura, el Diario de Burgos pudo con otros proyectos periodísticos alternativos en la ciudad como Hay que saber todo lo de Burgos o La palabra. Y sigue siendo el medio de comunicación más influyente en la provincia. Según Oscar Revilla Diez, coordinador de Canal54.es desde 1993, “su peso no es total, pero casi”, y explica: “Para la gente, ya puede estar lloviendo a mares, que si el Diario de Burgos publica que hace un sol espléndido, la gente dice, bueno, a lo mejor no llueve tanto”, añadiendo que el nombre del periódico hace que, en ocasiones, se tome como un medio oficial o institucional y por tanto aumente su influencia en cuanto a la credibilidad que se le otorga.
Pero la influencia del Diario de Burgos en la ciudad va más allá. Recientemente, el diario de “El jefe”, sobrenombre con el que también se conoce a Méndez Pozo, sacó a relucir unas posibles irregularidades en la factura de teléfono del concejal del PP Eduardo Villanueva, que terminaron con su dimisión, a pesar de que no se pudo demostrar su culpabilidad. Como comenta Revilla Diez, “el Diario de Burgos funciona así, si tú no me das lo que te pido, esto es lo que te puede ocurrir. Y Méndez Pozo (a quien también se conoce como ‘el coleccionista de cargos’) abarca todo: el Hospital de Burgos, la Fundación Atapuerca, los medios de comunicación, urbanizaciones…”. Así que sus blancos tanto pueden ser funcionarios, como políticos, empresarios o, como en el caso de Gamonal, los vecinos del barrio.
Victoria de la información libre
Al menos hasta ahora, porque la rebelión del barrio burgalés de Gamonal ha supuesto una victoria sobre la corrupción urbanística y sus derroches, pero también sobre la mediática. Gamonal ha vuelto a demostrar que la ciudadanía puede obviar la influencia de los medios controlados por los grandes poderes gracias a la expansión de Internet, los medios digitales, la conexión móvil y las redes sociales.
El caso de Gamonal es paradigmático. En una primera fase, como indica Antoni Gutiérrez, asesor de comunicación y consultor político, “Diario de Burgos fue percibido como parte del problema”. Teniendo en cuenta que el diseño y la dirección de la obra del polémico bulevar habían sido adjudicadas a la empresa M. B. G. Ingeniería y Arquitectura SL, propiedad de Méndez Pozo, Diario de Burgos siempre se había mostrado a favor del proyecto. Por eso, desde el principio, la protesta de Gamonal fue cubierta por el periódico desde una óptica criminalizadora. El vecindario, perfectamente consciente de esta estrategia, cantaba en las calles “Méndez Pozo al calabozo’” o “Diario de Burgos, manipulación”. Y, en dos ocasiones, se manifestó enfrente de las oficinas de Promecal, la sede del periódico, para señalar esa conexión.
Por otro lado, cuando la noticia de los primeros disturbios de Gamonal saltaba al ámbito nacional abriendo los telediarios, lo hacía desde un punto de vista interesadamente parcial. Sirva como ejemplo el dato aportado por Antonio Maestre en un artículo publicado en La Marea, que indicaba que en el informativo de las 15 horas del día 12 de enero de TVE, de los 3 minutos y 7 segundos que duraba la información sobre Gamonal, el espacio dedicado a la versión vecinal se limitaba a 5 segundos.
Según Victor Sampedro, catedrático de Comunicación en la Universidad Rey Juan Carlos, que lleva estudiando los medios convencionales durante las últimas tres décadas, esto responde al presupuesto del que parten los medios convencionales: “Que convocar a la gente a las calles vacía de significado la democracia; por lo tanto, hacen dejación de su función fundamental, que es construir espacio público”. Y añade: “Si la gente actuase como quisiera que lo hicieran los medios convencionales, no habría sociedad civil como motor de cambio social. La prensa convencional lo que hace es desactivar las energías ciudadanas y canalizarlas única y exclusivamente hacia catálogos de compra comerciales, socialistas, electorales. ¿Por qué? Porque viven de las carteras de publicidad de las grandes industrias y de los favores políticos que les permiten expandirse en el universo multimedia, que es lo que les genera beneficios”.

La revuelta popular de Gamonal no solo denunciaba la corrupción urbanística sino también la ligada a la mediática. Foto / Doris Gutiérrez.
Pero mientras los medios convencionales hacían su papel, las personas libres de intereses intercambiaban mensajes a través de Whatsapp, blogs y redes sociales. En espacios en los que, como indica Revilla Diez, “nadie tiene más peso que nadie” y donde “se da más validez a lo que te cuenta un amigo que un tercero, sea quien sea el tercero”. Lo cierto es que, además, esos “terceros”, los medios de contrainformación de la ciudad, como Diario de Burgos, y los alternativos al Diario de Burgos, como Canal54.es, estaban multiplicando por diez sus seguidores o el tráfico a sus páginas web.
Según Antoni Gutiérrez, quien ha escrito sobre el valor de la ilusión en la comunicación política, “en Gamonal ha habido una energía compartida, mucha gente creía que podían ganar. Y cuando lo cree mucha gente y lo comparte mucha gente y hay motivación, pues al final lo ganan”.
De este modo, el 12 de enero por la noche el tema de Gamonal entraba dentro de los diez Trending Topic estatales con el hashtag #Gamonal. Y ahí permanecería de forma casi ininterrumpida hasta el día 18 de enero por la noche, a través de #GamonalResiste, #EfectoGamonal #AlcaldeBurgosEP, #ConGamonal, #Burgos, Méndez Pozo o #GruposViolentosItinerantes, el hashtag que se utilizó para contrarrestar la idea falsa transmitida por el Ministerio del Interior de que las personas que estaban provocando los disturbios de Gamonal provenían de fuera de la ciudad.
La solidaridad digital expresada en redes sociales se trasladaba a las calles de otros muchos barrios, pueblos y ciudades, que salieron a manifestarse para mostrar su apoyo a Gamonal. De manera que se trascendió al clickactivisim o sofactivism, conceptos que describen ese activismo que se puede hacer desde el sofá, clickando un ‘Me gusta’ en Facebook o firmando una petición online. La solidaridad fue real y física. Ni los medios de comunicación convencionales, con su manipulación de la información, ni las mentiras procedentes de las instituciones públicas convencieron a la ciudadanía.
Según Victor Sampedro, “en el caso de Gamonal, lo que no se ha dicho es que, quizás por primera vez, se ha desmantelado la conexión tóxica entre las élites políticas y las élites mediáticas locales”. En palabras de Antoni Gutiérrez, “Gamonal es una demostración de los límites del poder. Político y mediático”. Y añade: “El poder se mueve en unas lógicas horarias que no tienen que ver con las lógicas de la gente. El poder es de 9 a 7 y las cosas que pasan, pasan después de las 7. La gente se mueve en una frecuencia de onda y de horas que no coincide con la del poder”.
Así que será por eso que, como dice Manuel Castells, sociólogo experto en movimientos sociales, “si los políticos pudieran suprimir Internet, lo harían, pero ya es muy tarde”.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 31, MARZO DE 2014

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