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Atlántica XXII

Gijón, la resaca de la cultura

Cultures

Gijón, la resaca de la cultura

El festival LEV está muy consolidado entre las actividades culturales de Gijón. Foto / POL.

El festival LEV está muy consolidado entre las actividades culturales de Gijón. Foto / POL.

Gijón contempla, desorientada y perpleja, la crisis del modelo de política cultural desplegado por el PSOE durante 32 años y la ausencia de nuevas estrategias desde el Gobierno de Foro Asturias, mientras los pequeños locales privados cogen músculo y tratan de recomponer la escena.

Chus Neira / Periodista.

El pasado 23 de febrero el local de La Münster en Gijón acogía una asamblea ciudadana para debatir el uso que se dará a la antigua Tabacalera, en el barrio de Cimadevilla, un equipamiento que cuenta ya con un proyecto municipal en el que convivirían un espacio museístico vinculado a la ciudad y una espacio de creación consensuado con las industrias locales del sector. La convocatoria tuvo éxito en términos cuantitativos, unas 80 personas y tres horas de debate. Más allá, el desarrollo de la asamblea y los puntos de vista allí expresados, contemplados con cierta distancia, sirven para trazar una rápida radiografía del estado de la cultura en Gijón.

Para tratarse de una reunión “desde abajo”, de una vía alternativa, la introducción teórica al debate corrió a cargo de Pilar Lafita, funcionaria del Ayuntamiento que estuvo al frente de la Fundación Municipal de Cultura durante los años de gobierno socialista. Es decir, una voz de la política cultural hegemónica en la ciudad. Por otra parte, hubo una gran disparidad de puntos de vista a la hora de enfocar el nuevo equipamiento, desde los espacios autogestionados y libres de la intervención municipal, en la línea de las ideas expuestas por el músico Pablo Und Destruktion, a las intervenciones de los vecinos de Cimadevilla alertando de las carencias del barrio en servicios básicos, sean éstos una piscina o un Alimerka, para tratar de incorporarlas al proyecto; y pasando, también, por puntos de vista como el del comisario de arte y programador Alfredo Aracil, que trataban de establecer un equilibrio entre lo que sería un espacio público gestionado desde el ámbito municipal y el necesario proceso de participación con los creadores.

A la vista del interés y los matices en el futuro de un equipamiento de estas características, lo primero que se pude concluir es que la vida cultural en Gijón no está, desde luego, muerta. Aunque sí algo desorientada, en proceso de cambio. Una crisis a la que se llega después de una política cultural muy intensa durante los años de gobierno socialista y que ha generado en determinados sectores de la ciudad un relato pesimista y nostálgico del tipo “la cultura en Gijón ya no es lo que era”.

Edificio que ocupó Tabacalera en el barrio de Cimadevilla. Foto / POL.

Edificio que ocupó Tabacalera en el barrio de Cimadevilla. Foto / POL.

El bucle melancólico

De un mito, el del esplendor de los noventa con el PSOE, al otro, el de los años negros de la cultura con Foro, hay un montón de matices y puntos de vista casi irreconciliables. Pero también un consenso generalizado en determinados aspectos que puede dar las claves. Todos los agentes culturales consultados para este reportaje, desde el anonimato o con nombres y apellidos, niegan que la supuesta crisis de la cultura esté exclusivamente relacionada con el Gobierno municipal, y suman otros factores que no son específicos de la ciudad, como pueden ser el envejecimiento o la crisis económica. También hay consenso en que los 32 años de gobierno socialista permitieron tejer una red “modélica” de equipamientos culturales de proximidad, como son los Centros Municipales Integrados, la Universidad Popular o la red de bibliotecas. Y la mayoría, aunque en este punto comienzan los matices, juzga también que los defectos de la política cultural de Foro no tienen tanto que ver con la incapacidad como con el desinterés y el continuismo. Con una salvedad importante: todo el mundo considera que el cese de José Luis Cienfuegos al frente del Festival de Cine de Gijón fue el gran error de Foro. E incluso algunos apuntan que esa decisión fue la que propició, a la larga, la construcción de ese nuevo relato del ocaso de la cultura en Gijón.

Mitos aparte, un punto de vista bastante extendido, tanto entre los más críticos como entre aquellos que niegan que Gijón sea un erial de la cultura, suma al desinterés de Foro los efectos colaterales nocivos de la etapa socialista. Una gijonesa muy vinculada a la escena artística y que en la actualidad vive lejos ciudad apunta que su impresión es que Gijón “ha entrado en una especie de letargo, aunque venía de un sueño irreal”. Alfredo Aracil también señala, junto a las grandes virtudes en cuestión de infraestructuras y equipamientos, que “la política cultural del PSOE tuvo como inesperada consecuencia la destrucción de la capacidad personal y grupal para articular proyectos sin el apoyo de las instituciones”. “ Los creadores, los programadores y los gestores –razona– se acostumbraron a vivir a la sombra de lo municipal, y la llegada de Foro al Ayuntamiento, así como los últimos años de gobierno socialista, significó el fin de ese modelo con la reducción de ayudas, subvenciones y, en general, presupuestos para cultura”. Su visión es muy similar a la del periodista Juan Carlos Gea: “Las políticas culturales socialistas”, explica, “tuvieron el acierto de engranar en un discurso determinado de ciudad, crearon algunas bases muy sólidas y fueron generosas y hasta manirrotas, crearon algunos hábitos excelentes. Pero también malos hábitos. Fueron, al fin y al cabo, políticas culturales en el peor sentido, el más instrumental y manipulador socialmente, de la palabra”.

Detenidos un instante en esta revisión crítica de la edad dorada de la cultura en Gijón, el testimonio más interesante, por haber sido protagonista de todo aquello y seguir hoy más o menos vinculado, aunque con cierta distancia, a la escena cultural, es el del bajista de Penelope Trip, filólogo y militante asturianista David Guardado. “La escena de los noventa”, cuenta, “se dio en un momento, en unas circunstancias y coincidiendo con una generación muy determinada, por lo que ni es posible ni deseable que se repita, ni mucho menos que se mantenga. Y, desde luego, su creación y su génesis no tiene nada que ver con la política cultural del Ayuntamiento”. Guardado añade, además, un elaborado análisis sobre ese mito del ocaso cultural: “Es un discurso que proviene de tres focos: el del PSOE invocando su supuesta gestión ejemplar en el pasado, el de gente joven que no estuvo allí pero que busca argumentos en el pasado para apuntalar su discurso actual y el de la gente que estamos en la cuarentena o la cincuentena y confundimos la situación de Xixón con nuestro momento biográfico. Todas las visiones son muy legítimas y tendrán parte de verdad, pero ya no tenemos veinte años, y de eso no tiene Foro la culpa. En cualquier caso las tres visiones son parte de un bucle melancólico. Como dijo una vez Boni Pérez, ni venimos de la Arcadia ni estamos en la mierda”.

Laboral y el Festival de Cine

Boni, efectivamente, piensa que sí, que hay cierto bajón, pero zanja el diagnóstico con un “no ye pa tanto”. Una visión bastante equilibrada que no lo es tanto cuando sale el asunto de la Laboral, que él contempla como “un fracaso horrible” y totalmente desconectado: “La ciudadanía de Gijón no tiene ninguna relación con esi trastu”, resume. Es cierto que el equipamiento es autonómico y no municipal, pero merece, al menos, un párrafo. Porque, de nuevo, es el ejemplo perfecto de los relatos irreconciliables en torno a la cultura y el arte. Una persona consultada para esta encuesta que conoce bien la casa por dentro insistía en las bondades de los programas de educación y mediación de Laboral Centro de Arte y en el tratamiento injusto, se quejaba, que le daban los medios locales. Pero otra artista contemporánea, buena conocedora e investigadora de estos problemas, diagnosticaba justo lo contrario: “Mientras en otros centros se apuesta por una labor educativa que refuerce la comprensión del papel del artista en la sociedad, en Laboral se ha hecho una antipedagogía de las élites culturales, que han transmitido la idea de que la gente no está preparada para entender el arte y que encima son ellos los incomprendidos. El daño ha sido enorme. Para difundir el arte en su relación con la tecnología y la ciencia hay que dar a entender también el marco general. Eso es algo que los primeros responsables del centro no quisieron ver, no era su tarea, su tarea era solo ser élite y vanguardia, o apariencia y humo”.

FETEN, el festival de teatro infantil de Gijón. Foto / POL.

FETEN, el festival de teatro infantil de Gijón. Foto / POL.

Precisamente restar elitismo y crecer en la dimensión popular fueron los argumentos con los que Foro envolvió la llegada de Nacho Carballo al Festival de Cine de Gijón. Cuatro años después del cese de Cienfuegos y con Carballo ya con un pie fuera del proyecto, el resultado parece que ha sido el opuesto. “El Gobierno municipal se ha pasado por la quilla el Festival, un motor económico para los otoños de la villa donde antes, durante diez días, se agotaban hoteles y reservas en los restaurantes del centro con visitas de toda España y hasta donde la gente de la ciudad se cogía sus vacaciones para disfrutar del Festival; ahora eso no sucede”, razona desde el anonimato uno de los agentes culturales consultados. Otros lo suscriben. El Festival de Cine peligra. No hay modelo. Su futuro es incierto. Se habla de un concurso para seleccionar un nuevo director pero muchos dudan de que esa sea la mejor fórmula.

¿Qué más errores ha cometido Foro? La etapa de Carlos Rubiera en Cultura ha estado marcada por las ocurrencias y el grandonismo. Queda un festival del Arco Atlántico donde otros hubieran preferido seguir con algo más razonable en la línea del «Xixón 5º 40’». Poco más. Las aportaciones de Foro en materia de políticas culturales se limitan a una discutida sociedad pública, Divertia, como artefacto contable donde agrupar Botánico, Jovellanos y Sociedad Mixta de Festejos. Los más críticos ven en su aparición un desplazamiento del paradigma cultural de Gijón de lo socioeducativo al ocio y el turismo.

Al final, cala y queda la idea de que el Gobierno de Carmen Moriyón no está demasiado interesado en la cultura. Esa apatía habría sido la que, según algunos encuestados, ha permitido al grupo de Xixón Sí Puede, en el contexto del Gobierno en minoría que tiene ahora Foro en Gijón, hacerse con las riendas en estos asuntos, de forma que el concejal Orlando Fernández tiene margen para negociar, incidir y modificar en estas áreas. Foro se fía, le consulta y le dejaría hacer. Xixón Sí Puede tiene la ventaja de poder mantener en esa posición un discurso crítico con la herencia de los años del PSOE.

Si dejamos a un lado estos juicios de valor y buscamos indicadores objetivos para tomar el pulso a la vida cultural de la ciudad, nos encontramos con una herramienta implantada durante los mandatos de Foro. Se llama Gijón Creativo y es un programa que pretende monitorizar, apoyar y hacer crecer las industrias creativas, ayudando a que se genere una red. En su web, se pueden ver cifras importantes que echan por tierra cualquier teoría del páramo cultural gijonés. Por poner solo tres ejemplos, aparecen 9 librerías y 14 editoriales, 11 galerías de arte y 18 empresas de consultoría cultural.

Esa es otra, las pequeñas empresas. Ahí también hay unanimidad. La ciudad está viendo rebrotar ese circuito de pequeños locales. Está lejos de ser una red, pero da calor y juego. De forma sistemática, todos los encuestados citan en primer lugar en este apartado a Toma 3 y a La Revoltosa. Y después hay variedad y gusto: Bea Villamarín, Mediadvanced, La Vida Alegre, El Arte de lo Imposible, Compango o los espacios autogestionados con programación interesante que se van consolidando en la ciudad como Espacio Local y La Caja de Músicos. Son bastantes. Y solo estamos hablando de los nuevos. En ellos está el reto de dar el salto de la democratización de la cultura, que fue el signo de los tiempos de los ochenta y noventa, muy bien desarrollado en Gijón, a la democracia cultural, que es el nuevo reto. Queda camino.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 44, MAYO DE 2016

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