Cultures
Gonzalo Tapia, director de cine: “La educación es una herramienta para fabricar técnicos sumisos”

Gonzalo Tapia acaba de estrenar su segundo largometraje. Foto / Iván Martínez.
Gonzalo Tapia (Avilés, 1963) anda estos días de vuelta a su tierra. El director de cine, nieto del periodista y escritor republicano Constantino Suárez “El Españolito”, vuelve a establecerse en Asturias tras un largo periplo Inglaterra-Madrid, y regresa con una nueva película bajo el brazo, Neckan. Protagonizada por Pablo Rivero (Cuéntame) y situada en el Tetuán de 1956, en pleno proceso de independencia de Marruecos, la cinta es un thriller de época con efectivas cargas de profundidad sobre la falsificación de la memoria y la aniquilación de las herencias intelectuales. Estrenada en Montreal el año pasado, se ha podido ver en Oviedo y ahora anda entre Chicago y Alicante. Para el último tercio del año, espera su estreno en salas comerciales.
Chus Neira / Periodista.
Estos días anda de vuelta a casa. Ha sido un viaje largo, ¿no?
Sí, nací en Avilés, pasé allí mi infancia y adolescencia y me fui a Inglaterra con 18 años. Iba a estudiar inglés y empecé a colaborar con una cooperativa de cineastas en Oxford. Era una cooperativa muy hippy en cierta manera, con mucho discurso social. Y ellos me presentaron a la escuela del sindicato inglés del cine. Era complicado entrar sin ser familiar, pero ellos me presentaron. Era una época, justo antes de Thatcher, en la que en la que estaban muy fuertes en todo lo social. Yo entré a la escuela en un mundo y cuando salí estaba en otro. El sindicato se había hundido. Hice algunas colaboraciones como ayudante y encontré trabajo en montaje de metraje, en la zona de la luz roja, en pleno Soho. Se alternaban las salas de montaje de negativo con las putas.
¿Había llegado a Inglaterra interesado ya en el cine?
Había hecho cortos en el Instituto y documentales en las fiestas con los amigos, con 18 años. Pero cuando llegué a Inglaterra no sabía qué iba a hacer con mi vida.
Algo habría en la familia.
A mi padre le gustaba mucho el súper 8, pero de ametrallamiento, ese tipo de secuencias. Pero es verdad que cuando empecé a hacer cosas con su cámara le cogí afición.
Aunque el Gonzalo Tapia cineasta nace en Londres.
Sí, en la escuela. Ahí es donde encuentras a gente como tú, un encuentro generacional. Por ejemplo, conocí a Santiago García de Leániz. A la vuelta de Londres, cuando estaba dando tumbos por Madrid, me lo encontré y montamos una productora con su novia de entonces, Icíar Bollaín. Hicimos algún documental, luego empezamos con las películas de Icíar. Yo estuve hasta Flores de otro mundo. Luego ya hice mi primer largo, Lena, que iba a rodar en San Juan de Nieva pero que tuve que hacer en Vigo.
¿No le ha pasado lo mismo con Neckan?
Sí, lo mismo. Es que es complicado. En el caso de Lena tanto la producción, que era gallega, como la TVG se entregaron. Aquí eso es más complicado.
¿Por qué?
No sé, recuerdo un texto que envié a la TPA en el que les comentaba que, si fuésemos un país un poco más patriótico, habríamos empezado poco a poco a crear estructuras pequeñas, y no a crear grandes estructuras. Si se hubiera planteado de otra forma, pensando en el largo plazo, con estructuras más creativas y rentables a largo plazo… Si hubiéramos empezado con escuelas técnicas, pequeñitas y no a lo grandón, con la idea de que venga Woody Allen y Juego de Tronos. En el cine hay que pensar que a lo mejor tienes un éxito de cada cinco, y hay que tener un plan abierto al fracaso, no entregado al fracaso, pero sí abierto. Montreal, en Canadá, tiene una escuela de documentalistas muy importante. Porque hacen documentales en las instituciones, porque tiene instituciones dedicadas a la producción de documental. Empezaron con centros pequeños y hoy tiene una de las mejores escuelas de documentalistas del mundo. En Montreal, que es un sitio como Asturias. Pero la política de aquí quiere resultados rápidos y les da igual el coste que tenga.
El progreso, la escopeta y ZP
De vuelta a Neckan, ¿de dónde salió esta historia?
Empecé a escribirla después de Lena. Me metí en otro proyecto, una comedia que no salió. Luego empecé a trabajar el proyecto con Piluca Baquero, pero Piluca se retiró y entró otro productor de funesta memoria para mí. Después retomé el proyecto con Piluca y, junto a Carles Pastor y con el apoyo de la Televisión Valenciana, la relanzamos. Neckan empezó siendo una historia que quería rodar en Luarca, un poco Sleepy Hollow y un poco Jesús Evaristo Casariego.
¿El carlista?
Sí, tiene libros curiosos. Me acuerdo de uno que encontré sobre las cosas del buen español, donde dedicaba un capítulo al arte del toreo, otro a “saber morir”… Estos personajes rancios, españoles, profundamente nacionalistas, aunque no sean de mi gusto político, me fascinan. Me atrae mucho la idea del hidalgo encerrado en su castillo de piedra. Y Neckan empezó siendo eso, un Sleepy Hollow en el que un detective progresista de finales de los años treinta se encuentra todo ese asunto, entre rancio y misterioso, con un toque Cunqueiro, que no sabes dónde acaba el mito y empieza la realidad.
Poco que ver con lo que finalmente llevó a la pantalla.
Sí, esa historia la dejé. Demasiadas connotaciones guerracivilistas, los productores no quieren oír hablar de eso. Entonces pensé en un momento misterioso y en cómo podía desencajar al personaje, situándolo en medio de un conflicto. Primero pensé en el Aaiún, luego en Guinea Ecuatorial y finalmente en Tetuán. Entonces todavía no había salido El tiempo entre costuras y teníamos que hacer siempre una entradilla para explicar que España había estado en el Norte de Marruecos. Luego nos ayudó mucho. En nuestro caso nos situamos en un momento ya de repliegue, de forma que el personaje principal, perteneciente a la oligarquía franquista, no tiene la capacidad de mover los hilos de su padre.

Gonzalo Tapia ha vuelto a Asturias este año. Foto / Iván Martínez.
Escribió el guión con Michel Gaztambide.
Sí, Michel Gaztambide es un apasionado del thriller y todo lo bueno de thriller que hay en la película es suyo.
Aunque junto al tono detectivesco, la película también tiene algo de Edipo, en el sentido del investigador que se acaba descubriendo a sí mismo.Y lo que eso supone finalmente.
Yo quería contar la historia de un personaje en un tiempo de cambio al que la realidad le saca de sus esquemas, del mundo que se ha creado. El primer Santiago, el de Luarca, acababa perdiendo los papeles porque las cosas no se realizaban como tenían que realizarse. Tenía quizá algo más de misterio, de irreal, con cosas muy raras como un caballo en llamas. Pero luego nos fuimos a Tetuán y empezamos a meternos en cosas que quería contar pero que yo todavía no sabía que las quería contar: la educación, la represión a los maestros, la masonería… Porque la masonería, en el periodo de la República, está muy ligada a las nuevas corrientes de la educación, con figuras como los ministros Fernando de los Ríos o Rodolfo Llopis.
De alguna forma todo eso enlaza con su documental sobre las misiones pedagógicas.
Es que lo de las misiones pedagógicas es parte de mi vida. En mi casa, la parte de los humillados y de los vencidos era la de mi madre, porque su padre, mi abuelo, había sido Constantino Suárez, “El Españolito”, que había sido secretario técnico de Misiones Pedagógicas. Ahí estaban muchos otros asturianos con Casona o Torner. Y todos ellos sufrieron la humillación y la represión de la España franquista. Hay una frase de Machado en boca de Mairena que dice que los políticos progresistas en España no se dan cuenta que el progreso en España es como disparar con una escopeta, que apuntas y puedes acertar, pero el retroceso te destroza el hombro. Eso fue también lo que le pasó a Zapatero.
El Partido Radical Republicano
No es una historia muy conocida la de los masones y su represión.
Es que ahora que hay un clamor con la memoria histórica, pero la memoria histórica solo se reclama del lado proletario. Y es cierto que hubo esa represión. Pero en los años treinta también hubo una represión muy potente contras las clases medias progresistas ligadas al Partido Radical Republicano. Esa fue una línea de pensamiento totalmente aniquilada y esquilmada, la más machacada en la represión ideológica. El PSOE tomó luego esa herencia, pero era otra línea política distinta. Ellos eran librepensadores, racionalistas, anticlericales y radicales en el sentido antiguo, ir a la raíz de las cosas, y querían modificar la sociedad a través de la educación pública. Todos estos intelectuales burgueses eran enemigos declarados y trataron de borrarles del mapa. Borraron sus nombres de los libros y trataron de robarles sus hijos intelectuales. Y es algo que yo he visto cómo sucedía con trabajos inéditos de mi abuelo, Constantino Suárez.
En Neckan se escucha una grabación histórica sobre la reforma de la educación que, tristemente, suena totalmente contemporánea.
Hay un discurso de Manuel Bartolomé Cossío, que fue quien llevó adelante la Institución Libre de Enseñanza tras la muerte de Francisco Giner de los Ríos. Y sí, es válido para todas las épocas. Forma parte de los discursos de la Institución Libre de Enseñanza de los Archivos de la Palabra que hizo Torner. Lo que dice ahí es que los niños no son bloques de piedra, son cosas dúctiles, a las que hay que guiar y concluye que un país no es pobre por no tener dinero para invertir en educación, sino que es pobre cuando no ve la bondad de este gasto. Eso hay que ligarlo con el concepto de la educación como una herramienta para liberar a las personas. El retroceso es evidente con la educación que tenemos ahora concebida como una herramienta para fabricar técnicos sumisos. Eso explica también cosas como la reducción de la filosofía en todos los programas.
Algo curioso, y creo que es una de las virtudes de Neckan, es su final. Un final inesperado y desesperanzado, de alguna forma.
Lo incorporé en la última versión de la historia, y aunque algunos productores nos empujaban a buscar otra solución, yo lo defendí a capa y espada. Porque representa lo que es España en este tipo de temas. Ante el conflicto y el descubrimiento del conflicto, el protagonista se va. No se aferra a un mundo desaparecido, él continúa. Y nosotros decíamos en broma que este acaba siendo el primer secretario general de la UCD. Porque en el fondo no solo da la espalda a su sangre, sino a un hecho histórico. Se lo carga a la espalda y continúa. Que es lo que históricamente ha pasado aquí después del ocaso cultural que llegó con el fin de la República. Hay que continuar viviendo. Es como aquella frase de “más se perdió en Cuba y volvían cantando”.
Se está viendo en algunos festivales. ¿Cuál será el recorrido posterior de Neckan?
Dice Pablo Rivero, el actor protagonista, que hemos tenido poca suerte. Porque nos hemos quedado a muy poco de entrar en algunos festivales importantes. El problema es que no tenemos una televisión detrás. Si la tienes, es todo mucho más sencillo. En todo caso, ahora estamos estudiando el programa de distribución en España.
¿Nuevos proyectos?
Estoy desarrollando varios. Una de época, a finales del XVIII, un poco antes de la Revolución Francesa. Otra es una historia de amor pasional, con muertes y malos tratos, que quiero hacer en Asturias. Y también quiero hacer un documental.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 44, MAYO DE 2016

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