Afondando
Josema Amigó, psicólogo: “Las reticencias hacia el rol proceden de la educación neoliberal”

Josema Amigó, en Gijón durante la entrevista. Foto / L. Álvarez.
Josema Amigó (Tolosa, Guipúzcoa, 1979), es el autor de El juego de rol en la terapia infantil, publicado en 2016 por su propia editorial comunitaria, Ediciones El Ariete. Licenciado en Psicología, no duda en postularse a favor de la llamada antipsiquiatría, que tan duramente critica los estándares académicos y profesionales vigentes en la actualidad. Esta postura, contraria a una visión positivista de la salud mental, le ha llevado a estudiar las posibilidades psicoterapéuticas del rol, hasta ahora considerado un simple entretenimiento.
Enol Outomuro / Graduado en Comunicación.
Usted ha consagrado gran parte de su carrera al estudio del juego de rol como herramienta en la terapia infantil. ¿En qué consiste esta forma de ocio y qué posibilidades ofrece para psicólogos y educadores?
Bueno, yo suelo decir que la forma más sencilla de entender qué es el rol es ponerse a jugar. Lo aclaro porque, siempre que explico en qué consiste, tengo la sensación de que quien me lee o escucha no acaba de comprenderlo. En cualquier caso, estamos hablando de un juego sociodramático en el que dos o más participantes crean personajes ficticios dentro de un mundo imaginario. La ambientación puede ser de cualquier tipo (fantástica, histórica, de ciencia ficción…) y, en ella, estos personajes interactúan con la trama que les plantea un narrador. El juego se construye de forma interactiva entre el narrador o narradora —aquella persona que lleva el guion de la historia— y los jugadores que, interpretando a sus personajes, reaccionan ante las situaciones que este les presenta. Además, para que todo se desarrolle de manera adecuada, existen unas reglas que limitan qué puede o no hacerse en el marco de juego. Para educadores y psicólogos, terapeutas en un sentido amplio, el rol permite un acercamiento a la infancia en el que niñas y niños se reflejan con mucha comodidad y de forma espontánea. Es una actividad sencilla y de la que disfrutan enormemente, lo cual posibilita una adherencia que otras técnicas no logran. Aparte, el uso del juego en un contexto terapéutico no es algo nuevo. Lleva haciéndose desde hace muchísimo tiempo, y se ha descubierto que es necesario para trabajar con niños. Cada juego permite incidir en unos aspectos determinados, llegar a niñas y niños de una manera concreta. Está el juego de la caja de arena, el de marionetas, el de construcción… el rol, sin embargo, tiene la capacidad de incluir gran variedad de aspectos dentro del mismo juego. Su aporte fundamental es que, con una única técnica, se puede llegar a múltiples áreas del mundo infantil.
¿Con qué nos encontraríamos si pudiésemos contemplarle durante el ejercicio de su técnica? ¿Cómo logra convertir este juego simbólico en una herramienta terapéutica?
Cuando se empieza un proceso de terapia, el terapeuta adquiere el rol de narrador y la niña o el niño es quien crea un personaje. Esta síntesis o génesis del personaje nos da muchísima información y tiene valor en sí misma, pues en ella el niño proyecta qué es, qué le gustaría ser y cuáles son sus preocupaciones. Recuerdo, en concreto, el caso de un niño víctima de la violencia machista. Vivía fuera del alcance de su padre y, cuando escuchó que este había sido visto cerca del barrio, experimentó un enorme malestar: dificultades para conciliar el sueño, ansiedad, problemas de comportamiento, etc. Lo curioso es que en el juego, al explicar por qué su personaje debía irse de aventuras, expresó claramente que un dragón había destruido su casa y perseguía a su familia. Este es un ejemplo especialmente evidente, la metáfora está clarísima, pero en general los niños carecen de la censura de los adultos. Por eso, el juego les permite expresar sus problemas sin miedo a tener que reconocerlos como reales. Durante una partida de rol, los niños no expresan que su padre les maltrata; dicen que un dragón les persigue. El terapeuta debe sumar dos y dos y trabajar la ansiedad infantil dentro del rol, para que luego el niño pueda extrapolar sus avances a la vida real.
Su libro se centra en casos de maltrato o abandono, pero también da a entender que las cualidades terapéuticas del rol son mucho más amplias. ¿Qué niños son susceptibles de beneficiarse de ellas?
Cuando empecé a escribir el libro, yo trabajaba en pisos de acogida con niños que habían sufrido maltrato en sus diferentes formas. Pese a que mis primeros esfuerzos se centraron en ellos, esto fue algo meramente circunstancial. En muchas ocasiones nos olvidamos de que el rol es, ante todo, un juego. La infancia se construye y desarrolla a través del juego, no de otra manera; permite estimular su intelectualidad, cognición y capacidades motoras y, por supuesto, aprender a relacionarse y manejar toda clase de conflictos. Por tanto, el rol potencia muchas características sociodramáticas y genera bienestar en sí mismo y, además, es posible recurrir a él con un fin terapéutico. Es decir, se puede utilizar como recurso para dar una solución al malestar infantil.
¿A partir de qué edad considera adecuado iniciar esta terapia?
La principal limitación que presenta el juego de rol es que requiere de cierta capacidad simbólica, esto es, de capacidad para dar a un objeto un significado distinto del que tiene en realidad. Es lo que ocurre cuando, por ejemplo, un niño corre con una escoba mientras finge que es su caballo. En la mayoría de los casos, es razonable hablar de juego de rol como tal a partir de los ocho o nueve años, pero existen alternativas más sencillas susceptibles de ser introducidas con anterioridad. Me refiero a ejercicios similares a la narración de cuentos o al teatro con títeres, aunque todo depende de cómo se encuentre con quien estamos trabajando. Si bien los libros de psicología y pedagogía insisten en delimitar las distintas fases de la infancia, lo cierto es que hay niños que muestran un desarrollo cognitivo inferior o superior al que en teoría les corresponde. La edad es únicamente orientativa.
¿Considera que esta terapia también podría resultar efectiva en adultos?
Esa es una cuestión en la que todavía no he podido profundizar. Desde luego, las dificultades más importantes no se derivan del propio rol, puesto que es uno de los pocos juegos que sobreviven a la vida adulta. Su complejidad se adapta a la madurez del jugador y, en consecuencia, la transición resulta de lo más sencilla. Yo mismo, que me inicié en esta afición a los diez años, sigo disfrutando de ella con treinta y ocho. Supongo que, al final, el mayor problema recaería en que los adultos tienen un alto nivel de censura. Son más neuróticos que los niños y mienten mucho, con lo que se darían cuenta de lo que ocurre en el juego. Aun así, considero que la terapia con rol puede resultar útil y beneficiosa.
El Ministerio de Educación y Ciencia del Gobierno de España y la Dirección General de Educación de México han publicado artículos en los que se reconoce la utilidad del juego de rol dentro del aula. La psicología, en cambio, parece un terreno virgen a este respecto. ¿Cómo han sido recibidas sus investigaciones entre sus colegas de profesión?
Como decía antes, el uso terapéutico del juego no es algo novedoso, y ha sido abordado en mayor o menor medida desde distintos paradigmas: conductistas, cognitivos, humanistas, psicoanalíticos… Ahora bien, el rol ha tenido una aceptación limitada en la medida en que la divulgación que se está haciendo es limitada. Sin embargo, en Guipúzcoa, que es donde inicié mis primeros estudios, ha habido un interés importante y he podido formar a los equipos educativos de varios centros de menores. Los profesionales interesados se me han ido acercando y, la verdad, no han sido pocos. Si se le da una oportunidad, esta técnica puede atraer a un nutrido grupo de terapeutas.
¿Ha encontrado algún tipo de traba entre sus colegas de profesión a la hora de desarrollar su terapia a través del rol?
De mano, hay que señalar que cuando las familias acuden a un terapeuta depositan en él una gran confianza. Y sin ser muchas, las reticencias que me he encontrado procedían de otros profesionales y no se centraban solo en el rol, sino en todo lo relativo al juego infantil. A día de hoy, hay quienes siguen considerando que el juego es una actividad menor, opuesta a los estudios. No le conceden la relevancia que tiene y consideran que los niños deben centrarse en los ámbitos académico y deportivo. Solo puedo decirles que están profundamente equivocados y que, cuanto antes cambien de opinión, antes se verán beneficiados aquellos que se encuentran a su cargo.
Teniendo en cuenta las dificultades que acaba de mencionar, ¿qué cree que sería necesario para que terapeutas y educadores se acerquen a los juegos de rol?
Un cambio radical en el paradigma psicológico y educativo que, por desgracia, no va a ocurrir próximamente. Vivimos en un mundo en el que la educación se rige por un planteamiento neoliberal. La psicología ordinaria también es un negocio, apenas tiene presencia en el sector público y se aborda desde una perspectiva biologicista. Aparte, siempre desde mi experiencia, muchos de mis colegas (fundamentalmente de una generación anterior a la mía) son de poco leer y poco reciclarse. A pesar de que el juego es esencial para el desarrollo del niño, abundan la rigidez en las técnicas y el gusto por formas de aprendizaje más convencionales.

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