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Atlántica XXII

La corrupción política según Xuan Cándano

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La corrupción política según Xuan Cándano

El pasado 20 de mayo el director de ATLÁNTICA XXII, Xuan Cándano, pronunció una conferencia en Mieres sobre corrupción política, invitado por el colectivo Tertulia 17. En su charla el periodista explicó los antecedentes políticos, históricos y culturales de la actual situación política en España, que en su opinión aclaran la enorme incidencia en España del fenómeno de la corrupción. Durante seis días, en otros tantos artículos, reproducimos esa conferencia.

Corrupción política (I): Catolicismo, calvinismo y corrupción

Parodia sobre los trajes regalados a políticos por la trama Gürtel en Valencia. Foto / Juan Navarro.

Parodia sobre los trajes regalados a políticos por la trama Gürtel en Valencia. Foto / Juan Navarro.

Xuan Cándano / Director de ATLÁNTICA XXII.

“El trabajo y la honradez dignifican al hombre”, dice un cartel de principios del siglo XX que se conserva en la Escuela de Aprendices de la Fábrica de Armas de La Vega de Oviedo.

La frase, como la propia fábrica, es hoy pura arqueología. Pero con frases como esa nos educaron en casa, más incluso que en la escuela o en el centro de trabajo, a la gente de mi generación y por supuesto de las anteriores. Con las que me siguen ese tipo de mensajes se fueron diluyendo. Más que educar para ser honrado y laborioso, hace tiempo que se educa para ser rico y competitivo. Creo que esa evolución, que más bien es una involución, explica en cierta manera el fenómeno de la corrupción política en España a principios del siglo XXI, un cáncer que se ha extendido por toda la sociedad hasta formar todo tipo de metástasis.

Lo primero para adentrarnos en el análisis del fenómeno y tener un buen diagnóstico es reconocer su importancia. La corrupción en España es uno de los asuntos que más preocupa a la ciudadanía y con toda la razón, porque su penetración en el tejido social es enorme y su incidencia cuantitativa y cualitativa también.

Eso lo sabemos bien los periodistas, que valemos más por lo que callamos que por lo que publicamos. Eso es así en general y de manera especial con la corrupción. La gente tiende a pensar que los casos de corrupción que salen a la luz son solo una parte de los existentes y acierta. Yo mismo os puedo asegurar que conozco en Asturias algunos casos más de corrupción que los que publicamos en ATLÁNTICA XXII, que afectan a políticos, empresarios, funcionarios o cargos públicos. Son asuntos que en algunos casos son secretos a voces, pero falta la documentación que los avale y puede que esa impunidad se mantenga definitivamente. Los hay que han prescrito judicialmente e incluso se da la paradoja de algún corrupto de altos vuelos y suculentos negocios a costa del contribuyente, que anda por ahí con relevantes cargos públicos y mando en funcionarios que deberían tener como prioridad investigar a su propio jefe.

Pero, ¿por qué la corrupción es tan enorme y tan asfixiante en España que resulta paralizante desde el punto de vista social, desmoralizadora desde el punto de vista cívico y empobrecedora desde una perspectiva económica?

En mi modesta opinión las razones son varias y una de ellas es cultural, tiene que ver con nuestra manera de vivir e interpretar el mundo y concretamente con la religión.

Si os fijáis, os daréis cuenta de que la corrupción, en Europa, tiene especial incidencia en los países católicos del Sur del continente: Grecia, Italia, España e incluso Francia. Y por el contrario afecta mucho menos a países más norteños de raíz protestante, como los nórdicos, Gran Bretaña o Alemania.

En realidad la explicación de esta evidencia resulta bastante natural y ya fue estudiada a principios del siglo XX por el sociólogo alemán Max Weber. Sus aportaciones teóricas, a pesar del paso del tiempo y del menor peso social o político de las religiones sobre el Estado, siguen vigentes.

En el calvinismo la importancia del trabajo desde el punto de vista moral y espiritual es enorme. Uno se gana la salvación eterna a través de la dignificación del trabajo y la honradez con que se ejerce. Sobra la ostentación de la riqueza, aunque no se rechaza a quien la alcanza con laboriosidad y honradez, hasta el punto de que se huye de figuras, representaciones y lujos arquitectónicos. La sobriedad es un valor muy preciado.

El catolicismo es más permisivo en estas cuestiones. No es que no se predique la honradez, la laboriosidad y el trabajo bien hecho, pero hasta los mayores pecados pueden ser perdonados con la confesión y ganar así la salvación eterna. Con la religión católica no se oculta la riqueza y la imaginería, sin prescindir de joyas y lujos, es una de sus señas de identidad.

¿Alguien se puede extrañar entonces de que en los países nórdicos de tradición luterana la corrupción política que afecta a las arcas públicas no sea especialmente relevante y que en cambio no se consientan escándalos sexuales entre los políticos, lo que supone inmediatamente el escarnio público y el cese o la dimisión? ¿O que en los países católicos, como España, meter la mano en el cajón del dinero público sea tan habitual y en cambio la sociedad sea tan permisiva con escándalos sexuales o adulterios de los políticos, algo que afortunadamente se considera un tema privado?

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