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La I Guerra Mundial en Asturias en su centenario

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La I Guerra Mundial en Asturias en su centenario

Reportaje en ‘Mundo Gráfico’ de un mitin aliadófilo celebrado en la Plaza de Toros de Madrid en 1917, con oradores como Lerroux, Melquiades Álvarez o Unamuno.

José Luis Agudín Menéndez / Historiador, becario pre-doctoral en la Universidad de Oviedo.

Desde 2014 se viene conmemorando el centenario de la I Guerra Mundial, primer episodio de lo que se acuñó como la “Segunda Guerra de los Treinta Años”. La ocasión del centenario fue razón suficiente para emprender nuevas investigaciones por parte de los historiadores, y no solamente a nivel europeo sino, y lo más sugestivo, desde España. Como ha afirmado uno de los promotores del congreso internacional celebrado en Barcelona hace ya tres años, Javier Rodrigo, la Gran Guerra ha sido y es un acontecimiento generador de una de las temáticas más ricas, explotadas y debatidas, lo que por otra parte no significa que muchas de estas monografías de gran éxito de ventas aporten algo novedoso.

En España, la atención prestada al influjo de este hecho fue eminentemente tardía, al mismo tiempo que resultó deudora del hispanismo francés y en un principio los temas en los que centraron su atención los investigadores fueron la labor humanitaria de Alfonso XIII, la pugna dialéctica de aliadófilos y germanófilos y el influjo económico, aspecto bien estudiado en Asturias por Juan Antonio Vázquez en lo que concierne a la fructífera minería.

Una vez abierta la espita de esos tres temas se desgajaron otros diferentes, concluyendo en esta última década y en las postrimerías de la conmemoración multitud de monografías, dossieres en revistas científicas, coloquios y congresos. Sobresalen, entre otros, los trabajos de Maximiliano Fuentes Codera, Francisco Romeró Salvado, Francisco Cobo, Antonio Niño, Carolina y Fernando García Sanz. En lo que a Asturias se refiere, la atención desde el punto de vista ideológico fue desatendida, y se estudiaron colateralmente la aliadofilia del reformismo melquiadista y la del anarquismo, amén de trabajos más recientes centrados en los órganos de gran circulación como El Noroeste, El Comercio o El Carbayón.

1914-1916: la definición de dos campos antagónicos

La prensa de gran circulación en Asturias en aquel contexto tomó tres sendas, a saber: en primer lugar, El Noroeste de Gijón, La Voz de Avilés y en un primer momento El Correo de Asturias de Oviedo respaldaron a la Entente Cordiale, constituida por Francia, Inglaterra, la autocrática Rusia y, posteriormente, Italia y Estados Unidos. A este listado debería añadirse la publicación socialista La Aurora Social. En segundo término, los órganos del catolicismo social, El Carbayón de Oviedo y El Pueblo Astur de Gijón, pocos años antes de su fusión (1919), favorecieron a los Imperios Centrales (la protestante Alemania del Káiser Guillermo II y el multiétnico Imperio Austro-Húngaro). En último lugar, se situaría en una posición intermedia El Comercio de Gijón, que no tomó parte a favor ni de unos ni de otros, si no en pro de una neutralidad deseada en términos generales por todos.

Por supuesto, las fuerzas políticas que conformaban el amplio espectro asturiano se implicaron pues a fondo con la cuestión. Obviamente, jaimistas (apelativo de los carlistas durante el “reinado” de Jaime III) y mauristas (facción conservadora liderada por Antonio Maura) fueron quienes defendieron las tesis germanófilas, siendo promotores de las manifestaciones neutralistas contra el intervencionismo de Lerroux en septiembre de 1914. La presencia del futuro candidato jaimista Luis Martínez Kleiser en Cangas de Tineo estimuló una ávida polémica entre dos semanarios locales, El Narcea y El Distrito Cangués, entremezclándose caciquismo y cuestiones de política internacional, tomando posiciones, respectivamente, a favor de Alemania y de Francia y sus aliados.

Por su parte, los reformistas de Melquíades Álvarez, en proceso paralelo de sustitución hegemónica en el espacio político asturiano del cacicato pidalino, predicaron una lógica francofilia, celebrándose en Villaviciosa una reunión acerca de la postura del reformismo en guerra. Melquíades defendió el paradigma liberal franco-británico, cuya victoria obligaría a democratizar el caduco sistema canovista. Por último, anarquistas y socialistas mantuvieron en sus adentros disidencias entre neutralistas y aliadófilos, paralelas a las que el jaimismo acogió en su seno.

Una vez iniciadas las hostilidades, el entusiasmo de la opinión pública por el conflicto no fue tan diferente de lo que en toda España pareció ocurrir, como así nos recuerda Joaquín Alonso Bonet: “Aquel día primero de agosto de 1914, empezaron a aparecer en los transparentes de los diarios locales, las primeras noticias de guerra […] La calle Corrida, en las últimas horas de la tarde, era un hervidero humano”.

Efectivamente, el centro de discusión por antonomasia era la Guerra Europea delante de las pizarras de las sedes de los principales rotativos regionales, así como en los cafés, los círculos republicanos y jaimistas, las casas del pueblo o los espacios informales asociados a los burgueses y proletarios. Se ha deliberado acerca de si la huella ideológica se limitó fundamentalmente en las élites o si, por el contrario, se extendió a todas las capas de la sociedad. Lo cierto es que se generaron, en un primer momento, numerosas crisis de subsistencia a consecuencia de la escasez e incremento del precio de los productos básicos, lo que fue el detonante de resonantes movilizaciones colectivas en Langreo y con mayor eco en Gijón.

A lo largo del conflicto, en plena “guerra de propagandas”, alemanes y franceses trataron de condicionar el mantenimiento de una neutralidad favorable a sus intereses mediante misiones culturales o la financiación de una prensa ávida de recursos económicos en plena crisis papelera a consecuencia de la conflagración. En 1916, las misiones culturales primero y posteriormente las económicas francesas tomaron como destinos las ciudades de Oviedo y Gijón. Éstas deben inscribirse en un proceso de larga extensión en el intercambio mantenido entre la Universidad de Oviedo y las de Toulouse y Burdeos, desarrollado entre 1908 y 1913, tras el tercer centenario de la institución ovetense, y protagonizado por Canella, Altamira, Francisco de Onís, Jesús Arias de Velasco y Enrique de Benito. La consecuencia a largo plazo de las visitas de los hispanistas Imbart de la Tour y Pierre Paris se consumaría en los años veinte con una fallida cátedra de lengua y literatura francesas bajo el rectorado del tradicionalista Jesús Arias de Velasco (1921-1923). También la embajada alemana procuró la distribución de filmes con los grandes protagonistas del II Reich, tan del gusto del público en octubre de 1916 y mayo de 1918.

Sin duda, el gran éxtasis germanófilo asturiano lo proporcionó la presencia del pensador jaimista Juan Vázquez de Mella en plena “Unión de las Derechas” con los mauristas. La campaña electoral de abril de 1916, que le concedería el acta de diputado por la circunscripción electoral de Oviedo, estuvo teñida entre la prensa asturiana de acusaciones de germanofilia y aliadofilia, tras aquel vehemente discurso de “Los tres dogmas nacionales” en el Teatro de Zarzuela (31 de mayo de 1915) patrocinado por la embajada alemana. Es sobradamente conocido que la actitud del prócer condujo a un cisma dentro de la Comunión Jaimista al concluir la I Guerra Mundial. El Pueblo Astur, de hecho, se convirtió durante un tiempo en portavoz del pensamiento de Vázquez de Mella.

Don Jaime y Juan Vázquez de Mella en el castillo de Frohsdorf, poco tiempo antes de estallar la I Guerra Mundial.

1917-1918: celebración de la victoria

Los seis primeros meses de 1917 se caracterizaron por las tensiones del Gobierno español con la cancillería alemana por el decreto del bloqueo submarino total y la concatenación de torpedeamientos de mercantes españoles. Las costas asturianas fueron testigo de la llegada de numerosos náufragos españoles (Tavira y Butrón) y también de las potencias beligerantes y otras neutrales (Montreal, Solbaken, Sholang y Taormin) tras el hundimiento de numerosos buques por parte de los submarinos alemanes.

La prensa aliadófila agasajó y defendió sus intereses, por supuesto. A ello añádanse las múltiples advertencias de El Noroeste de los movimientos del cónsul alemán Alexander Jaenicke Habberhauffe de Gijón y de los asentamientos alemanes en la región y la cooperación que desde tierra efectuaron no pocos simpatizantes germanófilos. Las acusaciones no terminaron en estos rumores sino también con la entrada de oro alemán en las elecciones de abril de 1916 y de febrero de 1918. Precisamente el candidato jaimista Vázquez de Mella declaraba jocosamente en El Carbayón (31 de marzo de 1916) que el Káiser le había mandado a Asturias, y el apoyo económico germano era reconocido años más tarde en El Correo Español por el cronista carlista Melchor Ferrer.

El Noroeste de Gijón promocionó asociaciones nacidas al calor del conflicto predominantemente aliadófilas en las que participaron los intelectuales y las fuerzas vivas de la región. Dos casos nos son conocidos: el de la Sociedad-Liga Aliadófila Ovetense, en 1914, y la Liga Antigermanófila, en 1917, que aunque no estuvieron financiadas por los franceses sí recibieron un enorme espaldarazo por parte de los mismos. En Asturias contaba esta última con dos sucursales y entre sus principales componentes se hallaban catedráticos, maestros nacionales, músicos, pintores, escritores, periodistas, entre los que destacan Sánchez de Ocaña, Ramón de las Alas Pumariño, Antonio Gamoneda o Eduardo Martínez Torner. La consecuencia de esta asociación fue la celebración del mitin de las izquierdas de mayo de 1917, al que partió una amplísima comitiva de Asturias.

El término de las hostilidades, el 11 de noviembre de 1918, se acogió con enorme júbilo en España y también en Asturias. Se exteriorizó por medio de los homenajes y la emisión de mensajes de felicitación a los vencedores desde las instituciones municipales y las espontáneas manifestaciones cívicas y ocupaciones simbólicas del espacio público. Incluso los conservadores realizaron imprudentes conversiones democráticas denunciadas por los verdaderamente aliadófilos. Este fue el caso del maurismo y su órgano de expresión, El Correo de Asturias, cuando patrocinó el banquete aliadófilo ovetense.

A nivel municipal, se efectuó el cambio de emblemáticas calles (2 de mayo o Velarde) a favor de los héroes de la guerra –como el general francés Foch, pero sobre todo el presidente Wilson– o los nombres de los países, con el fin de relacionar la guerra con la historia de la ciudad. En Asturias se conocen dos ejemplos: la polémica sustitución de la calle Uría por la Avenida de Francia que pasó finalmente a Paseo de los Álamos, por no ser del gusto de la burguesía ovetense ni de ciertas corporaciones municipales. También en Luarca se cambió la Plaza de los Molinos por la de los Aliados.

Asimismo hemos tratado de clasificar entre estas celebraciones los banquetes, las manifestaciones y los actos políticos. Las manifestaciones u ocupaciones del espacio público estuvieron organizadas y monopolizadas por el reformismo y el republicanismo. Guillermo Pérez Casanova, quizás exageradamente, las considera un preludio de la celebración del 14 de abril por todo el simbolismo que llevaba asociado: los himnos de la Marsellesa y de Riego, las banderas o los vítores a la República y a los nombres de los vencedores, entre los que sobresalía el de Wilson. Sin embargo, estas proclamas deberían situarse en un contexto en el que los viejos imperios habían sucumbido y eran sustituidos por nuevas repúblicas (Alemania y el desintegrado Imperio Austro-Húngaro).

Así resulta comprensible un escrito de Manuel Llaneza, el fundador del SOMA, que había publicado una carta en El Socialista pidiendo la abdicación de Alfonso XIII ante la caída de las testas imperiales. En una de las sesiones municipales del Ayuntamiento gijonés se hizo referencia a la necesidad, con la afluencia de las ideas de autodeterminación de Wilson, de una mayor autonomía administrativa a nivel político, económico y social, así como la necesidad de convocar cortes constituyentes para decidir la nueva forma de gobierno.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 51, JULIO DE 2017

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