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Atlántica XXII

La invasión de la cochambre

Cultures

La invasión de la cochambre

Asistentes al festival "15 horas de pop ciudad de Burgos", primero celebrado en España en 1975, que fue calificado por la prensa local como "La invasión de la cochanbre". Foto / DA2 (Salamanca).

Asistentes al festival «15 horas de pop ciudad de Burgos», primero celebrado en España en 1975, que fue calificado por la prensa local como «La invasión de la cochanbre».
Foto / DA2 (Salamanca).

Antonio Barral Álvarez / Musicologista.

2014. Enero. Jueves 23. Miami. El cantante (¿?) e ídolo adolescente Justin Bieber bebe unos tragos alcohólicos de más, fuma unos cigarrillos de marihuana, con la licencia caducada pilota su hortera Lamborghini amarillo a una velocidad desautorizada y lo detiene la policía. Noticia mundial. Dos días después de la gamberrada, el diario español El Mundo publica un megareportaje de dos páginas culminado por la opinión sobre el asunto juvenil de la jefa del Departamento de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, Concepción Fernández Villanueva: “Los jóvenes siempre buscan ídolos contraculturales”. Discúlpeme, señora: ¿Justin Bieber ídolo contracultural? No sé cómo lo vería Theodore Roszak.

Theodore Roszak acuñó el término contracultura en 1969 en una publicación de la Universidad de California que en España editó Kairós en 1970 con el título Nacimiento de una  contracultura. Reflexiones sobre la sociedad tecnocrática y su oposición juvenil. Un libro espléndido que no ha perdido un ápice de actualidad. Fue en su momento un éxito editorial y hasta 1973 tuvo cuatro reediciones en España. Teniendo en cuenta la fuerte rotación lectora de la época, pasó por los ojos de decenas de miles de lectores durante los últimos hedores de la dictadura.

En la España de los primerizos años setenta los discos de rock seguían satanizados, tardaban en llegar a las tiendas pero llegaban, censurados o no, por medios oficiales o extraoficiales. ¿Cómo? Por ejemplo a través de los jóvenes soldados de las bases norteamericanas de Rota y Morón en Andalucía, y probablemente con algún que otro tripi californiano. Dice Juan José Fernández, editor de la publicación más vanguardista de la época, la revista Star (1974-1980), que España era un desierto cultural con dos oasis, uno en Sevilla y otro en Barcelona. Con portadas antológicas de Nazario, Ceesepe, Mariscal o El Hortelano, su lema era “Contra todo y contra todos”. No solo era una revista de historietas de lo mejor del underground nacional e internacional: a través de Starbooks publicaron los libros de las generaciones beat y psicodélica, también cubrieron la existencia de los movimientos y grupos musicales del momento siendo los primeros en dar la bienvenida al punk.

Rock progresivo y psicodélico

1968. En uno de aquellos oasis, un sevillano, Gualberto García, estaba al día de los discos de Dylan, Cream, los Stones, Crosby, Still, Nash & Young o de aquel fenómeno llamado Jimi Hendrix que preguntaba: Are you experienced? Apareció un buen día por la discoteca Don Gonzalo, propiedad de uno de los personajes imprescindibles de la década, Gonzalo García Pelayo, que, desaparecido el grupo que representaba, Gong, le ofreció sus instrumentos y equipamiento musical si le ayudaba a montar una banda.

Después de probar con varios músicos locales entre los que estuvo Jesús de la Rosa (luego en Triana), la banda la acabaron formando Gualberto, Julio Matito y Antonio Rodriguez “Antoñito”. Gonzalo les puso nombre: Smash. Se presentaron en 1969 a un concurso que ganaron y allí se encontraron con un danés melenudo, Henrik Liebgott, que les dio buenas vibraciones (palabra clave del momento) y entró inmediatamente en el grupo. La originalidad de la banda venía por fusionar las influencias de los norteamericanos con las de Antonio de Mairena o Fernanda y Bernarda de Utrera. Grabaron un par de singles en inglés, en 1970 fichan con la discográfica Phillips y ya los etiquetaron como un grupo de rock progresivo. Graban su primer LP, Glorieta de los locos, que incluía un manifiesto.

El grupo andaluz Smash (1968-1972).

El grupo andaluz Smash (1968-1972).

Si se mira en la Red, parece que todo el mundo se ha puesto de acuerdo para liarse con el título. La fuente García Pelayo es la más fidedigna, porque al parecer Gonzalo lo coescribió con Gualberto: “Cosmogonía de la Estética de lo Borde”. Me encanta su contradefinición en el manifiesto: “No se trata de hacer flamenco-blues ni blues aflamencado sino de corromperse por derecho. Solo puede uno corromperse por el palo de la belleza”. Corromperse por el palo de la belleza. ¡Qué arte! El manifiesto lo publicó entero la revista Triunfo y la banda tuvo un enorme impacto en la escena underground del país. A finales de año se quieren ir a grabar a Cataluña, donde la escena estaba consolidada, pero Phillips, aunque pasa de ellos bastante, les niega la libertad y tienen que grabar con el sello su segundo LP, We come to smash this time/Esta vez venimos a golpear (1971). A finales de año se van a la Costa Brava a grabar acompañados de Manuel Molina (luego Lole y Manuel). Les obligan a adoptar un toque más aflamencado del que sale el single El Garrotín, su mayor éxito comercial. La nueva dirección musical repugna a Gualberto, que abandona la banda; detrás iría Julio Matito y luego el resto. Cuando aparece su último single, Ni perdono, ni olvido (1972), Smash ya no existen.

En el siguiente oasis español, Barcelona, está otro de los imprescindibles, Oriol Regás, dueño de la discoteca Bocaccio, santuario de la “gauche divine” y manager de Máquina, banda seminal del rock psicodélico/experimental español, formada por Jordi Batiste y Enric Herrera, músicos de la banda de Sisa. Como sus socias sevillanos grabaron un primer single en inglés, Lands of Perfection/Let’s get smashed. Editaron en 1970 su primer LP, Why?, en el que participó el guitarrista Josep María Paris cuando Jordi Batiste se tuvo que ir a la mili. La canción que da título al disco pasó de los 3 minutos de rigor a una improvisación duelística de órgano Hammond y guitarras de 25 minutos, que duraba una cara entera del disco. En otro alarde vanguardista la portada del elepé era un gran croissant con un reloj de bolsillo dentro que hizo las delicias de Salvador Dalí.

Ese mismo año Regás organiza en Barcelona el I Festival Permanente de la Música Progresiva donde tocan Máquina, Smash, Cerebrum, Evolution, Música Dispersa y Los Canarios. Por supuesto, los de casa se llevaron el gato al agua y Máquina acabó el año tocando en la Plaza de Cataluña ante una audiencia multitudinaria… Y empezaron los problemas. Primero con Oriol Regás, que les abandona con pleito incluido, para fichar a Smash para su sello Bocaccio. El año 71 fue desastroso, al abandono de Batiste sigue la mili de Herrera, meten sección de metales, se hacen más instrumentales, derivan hacia el blues o el jazz rock, editan un par de singles y graban un disco, En directo, sin ninguno de los miembros originales. La revista musical del momento, Disco Express, les dedicó un especial de 3 números titulado “Sinopsis histórica de una banda inolvidable”. En 1972, como sus coetáneos sevillanos, Máquina desaparecieron.

La formación barcelonesa Máquina en 1972.

La formación barcelonesa Máquina en 1972.

Otras bandas de esa escena “progresiva” fueron 2+1, Crac (con Carles Benavent), Vértice y Tapiman (con Max Sunyer), OM (con Toti Soler), Pan y Regaliz (luego Agua de Regaliz) o Fusioon; y en Madrid Franklin o Bluebar. Es imprescindible situar en su justo sitio a dos inclasificables músicos poseedores de una singular paleta artística, activos hasta el día de hoy, que se conocieron en un seminario y formaron El Grup de Folk, totalmente desmarcados de la Nova Canço (Serrat, Llach, Pi de la Serra, Bonet…) como Jaume Sisa (Música dispersa, 1970) y Pau Riba (Dioptría, 1970). La inauguración de la mítica sala Zeleste en la Barcelona de 1973 fue otro hito. Allí se reunieron todas las escenas musicales catalanas surgiendo una nueva, el llamado rock laietano, del que formaron parte bandas como Orquesta Mirasol, Gotic, Borne, Secta Sónica, Pegasus, Iceberg o la Companya Elèctrica Dharma.

Otros momentos memorables fueron la celebración de los multitudinarios festivales Canet Roc (1975-1978). Una tendencia en toda España, la de celebrar festivales con una mezcolanza artística de difícil digestión que emulaban a los de Woodstock o Wright. Un mes antes del primer Canet se celebró en Burgos lo que llamaron “15 horas de pop ciudad de Burgos”. De pop no había nada pero la imagen desaliñada y trasgresora de aquella juventud contracultural invadiendo aquella cuna del fascismo español propició un titular en portada del periódico La Voz de Castilla que ha pasado a la historia: “La invasión de la cochambre”. Ante aquella cochambre actuaron unos jovencísimos Triana y Burning. No debemos olvidar que el verdadero rey de la música en aquellos tiempos era otro catalán, Peret (El Borriquito, 1971), el rey de la rumba catalana, inventor de un ritmo entre cubano y r´n´r  que encandiló al país.

El Opus financia contracultura

A mediados de la década Gonzalo García Pelayo seguía muy activo musicalmente y entró en contacto con la discográfica Movieplay, subsidiaria de la distribuidora de cine Movierecord, de capital español, propiedad de miembros de la secta religiosa Opus Dei. Con su inimitable capacidad de seducción les convenció primero para editar en 1974 un recopilatorio titulado ¡Viva el Rollo! vol.1 y luego para crear un sello llamado Gong! Estar en el rollo o no estar era lo importante del momento, la palabrita no venía por la famosa novela de Kerouac, más bien procedía de la publicación de historietas El rollo enmascarado.

Gong! editó lo más granado del movimiento post Smash, llamado luego Nuevo Rock Andaluz, con grupos como Triana, Lole y Manuel, Goma, Granada y María Jiménez. Otros grupos de esa escena fueron Flamenco, Tartessos, Mezquita, Guadalquivir, Azahar, Imán Califato Independiente, el mismo Gualberto (1975, A la vida-Al dolor, con Enrique Morente), Alameda, Cai o Medina Azahara (todavía en activo). Gong! no solo editó rock andaluz, mostró a la Nueva Trova Cubana, a los chilenos Quilapayún y Victor Jara, y a Hilario Camacho, Carlos Cano, José Antonio Labordeta, Luis Pastor, Prada, Gerena, Riba y Gualberto, las extraordinarias Vainica Doble o los primeros singles del grupo madrileño de rock urbano Burning, luego famosos por la banda sonora de la película de Fernando Colomo ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?. Probablemente el sello más influyente de la década.

Y si hablamos de un disco influyente, pocos lo habrán sido más que Veneno (1978), el debut de Veneno, banda andaluza formada por Kiko Veneno y los hermanos Rafael y Raimundo Amador. Obra maestra.

Los ingleses tenían a Mick Jagger y Keith Richards, nosotros a Camarón de la Isla y Paco de Lucía. La fórmula: De Lucía + Camarón = Genialidad. Revolucionaron el flamenco, les cayeron palos (nunca mejor dicho) de los puristas del género, pero ahí están sus 10 elepés (1968-1977) para la historia. En 1973 el guitarrista publicó con su nombre Fuente y Caudal, donde se incluía una rumbita Entre dos aguas que le dio fama mundial. En 1975 fue el primer artista de música popular que actuó en el Teatro Real de Madrid.

En 1974, una canción de voces aflamencadas pasadas por la trituradora rock, pero también heredera de los sonidos rumberos de Peret, Te estoy amando locamente, del dúo Las Grecas, vende la escalofriante cifra de medio millón de discos. No es de extrañar que el consiguiente LP se llamase Gipsy Rock (1974). Estos aires propiciaron la aparición del llamado sonido Caño Roto, barrio marginal gitano de Madrid. Realmente la etiqueta la puso el título del primer elepé del grupo Los Chorbos, El sonido Caño Roto (1975). Los máximos triunfadores  de esa movida rumbera fueron Los Chichos y, ya sea por casualidad o por cachondeo, todos los nombres de los grupos empezaban por ch, Los Chunguitos, Los Cheles, Los Chachis, Los Cholos, Los Chavis…

Portada del único LP de La Banda Trapera del Rio (1979).

Portada del único LP de La Banda Trapera del Rio (1979).

Y en estas llegó el punk a España de la mano de dos bandas, una de Cornellá, La Banda Trapera del Río, con un primer single, La regla/ Rock cloaca (1978), y un único LP, La Banda Trapera del Río (1979), ambos míticos. Y la otra, liderada por el “punk de Vallecas” Ramoncín, llamada WC?. Su excelente primer disco ya se tituló con el nombre en primer término de su simpar cantante, Ramoncín & WC? (1978). Canciones como Marica de terciopelo, Rock and Roll Duduá o El rey del pollo frito, junto con la actitud siempre muy hábil y provocadora en los medios de comunicación, especialmente la televisión, de su ya solitario líder, les hizo muy populares.

También en el Madrid de 1978 nace una nueva marca, el sello Chapa, orientado al rock duro cantado en español, subsidiario de la discográfica Zafiro, de capital español y ¡vaya!, también del Opus Dei. Lo llevaba Vicente “Mariscal” Romero que ya se había alineado con García Pelayo en el proyecto de los discos ¡Viva el Rollo!, orientados hacia el rock más urbano. Pioneros del heavy español, editaron a importantes bandas como Asfalto, Topo, Ñu, Obús, Leño, Cucharada, Mermelada…

Editaron el año de su creación el único trabajo de una banda capital de la escena punk española y de lo que vendría después: el único EP de los madrileños Kaka de Luxe (1978). Contenía estas cuatro canciones: Rosario, Toca el pito, Viva el metro y La pluma eléctrica. Pocas formaciones en la historia de la música han tenido tanta influencia con un solo single y una muy cuestionable pericia técnica. Su formación era: Alaska, Nacho Canut, Carlos Berlanga, Manolo Campoamor, Fernando Márquez y Enrique Sierra. Sus componentes crearon luego Radio Futura, Paraíso, Alaska y Los Pegamoides, La Mode, Dinarama… pero esto ya forma parte de otra historia y de otra década.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 36, ENERO DE 2015

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