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Nápoles: Las madres del Triángulo de la Muerte

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Nápoles: Las madres del Triángulo de la Muerte

Son las mujeres las que se están movilizando y organizando contra el desastre ambiental y humano en Nápoles. Foto / Mauro Pagnano.

Son las mujeres las que se están movilizando y organizando contra el desastre ambiental y humano en Nápoles. Foto / Mauro Pagnano.

Las madres italianas que han perdido a sus hijos, contaminados por los desechos industriales enterrados por la Camorra, alzan su voz con coraje frente a este desastre medioambiental. Los tumores han aumentado un 20% en las provincias de Nápoles y Caserta, donde desde mediados de los años ochenta se han enterrado 10 millones de toneladas de residuos que proceden de empresas del Norte de Italia, que pagan a la Camorra por sus servicios seis veces menos que el precio del mercado. El negocio asesino está en crisis y ahora quedan hogueras donde hubo enterramientos en vertederos. La Camorra tenía beneficios de 300.000 euros al mes.

Tiziana Trotta / Periodista.

Pina Leanza decidió seguir luchando el mismo día del funeral de su hija Tonia. Un tumor causado por la contaminación ambiental le ganó la primera batalla, cobrándose la vida de su niña de seis años. Ni a ella ni a los otros miembros de la asociación ‘Nosotros, Padres de Todos’ se les pasa por la cabeza arrojar la toalla. Con voz firme y mirada desafiante, asegura que no van a callarse hasta que se haga justicia sobre los responsables del desastre ambiental que desde hace más de veinte años está carcomiendo la región entre las provincias de Nápoles y Caserta, lo que antaño era una de las zonas más fértiles del Sur de Italia. Se lo deben a sus hijos, muertos por un despiadado pacto entre la Camorra y algunos industriales, responsables de haber descargado más de 10 millones de toneladas de residuos tóxicos en vertederos (legales y no), según el último informe de la organización para la defensa del medioambiente Legambiente.

“No hueles algo raro en el aire?”, pregunta Marzia Caccioppoli, que perdió a su único hijo, Antonio, con nueve años, por una forma rara de cáncer. Se refiere a las columnas de humo negro que cada día se levantan de los bordes de las carreteras menos transitadas de su pueblo esparciendo dioxina y otras sustancias venenosas por el aire. Aunque el entierro descontrolado (y a bajo precio) de desechos tóxicos, provenientes sobre todo de industrias del Norte del país, se haya detenido, la contaminación se sigue nutriendo de hogueras de residuos urbanos o de la quema de los restos derivados de la producción en negro de empresas locales. La presencia del Ejército, enviado por el Estado frente a la constante situación de emergencia, ha tenido muy escaso impacto en la solución del problema. Las hogueras siguen incontroladas y las sanciones afectan solo a los que queman por unos pocos euros los cúmulos de residuos, sin alcanzar a los verdaderos responsables.

La historia de Imma Di Livio es parecida a las demás. Su hija Mesia murió con cuatro años por un tumor. “Quieren que nos callemos enviando a unos militares para que controlen la zona”, dice. “Esto no es suficiente. Queremos medidas concretas que nos garanticen una vida mejor, tenemos derecho a saber con seguridad cuáles son las tierras contaminadas”.

En Nápoles no se entierran los residuos, sino que se queman, y las hogueras envenenan el ambiente y a los vecinos. Foto / Mauro Pagnano.

En Nápoles no se entierran los residuos, sino que se queman, y las hogueras envenenan el ambiente y a los vecinos. Foto / Mauro Pagnano.

Un informe realizado por el Ministerio de Políticas Agrícolas el pasado mes de marzo apunta a que apenas un 2% de los 1.076 kilómetros cuadrados analizados en 57 municipios está envenenado, es decir 21,5 kilómetros cuadrados, de los cuales 9,2 están destinados a la producción agrícola. A los habitantes de la llamada Tierra de los Fuegos les cuesta confiar en este cuadro positivo de la situación. Los activistas contestan a los datos manejados por el Ministerio y le acusan de haber omitido en su análisis las hogueras que han necesitado una intervención de los bomberos inferior a las cinco horas o las zonas agrícolas cercanas a las instalaciones de drenaje de los residuos, dejando postergados estudios más en profundidad.

“Un niño que nace con cáncer, ¿qué ha hecho?”, pregunta contundente Pina. “¿Qué han comido nuestros hijos? ¿Qué han fumado? ¿Por qué no nos dan explicaciones? Solo pedimos la verdad”. Sus dudas caen en el silencio. “Hay algo que no funciona y que nos ocultan”. En la voz de esta mujer de poco más de cuarenta años retumban las palabras de la ministra de Salud, Beatrice Lorenzin, que achacó la elevada incidencia de tumores en la región a malas costumbres alimentarias y al abuso de tabaco.

Aunque muchos informes médicos avalen un fuerte incremento de algunas patologías en la zona, aún no existe un análisis exhaustivo que pueda demostrar el nexo directo entre enfermedades y contaminación.

El último estudio epidemiológico nacional de territorios expuestos a riesgo de contaminación (S.e.n.t.i.e.r.i.), presentado a principios de mayo por el Instituto Superior de Sanidad, confirma un aumento exponencial de ciertos tipos de tumores y enfermedades crónicas -sobre todo de tiroides, piel, hígado, pulmones, seno y del sistema urinario- en las proximidades de posibles sitios a sanear. Estos datos, sin embargo, excluyen buena parte de los pueblos de la provincia de Nápoles, que no cuentan con un registro oficial de tumores.

Tina, la madre de Dalia, muerta con 13 años por un cáncer, niega con la cabeza: “Es inútil decir que no hay una relación directa de causa y efecto entre contaminación y enfermedades si en realidad nunca se ha buscado seriamente”. Como las otras madres en su misma situación, se siente profundamente decepcionada por la ausencia de una respuesta de las instituciones. Pina matiza: “Puedes sentirte abandonada cuando alguien abraza tu causa y luego se retira, pero esto no es nuestro caso. El Estado nunca nos ha apoyado, pese a estar al tanto de lo que ocurría en esta región desde hace mucho tiempo”.

Al final de los años noventa, el camorrista arrepentido Carmine Schiavone ya había avisado a las autoridades de que “en unos veinte años” todos los habitantes de la región estarían “muertos” por la gran cantidad de residuos tóxicos enterrados ilegalmente en la zona, un negocio que generaba unos 300.000 euros al mes para las arcas de la organización mafiosa. Los activistas de la Tierra de los Fuegos no pueden aceptar que, a pesar de todo, no se haya actuado antes. Se han dirigido a la Corte Europea de Derechos Humanos de Estrasburgo para pedir la condena del Estado italiano por falta de intervención. “Hay víctimas de las mafias y de las guerras. Miramos hacia Estrasburgo porque queremos que nuestros hijos se reconozcan oficialmente como víctimas de un desastre ambiental”, explica Marzia. “No se puede volver atrás, pero no queremos que sus muertes hayan sido en vano”.

9,2 kilómetros cuadrados de terrenos agrícolas están afectados por la contaminación. Foto / Mauro Pagnano.

9,2 kilómetros cuadrados de terrenos agrícolas están afectados por la contaminación. Foto / Mauro Pagnano.

El Triángulo de la Muerte

Antes de sumirse en el calvario de la enfermedad de sus hijos, muchas de las madres apenas eran conscientes de que existía un problema tan grave de contaminación, en una zona agrícola. Tina recuerda que la primera vez que escuchó la definición de Triángulo de la Muerte para calificar al territorio en el que vivía fue en 2003, en un programa de televisión emitido por la noche. “Al día siguiente, pedí aclaraciones a mi médico de cabecera, pero me dijo que no era cierto. Le creí, porque me parecía imposible que hubiera una emergencia tan seria y nadie levantara un dedo”, dice. Aún ahora le asaltan las dudas. “¿Cómo se ha podido permitir que se llegara a esto? Es doblemente duro seguir adelante: primero, porque tu hijo ya no está aquí y luego porque se desmorona el sistema en el que creías. Y aún toca escuchar que no es cierto, que estamos echando por tierra la reputación de nuestras provincias y saboteando nuestra economía”.

Antonella Cecere habla con un hilo de voz. “Cuando mi hijo enfermó, pregunté al doctor qué había podido pasar. Me dijo: ‘No os hagáis ninguna pregunta, solo hay que agradecérselo a los que han enterrado desechos tóxicos en nuestras tierras durante años’”. Francesco tenía 8 años cuando murió. “No he recibido ningún tipo de ayuda, ni económico, ni psicológico de las instituciones. Los funcionarios del Ayuntamiento de Capodrise me dijeron que era un problema mío, que no les atañía”.

Imma también se ha preguntado mil veces dónde se había equivocado. “Después de la muerte de mi hija, me he enterado de que la realidad era totalmente distinta a lo que yo pensaba. No he tenido tiempo ni para desesperar, me he entregado a fondo al activismo”, revela. “He hecho que de mi dolor brotara rabia por algo que tenemos que cambiar. Nadie es inmune a este problema y nadie me puede asegurar que mi otro hijo no enferme como su hermana”.

La desconfianza condiciona inexorablemente la visión del futuro de los habitantes de la Tierra de los Fuegos, pero, a pesar de todo, nadie piensa en rendirse. Ni por asomo. “Muchos nos repiten qué hacemos aún aquí”, subraya Ida Pariante. “Defendemos nuestra tierra. E, incluso si nos fuéramos, ¿adónde habría que dirigirse? ¿Quién nos puede garantizar que los otros lugares estén a salvo de este problema?”. Marcharse, según ella, solo significaría dejar la zona en manos de un sistema pervertido para que se convierta en el vertedero de Italia.

Pina no ha pensado ni un segundo en irse. Es más, ha comprado un piso para que su otra hija, de quince años, pueda quedarse ahí. “No tengo nada que perder. Ya lo he perdido todo con la muerte de Tonia”. Aún queda mucho trabajo por delante. La asociación ‘Nosotros, Padres de Todos’ no dispone de fondos para ayudar económicamente a las otras familias que se enfrentan al mismo problema, pero ofrece apoyo para seguir adelante, al mismo tiempo que persevera en denunciar la violencia infligida a su tierra. “Cada día se ponen en contacto con nosotras mujeres que están luchando y nos esforzamos para infundirles ese valor y esa fuerzas que tal vez nosotras tampoco tenemos una vez que se cierra la puerta de casa”, admite Imma.

“Hay mucha apatía”, continúa Antonella. “Hay quien se resigna y cree que es inútil luchar.  Aún no saben lo que significa sufrir, tener un hijo enfermo y verle morir. Piensan que a ellos no les ocurrirá”. Pina lamenta que le hayan quitado el derecho a ser madre. “Quería ver crecer a mis hijos, ocuparme de mi hogar y de mi familia. Era una madre y me he tenido que convertir en toda una experta de desechos, de leyes y de oncología”.

“No podemos parar ahora. En absoluto”, se hace eco Tina. “Es la herencia que nos han dejado nuestros hijos. Ellos han luchado porque querían vivir. No podemos decepcionarlos”. La primera reacción ante el luto, admite, es indiferencia hacia la vida. “Yo misma quería morir”, revela. “Luego sientes que los ojos de tu hija te están llamando. Los suyos y los de los otros niños que luchan contra la enfermedad, los de sus padres… Y te das cuenta de que no quieres ser cómplice de todo esto con el silencio”. Pina no puede más que asentir: “Mientras tengamos la suerte de continuar con vida, seguiremos gritando”.

El desastre medioambiental afecta a las provincias de Nápoles y Caserta. Foto / Mauro Pagnano.

El desastre medioambiental afecta a las provincias de Nápoles y Caserta. Foto / Mauro Pagnano.

Postales desde la Tierra de los Fuegos

El compromiso de las madres con la defensa del territorio empieza hace unos dos años por una iniciativa del fotógrafo Mauro Pagnano y del padre Maurizio Patriciello, el cura símbolo de la lucha contra el biocidio que padecen en Nápoles y Caserta. El fotógrafo y activista de la Coordinación Comisiones Fuegos retrató a las madres que habían perdido a sus hijos por enfermedades vinculadas a la contaminación, tras haber comprobado que casi todas habían dejado intactas las habitaciones de sus pequeños. Los habitantes de la zona utilizaron 150.000 copias de las fotos como postales que enviaron al presidente de la República italiana, Giorgio Napolitano, y al Papa.

Tina recuerda los primeros pasos con las otras madres. “Algunas de nosotras ya se habían conocido en los hospitales y luego volvimos a encontrarnos con el mismo dolor”, recuerda. “La iniciativa de las postales nos pareció una muy buena idea para que la ministra de Salud se diera cuenta de que estas muertes no se pueden achacar a estilos de vida equivocados. Lamentablemente, no fue así”. Los inicios, admite, no fueron fáciles. “Pensaban que estábamos locas y aún ahora hay quien nos acusa de habernos inventado todo o de movernos por dinero”, añade.

La iniciativa de las postales logró que las madres tuvieran un encuentro con el presidente de la República y que el Papa Francisco declarara su “cercanía espiritual a los habitantes de la Tierra de los Fuegos y de los Venenos” y reiteró su deseo para que el derecho a la salud prime sobre cualquier otro interés. Ida replica: “Los políticos nos acogen, nos hacen hablar, nos escuchan y ya está”.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 33, JULIO DE 2014

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