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Las neopaisanas de Cabranes

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Las neopaisanas de Cabranes

Una cooperativa afincada en Cabranes plantea modelos alternativos a la conciliación entre el trabajo y la vida privada de las personas que la componen. Andrés Rodríguez Monteavaro / Historiador

Una casa de Cabranes, donde jóvenes neorrurales han montado cooperativas y revitalizado el concejo. Foto / María Arce.

En la década de los años setenta, dentro de la llamada segunda ola feminista, surgió en Francia un nuevo término creado por la pensadora Françoise d’Eaubonne que sugería una interconexión entre la explotación de las mujeres y la degradación del medio natural inmediato. Esta corriente se denominó entonces ecofeminismo y ha venido transmutando y ramificándose en un sinfín de derivas teóricas que siguen tomando fuerza en la actualidad. Esto puede aplicarse también al mundo de la empresa como quiere demostrar Kikiricoop, la cooperativa neopaisana afincada en Cabranes que plantea modelos alternativos a la conciliación entre el trabajo y la vida privada de las personas que la componen.

Andrés Rodríguez Monteavaro / Historiador

La cooperativa surge de la unión de dos proyectos: Asturcilla, la crema de avellanas y cacao que compite contra la dictadura del aceite de palma, y Con-fusión Comidas, un catering con vocación ecológica que incluye un número considerable de opciones vegetarianas. Como explica María Arce, fotoperiodista reconvertida al sector agroalimentario, los miembros ya se conocían previamente de los movimientos ecologistas y feministas de Asturies, lo que les hace tener unos principios éticos y unas metas de futuro laboral y social similares.

Las cinco personas que conforman el proyecto tenían clara desde un principio la vocación por la transformación de la sociedad a través de una reforma en sus propias formas de vida. Para Arce, la autogestión del trabajo «no te hace salir de la precariedad, sino que te hace entrar en una dimensión diferente del problema, aunque éste sea preferible al del trabajo asalariado». «Aun así», continúa, «las perspectivas iniciales no se corresponden con la realidad posterior, chocando con un mundo regido por el patriarcado, la burocracia y el capital que nos impide desarrollarnos como nos gustaría».

Éxodo urbano

Una de las principales premisas de las cooperativistas es la de vivir en el campo, enraizados en el entorno, sin tener que desplazarse. Están por el decrecimiento, que pasa por volver a los modos de vida tradicionales con los avances del siglo XXI. «Solo viajamos para distribuir los productos o para realizar el catering, que es algo que por su propia naturaleza se tiene que mover, pero el grueso de las tareas las realizamos en Cabranes, permitiéndonos disfrutar de una calidad de vida que la ciudad de la que venimos no nos estaba aportando», explica María Arce.

El crecimiento exponencial de las iniciativas que apuestan por instalarse en el mundo rural está permitiendo crear redes de apoyo entre las diferentes cooperativas que suavizan los inconvenientes de vivir alejados de las principales zonas de distribución de productos, apostando por la realización de pedidos colectivos o adquiriendo las materias primas a empresas situadas en el entorno inmediato a los lugares de producción.

En el caso de Kikiricoop, las avellanas para la Asturcilla proceden del vecino concejo de Piloña y una gran parte de las verduras para el catering provienen de la huerta El Nocéu, en Sariegu. También de Trébole de Agua de Camoca (Villaviciosa) y la distribuidora Agroecoastur. Los huevos vienen de Ecojusto en Villaviciosa y la seta shiitake de Fungi Natur, en el mismo Cabranes.

El ahorro económico que se deriva de estas prácticas se une a los valores ecológicos y a la ruptura con la ideología que André Gorz teorizaba en su obra Ideología social del automóvil como el «egoísmo agresivo y cruel del conductor que, a cada instante, asesina simbólicamente a “los otros”».

La toma de decisiones se hace a través de asambleas semanales en las que cada una de las personas que forman parte del proyecto exponen ideas de innovación y debaten en torno a las problemáticas de trabajo. Uno de los elementos más interesantes en este término es que éstas finalizan con una sesión de análisis de las emociones personales en torno al proyecto, lo que denominan «ronda emocional», donde se hace un esfuerzo consciente por sacar las impresiones internas y por potenciar el trabajo de los cuidados en el ámbito laboral.

Las formas de financiación iniciales se realizaron a través de una inversión económica fijada a cada uno de los cooperativistas a las que se fueron uniendo nuevas formas de sufragar el proyecto para poder así dar el salto al mercado. Por un lado, Coop 57, una cooperativa financiera que realiza préstamos para proyectos de carácter social, aportó el crédito necesario evitando recurrir a los bancos tradicionales. Por otro, se recurrió también a la solicitud de subvenciones y ayudas a la Administración Pública, tanto a nivel local, con la concesión de un espacio en el vivero de empresas con un alquiler barato, como autonómico, solicitando apoyo de tipo económico.

Pero la forma de financiación más representativa, original y que les ha aportado un sustento vital para poder comenzar la andadura de la cooperativa ha sido la campaña de crowdfunding abanderada por el artista Rodrigo Cuevas. Gracias a ella, consiguieron casi 15.000 euros de aportación y, lo que es más importante, un apoyo y reconocimiento popular a su proyecto que les está sirviendo para abrirse puertas en el mercado agroalimentario asturiano.

Los cooperativistas de Cabranes optan por pedidos colectivos y compra de materias primas en el entorno. Foto / María Arce.

Ecofeminismo, la manada buena

El proyecto, formado por tres hombres y dos mujeres, parte con la idea clara de que la transformación del mundo rural a través de la implantación de su empresa ha de pasar por una concienciación del equipo en materia de género y cuidados. En este sentido, las cooperativistas se ven forzadas a la asunción de estas dinámicas a través de la crianza de los seis niños y niñas que conforman lo que se denomina «la manada, una familia numerosa no impuesta con la que hemos querido compartir nuestro destino» afirma Arce.

El trabajo con los más pequeños se realiza a través de una ludoteca que está gestionada cada día por uno de los miembros del equipo, liberando la carga de trabajo para el resto de las personas y descargando el peso impuesto a las mujeres en los roles tradicionales de crianza y conciliación laboral. «De esta manera», explica María, «se puede visibilizar la relevancia del trabajo de los cuidados dentro de una cooperativa, evitando delegar las responsabilidades comunes y ahorrando el dinero que nos supondría pagar por este servicio».

La ruptura con las anquilosadas dinámicas de opresión laboral patriarcal no es una tarea fácil para las cinco personas que conforman el proyecto, pero, tal como explican, «la parte fundamental es que todas tomamos conciencia de la importancia del feminismo en nuestras vidas y más concretamente en nuestro trabajo. Nos forzamos a hacer una discriminación positiva, que nos obligue tanto a los hombres como a las mujeres a asumir roles que nunca nos habíamos planteado desarrollar».

«La idea principal a futuros es», concluyen, «que todas las personas podamos asumir todas las tareas y que ninguno de los miembros sea parte imprescindible de la cadena de producción».

Neopaisanas

Uno de los principales elementos que han hecho que la cooperativa se popularizase ha sido la puesta en discurso de una etiqueta con la que se han autodenominado, erigiéndose ante la sociedad asturiana como abanderados del «neopaisanismo». Esta denominación surge por el rechazo a otros términos tradicionales como el de neorruralismo, en el que se engloba a un grupo heterogéneo de personas con diferentes intereses y provenientes de distintos colectivos que comparten como último fin la vuelta al campo.

«Que nos tachasen de una cosa u otra», argumenta Arce, «es negativo en el sentido de que no nos permitiría nunca formar parte del medio en que vivimos, representaría ese ellos y nosotros del que queremos huir. De esta manera decidimos buscar un término que hiciese broma con esos términos, que nos permitiese reírnos de nosotros mismos y de la imposición de clichés prejuiciosos».

Disquisiciones terminológicas aparte, el “neopaisanismo” es una fórmula de rejuvenecimiento de la zona rural amenazada con el despoblamiento, al margen de planes oficiales, impulsada por jóvenes que sienten apego a una tierra en la que no nacieron.

Aunque en la actualidad las cosas no vayan mal gracias a los factores económicos de inversión, ayuda, subvención y, sobre todo, a un duro trabajo por parte de las cooperativistas, se necesita aún que transcurran los primeros cinco años de andadura para conocer realmente si el proyecto es viable. Se plantean aumentar la variedad de iniciativas dentro de la cooperativa, pero por el momento prefieren esperar a ver consolidado el estadio actual.

«Lo que está claro», argumenta María Arce, «es que tanto la Asturcilla como las opciones vegetarianas y veganas del catering de Con-fusion Comidas gozan cada vez de más popularidad entre la población del centro de Asturies, haciéndonos ver que otra forma de hacer las cosas en el ámbito empresarial y agroalimentario es posible y que formamos parte del cambio hacia un mundo rural, ecológico, sostenible y feminista».

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 55, MARZO DE 2018

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