
Cristina Iglesias entre autoridades castellano-manchegas inaugurando su proyecto en Toledo, costeado en parte por Liberbank. Foto / Fundación El Greco 2014.
Luis Feás Costilla / Periodista. Si bien es cierto que la nueva Ley de Cajas de Ahorros y Fundaciones Bancarias no cita una sola vez la palabra cultura, también lo es que es un término sobrevenido y ligado desde siempre a los fines sociales de las Cajas de Ahorros, que siempre han ejercido esa labor de apoyo y refuerzo del entramado cultural que existe en el ámbito de sus competencias. Incluso algunas de las Cajas que están adaptándose a la nueva legislación, como es el caso de La Caixa de Barcelona, ya han redactado unos estatutos de su futura Fundación Bancaria en los que se especifica muy claramente que entre sus fines está el “fomento y desarrollo” de obras “culturales”, con expresa incidencia en “su obra benéfica, cultural, social y de asistencia”. Claro que esta entidad catalana siempre se ha distinguido por su especial delicadeza a la hora de trabajar los aspectos culturales, con los CaixaForum de Barcelona y Madrid como referencia para el resto de las Cajas de Ahorros.
Menos claro parecen tenerlo en Cajastur. El director de Relaciones Institucionales y Asuntos Sociales de Liberbank, Carlos Siñeriz, piensa que la cultura es un lujo más propio de épocas de vacas gordas, en las que la vuelta de capitales permitirá que los directivos y los políticos acometan actos culturales que les sirvan de “ostentación”, puntuales y sin que desvíen un milímetro de los verdaderos fines, que son siempre “los benéficos y asistenciales”.
Esta idea, que no casa del todo con una persona bien conocida por su afición a la caza mayor en países exóticos, contrasta aún más vivamente con la decisión del banco de dedicar nada menos que 1,4 millones de euros a la celebración este año del centenario de El Greco, el pintor manierista fallecido en Toledo en 1614. ¿En qué quedamos, en que hay dinero para asuntos culturales o no? La sorpresa es mayor si se descubre que la mayor parte de ese dinero va destinado a costear un solo proyecto, como es la instalación en la capital castellano-manchega de las tres fuentes realizadas por la escultora donostiarra Cristina Iglesias, inauguradas el pasado mes de abril, cuando Caja Castilla-La Mancha (CCM) es el agujero más negro de Liberbank y no forma parte propiamente del grupo, sino que fue adquirida por Cajastur con ayuda oficial. No hay razones que expliquen este desembolso, más allá de los beneficios fiscales que pueda obtener por tratarse de un centenario oficial. ¿Tendrá algo que ver con el cargo consultivo en la entidad, graciosamente remunerado, del marido de la presidenta de aquella Comunidad Autónoma, María Dolores de Cospedal?
Tres Aguas
Cristina Iglesias es, de eso no cabe ninguna duda, una magnífica artista, Premio Nacional de Artes Plásticas con una reciente exposición antológica en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, pero lo que se discute es, como siempre, las cantidades manejadas en una obra que al fin y al cabo es pública (cuesta llamar privadas a las actividades de un banco cuyos cargos de representación y gestión están ocupados sobre todo por políticos). El proyecto Tres Aguas, promovido por la Fundación Artangel y pagado además de por Liberbank por la empresa Acciona y, dicen, algunos inversores particulares, ha costado 2 millones de euros, cuando sus costes materiales no superan la décima parte de esa cifra.
Se da la circunstancia, además, de que Cristina Iglesias, viuda del también artista de renombre internacional Juan Muñoz, es la pareja actual del empresario mexicano de origen asturiano Plácido Arango, importante coleccionista de arte que fuera presidente de la Fundación Príncipe de Asturias y del Patronato del Museo del Prado de Madrid. Ya en su momento hubo cierta polémica al respecto por el hecho de que a la artista, nacida en San Sebastián en 1956, se le encargaran las puertas de bronce de la ampliación de la pinacoteca madrileña, proyectada por el arquitecto Rafael Moneo, aunque por entonces, 2007, el propietario de la cadena VIPS todavía no se había hecho cargo, tras el fallecimiento de su amigo y paisano Rodrigo Uría, de la alta representación del museo nacional, del que es vocal desde 1986. También es vocal, desde 1994, de la Fundación Amigos del Museo del Prado. Se desconoce, porque no se ha hecho pública, la remuneración que recibió Cristina Iglesias por la realización de estas puertas monumentales, que solo se abren en ocasiones especiales.
Sin sospechar que la financiación del proyecto por parte de Liberbank se deba a estas posibles relaciones peligrosas, los trabajadores de la Obra Cultural de Cajastur niegan la retórica de la empresa al sepultar por completo la actividad cultural, a la que aún está obligada por su carácter fundacional, con el pacato discurso (oportunista también) de que en esta época de carencias deben atender exclusivamente urgentes necesidades sociales, en detrimento de cualquier proyecto cultural. Se preguntan si no es la cultura también una necesidad social, por no hablar de la función crítica, educativa y de cohesión de la comunidad que ofrece el acceso libre y gratuito a la cultura, y hacen una propuesta de urgencia que parece incontestable: abrir al público su único centro cultural activo, el Palacio Revillagigedo de Gijón, con la exposición permanente de la colección de arte de Cajastur. ¿O eso también se lo van a quitar?
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 33, JULIO DE 2014
You must be logged in to post a comment Login