
José Alvarez en 1941 durante una expedición al río Sue-Nué.
La matanza este verano de decenas de indios yanomami, que se acaba de conocer a pesar de haberse producido el 5 de julio, evidencia la indefensión de los indígenas que perviven en América y su difícil relación con «el hombre blanco». La tragedia es al parecer responsabilidad de mineros ilegales brasileños (garimpeiros) y se produjo en el Estado de Amazonas de Venezuela, una zona tan aislada que se tarda seis semanas en acceder a pie desde el poblado más cercano, Parima.
Según las informaciones que se conocen, 80 yanomamis murieron cuando desde un helicóptero se disparó contra la choza circular (shabono) en la que vivían. Días antes garimpeiros habían secuestrado a una mujer yanomami que fue rescatada por por los suyos.
Este incidente es el más reciente de los ocurridos en los últimos años entre esta tribu, que aún vive como en la prehistoria, y los mineros colonizadores. En 1993 fueron asesinados 16 indígenas y en 2008 murieron otros 5 intoxicados por el mercurio que utilizan los mineros en sus explotaciones, que también contamina suelos y ríos de la zona, fronteriza entre Venezuela y Brasil.
Los yanomami necesitan un amigo entre los «hombres blancos» como lo fue Apaktone, un misionero y aventurero español que logró establecer una relación directa y afectiva con los indios del Alto Amazonas cuando padecían parecidas agresiones, también a causa de la codicia, en este caso provocada por la comercialización del caucho. ATLÁNTICA XXII contó su increible historia en su número 15, en julio de 2011. Reproducimos ahora el artículo de T.S. Norio y Manuel García Noriega, que conoció la historia directamente de los indios que trataron a Apaktone.
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