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Atlántica XXII

Luis Antonio de Villena:“Estados Unidos es igualitarismo y populismo en masa”

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Luis Antonio de Villena:“Estados Unidos es igualitarismo y populismo en masa”

Luis Antonio de Villena en Madrid, donde vive. Foto / Isabel Permuy.

Su erudición es cercana, su lenguaje lujoso, sus libros iluminadores. Luis Antonio de Villena (Madrid, 1951) es columnista, ensayista, poeta, novelista y, por encima de todo, estudioso de los márgenes y sus tantos ejemplos de esplendor marchito o de la furia de los vencidos por las fauces ingratas de la disciplina artística (Oscar Wilde, Kavafis, Lord Byron, los fantoches de Fin de Siglo, los lucernarios de olvidados como Álvaro de Retana o Lord Dunsany…). En idéntica temperatura a los anteriores llega ahora un libro nuevo, transgresor y no menos emblemático: Nueva York/Babilonia, los años de la edad maldita (Stella Maris Editorial): la cohorte de Warhol, Lou Reed, Ginsberg, Bowie… en la que estaba llamada a ser “la ciudad más moderna del mundo”. Abróchense los cinturones. Villena, autor de más de cien libros, se torna callejero, lunar y tan polémico como brillante.

Diego Medrano / Escritor.

Sugiere que, tras el Mayo del 68 francés, lo nuevo, no sé si lo bueno también, solo podía estar en Nueva York.

París fue la capital de una época culta y poderosa hasta el 68. Ocurre el declive de corrientes como el Estructuralismo, demasiado árido. Las miras estaban puestas hacia Berlín, pero todavía no estaba unificado. Nueva York, gracias a la impronta “beat”, se convierte en emblema de la vida libre, literaria. El lugar del cine, de la libertad en el sexo y la moral gracias a las drogas, del arte en sintonía con la moda… Nueva York, por aquellos años, ganó al Swinging London. Hasta Los Beatles acabaron allí.

Sintetiza dos corrientes de la llamada Contracultura: por un lado los “hippies” de San Francisco en combinación con los “beats” y, de otro lado, los modelos y prostitutos chic del Village neoyorkino.

Efectivamente. El ideal del joven bisexual o pansexual nace aquí. Los jóvenes modernos y callejeros no son estetas de salón que se protegían entre ellos. Aparecen los chicos malos de ojos maquillados. Es otra bohemia, porque la bohemia siempre cambia de piel y de formas. No a la manera de Rimbaud y de Verlaine, sino de gente libre que hace vida libre. Se trata de una continuidad pero su fondo persevera. Una bohemia donde el dinero no es lo prioritario. La Contracultura no era encontrar un empleo, acabados los estudios, sino seguir lo más posible de estudiante. Eso continuó muchos años: en mi época todavía, acabados los estudios irte a Noruega a malvivir en una pensión miserable y seguir formándote. La vida debía ser apasionada. Lo más importante el viaje, más interior que exterior. Los “beats” nacen en Nueva York, pronto se van a San Francisco y no abandonan un instante su nomadismo, hasta el Tánger de Bowles o el México donde Burroughs dispara a su mujer en la cabeza por un juego…

Warhol, Patti Smith y Lou Reed

Todo parece empezar con Warhol, lo precario de su Factory y esa concepción del artista como aquel destinado a reproducir los iconos de la sociedad capitalista.

Warhol empieza como pintor retocando fotos o pintándolas, hasta llegar a los célebres retratos de Marilyn. En la primera Factory, donde no había un duro, es él quien da, por así decir, el carné de moderno. Un moderno al uso debía pasar por allí. El “underground” jamás se extinguió en ellos: Ginsberg solo al final de su vida consigue vivir de sus derechos de autor, y vive muy precariamente la mayor parte de su vida, vistiendo ropa de segunda mano, en un apartamentito barato del Village. Warhol, después de los cuadros, comienza a hacer cine de muy difícil filiación: chicos comiendo, chicos durmiendo… lo contestatario y lo raro se aunaban en una forma de vida muy específica.

Equipara a Patti Smith con Rimbaud y de Lou Reed destaca su condición gay.

Patti Smith comienza imitando a Rimbaud, la extrema delgadez era en ella una puesta en escena. Lou Reed comienza su carrera cantando a los chaperos de San Francisco, aúna el mundo gay con la heroína, y tienes que darte cuenta de que su carrera se interrumpe diez años, donde intenta curarse, desintoxicarse, lo que quizás lleva también a un cambio mental, casándose después con mujeres. El “glam” no es más que imitar el llamado “glamour” femenino: el maquillaje, las lentejuelas, la pedrería, los vestidos de brillantes o plumas… todo se estabiliza cuando llega Bowie y comienza a hablar de no tener sexo, de ser un marciano que viene de otra galaxia, porque es una época donde se juega con los sexos. Uno puede ser tanto él como ella. Se prefiere, como panorámica de época, lo bisexual a lo gay, lésbico o heterosexual. Son los años del amor libre.

Andando el tiempo, ¿tomaría todo eso La Movida madrileña?

En La Movida, que yo la viví mucho e hice su retrato en Madrid ha muerto, la gente me preguntaba por la calle después de haber leído el libro si aquello había sido verdad… Pero La Movida fue mucho más frivolona, mucho más en broma. Almódovar es más intrascendente, más divertido, no es la figura de Warhol. La Movida fue mucho más un chiste que un verdadero intento por conquistar la literatura o el arte. Detrás de los “beats”, por ejemplo, está la vindicación de los derechos homosexuales, de formas muy serias de vida, de otra vida posible dentro de los barrotes de la sociedad capitalista. Incluso cuando Warhol se rodea de modelos para las fotos, lo hace porque vende, no con la pretensión de la carnavalada.

El hedonismo bohemio

Luis Antonio de Villena acaba de sacar un nuevo libro. Foto / Isabel Permuy.

El término “beat” viene, como apunta en el libro, del jazz y vale como compás, ritmo o redoble. ¿Qué competería en lo íntimo? ¿Qué uniría a Kerouac, Ginsberg, Carr, Cassady, Orlovsky, Burroughs…?

El rechazo de los valores de la sociedad burguesa, en primer término, la búsqueda de las innovaciones en todos los órdenes, las drogas como divertimento pero también como experiencias mentales y psíquicas, como nuevos estados de conciencia… la permisividad moral: el sexo es bueno y no tiene fronteras. El rechazo al capitalismo de la vida americana. Dar poco valor al dinero y pensar el futuro no en términos de estabilidad sino de aventura. Lo importante era autorrealizarse en la vida y no formar una familia y cuidar del previsible provenir de los hijos. El taoísmo chino o budismo zen de Japón, que son también modelos de meditación y de vida, sin ideas de pecado. La experiencia espiritual, como nunca en la historia, se alía con el ya comentado propósito antimaterialista. El hedonismo bohemio sería una señal para los jóvenes de un mundo nuevo que comienza y la materia de tres libros clásicos: En el camino (Kerouac), Aullido (Ginsberg) y El almuerzo desnudo (Burroughs).

Las pretensiones intelectuales son también rupturistas…

Por supuesto, el lema de Kerouac estaba muy vivo: “No tengo nada que ofrecer salvo mi propia confusión”. El orbe hippie de los sesenta, en los setenta es ya “underground” y rock alternativo, cine distinto, explosiones de libertad sexual, cocaína y heroína, pero también marihuana, yagé, peyote… Comienza el joven que, como en el poema de Hilda Doolittle, no quiere conocer las reglas y se declara explorador de lo desconocido. Comienza el joven que quiere hacerse una imagen y escoge lo andrajoso, a la manera de Warhol, una gabardina sucia, unas playeras y dos pelucas. Al mismo tiempo, ese reino de la fría banalidad, el vago aire de pobreza buscada. Warhol odia el expresionismo abstracto de entonces: Pollock, De Kooning, pintores clásicos de taller y pinceles. Warhol se considerará toda su vida eminentemente norteamericano porque Estados Unidos es igualitarismo y populismo en masa. El país del consumismo y la repetición, donde él reproduce las cosas que ama: las botellas de Coca-Cola o las latas de sopa.

Surgen las películas, pienso en Trash (1970), donde lo marginal lleva parejo los chutes de heroína y las dificultades de supervivencia…

Es el joven extraviado, transgresor pero feliz, ya aludido. Little Joe, al que canta Lou Reed, es el emblema del “Bi-curioso”. Conocer la vida era lo prioritario. La vida marginal podría ser otro ángulo. Little Joe posó para el fotógrafo Mizer como “beefcakes”: tíos cachas que posaban en las playas como pasteles de carne. Se podía ser guapo, seductor, y además prostituto sin desdoro. La cantante Nico, Dallesandro, Morrisey son warholianos menores y ocupan un capítulo en el libro. El mundo de cambio empezó a cerrarse con la llegada en los ochenta de la cerrazón conservadora de Margaret Thatcher, Ronald Reagan o Juan Pablo II. El Nueva York maldito echaba el telón como aquellas atrevidas discotecas en las que se podía ver desde el piso de arriba, donde la gente hacía sexo con toda libertad, a los danzarines de abajo bajo el influjo del alcohol y los psicotrópicos.

Patti Smith canta en un tema “Me golpeas con una flor”.

Nueva York fue la ciudad real del “Prohibido prohibir”, de las drogas a granel, de los lugares sagrados del sadomasoquismo, de la nueva bohemia, pobre pero azul. Todo debía poseer maquillaje y aires malévolos. Aquí las discotecas de modernidad y transgresión de los primeros setenta siempre cerraban con el tema “Vicious” de Lou Reed y todos poníamos aires de chicos malos con los ojos maquillados y propensión a cualquier sexo y a alguna placentera droga. La noche, como después cantó Springsteen, solo pertenecía a los amantes. Patti quiso fusionar “beat” y “punk”, dos referentes del Nueva York y la cultura radical de la época.

No da tiempo para más. Quedan en el tintero Mapplethorpe, Sid Vicious, Basquiat, Lennon, John Rechy, Jagger… Si Lou Reed, a su manera, quiso trasladar la sensibilidad de la novela americana al mundo rock, en un pretendido intento de “rock intelectual”, como se señala en el libro, Luis Antonio de Villena produce el auténtico enjambre de climas de la época: los años en los que los drogadictos se enamoraban de otra forma, los jóvenes soñaban en voz alta, el sexo no se discutía, todos los inadaptados acababan con cirrosis y brillaba el oro, con mucho de sintetizador eléctrico distorsionado, entre las sombras. No es una novela sino una autopsia. Todo existió, vaya si existió, y traía ritmo y perfume de espuelas.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 48, ENERO DE 2017

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