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Atlántica XXII

Manzanares: “Algunos políticos opinan del Tabularium sin conocerlo”

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Manzanares: “Algunos políticos opinan del Tabularium sin conocerlo”

Francisco Manzanares en el Tabularium Artis Asturiensis, con la portada románica de la iglesia de San Juan de Oviedo al fondo. Foto / Imanol Rimada.

Se cumplen 70 años de la fundación del Tabularium Artis Asturiensis, obra de toda una vida del que fuera Cronista Oficial de Asturias, Joaquín Manzanares (1922-2003). Desde su fallecimiento, este museo privado de Oviedo, que supera por el valor de sus piezas a muchos públicos, es conservado por su hijo Francisco y su familia, ya un poco cansados de luchar para que sea un patrimonio compartido en el que, cuanto menos, se reconozca la labor de su progenitor. El último episodio de este tira y afloja con la Administración es el inicio del procedimiento para la inclusión en el Inventario de Patrimonio Cultural de Asturias (IPCA) de la lápida de Augusto del Cabo Torres, quizá la pieza más importante del Tabularium, lo que impediría su exportación.

Luis Feás Costilla / Periodista.

¿Es la inclusión en el IPCA del ara de Augusto toda una declaración de guerra?

No. Creo que el IPCA se inició el año 2012, es público en Internet, actualmente debe de estar formado por mas de doscientas páginas e incluir mas de un millar de piezas. No es un episodio de ese “tira y afloja”; la situación actual puede deberse al normal crecimiento del Inventario, o que se haya iniciado ahora el proceso legal para incluir el conjunto de piezas que publicó la prensa. El Tabularium nunca vendió nada, ni tiene intención de hacerlo, sino todo lo contrario, siempre adquirió, dentro de sus posibilidades, aquellos objetos que, estando a disposición del mejor postor, tuvieran interés para el patrimonio asturiano. Ya hace más de treinta años que mi padre remitió al Principado una relación muy amplia de los fondos del Tabularium. Por otra parte un bien incluido en el Inventario creo que se puede poner a la venta, solo que el Principado tiene derecho de tanteo.

La opinión de la directora de los Museos de Gijón, Paloma García, de llevar para Gijón todas las piezas que sean de allí, manifiesta un deseo que no creo tenga justificación legal. Lo que hay que hacer es proteger las piezas, estén donde estén. ¿Por qué la lápida del emperador Augusto tendría que estar en el Cabo Torres? Tampoco tengo nada en contra, pero sí de dividir el Tabularium, que tiene que permanecer unido. Y lo del inventario es un poco surrealista, porque o cuentas con la buena voluntad de la gente o no hay nada que hacer. En la prensa solo citan al Tabularium, a la familia de Justo del Castillo y a los dueños de la inscripción depositada en Veranes, como si no hubiera otras colecciones y piezas importantes en manos de particulares.

¿Es la lápida de Augusto, a la que Jovellanos llamó “ara sestiana”, la pieza más valiosa del Tabularium?

No estoy seguro de si es una de las tres “aras sestianas”, aunque por supuesto no voy a discutir a Jovellanos. Pero desde luego es el epígrafe de un monumento que se erigió en el Cabo Torres y en muchos sentidos es la pieza más valiosa, aunque creo que la principal aportación de mi padre fue el descubrimiento de la iglesia prerrománica de Santa María de Bendones en 1954, que fue declarada Monumento Nacional, a pesar de que luego no estuviera de acuerdo con el arquitecto que la reconstruyó. Se sabe que el ara es de principios del siglo I y en ese sentido sí que es muy importante. Mi padre decía que era como la tarjeta de visita de Asturias y por supuesto tendría que haber sido el símbolo de Gijón. Desde luego, como pieza es muy buena, son dos mil y pico kilos de mármol, con una letra mayúscula imperial muy perfecta, que cuenta cosas importantes para la historia romana y muy importantes para la asturiana. Fue rocambolesca la forma que tuvo mi padre de hacerse con ella, pagando poco más que la propia Administración de entonces que la rechazó por una diferencia mínima.

Se dice que el Tabularium se compone de 500 piezas, de la Prehistoria al Barroco, algunas tan impresionantes como la portada románica de la iglesia de San Juan de Oviedo del siglo XIII. Y luego están todos los archivos, los documentos…

Lo de las cifras no puede ser más que una estimación. De Prehistoria hay unas 10.000, así que ¿dónde quedan las 500? Ese medio millar son solo las piezas singulares, entre las cuales una que destaca, ciertamente, es la portada de la antigua iglesia de San Juan. Hay unos 100.000 documentos gráficos en su mayoría negativos, fotografías, diapositivas y placas sin positivar. Es un archivo que no tiene nadie, desde el año 1947, interesante también desde el punto de vista etnográfico.

Que pide a gritos una digitalización.

Pues sí, a grandes gritos. Hay diapositivas que empiezan a destintarse y a perder los colores. Es fundamental informatizar eso, pero, claro, no podemos hacerlo solos. Hubo una empresa de Madrid que se interesó, pero querían los derechos de reproducción y para nosotros no es suficiente con salvar los originales, aunque sería, desde luego, lo primero que habría que hacer, de eso se da cuenta cualquiera. Tampoco podemos ceder las imágenes graciosamente, y el archivo tiene su propiedad material e intelectual.

El Tabularium guarda 10.000 piezas prehistóricas. Foto / Imanol Rimada.

En el nombre del padre

¿Qué demanda exactamente para el Tabularium?

Que se incorpore al Patrimonio Asturiano, que se musealice, que permanezca unido, y una compensación por el esfuerzo realizado. No creo que debamos demandar más. Al revés, la oferta tiene que venir del otro lado. El Tabularium se creó para recoger cosas que se hubieran perdido si no llega a intervenir mi padre. Eso fijo. Se hizo y se reunió para eso, para conservarlo. Y el primer requisito es que la gente pueda verlo y estudiarlo de la mejor forma posible. El segundo, que no se disperse, porque el esfuerzo de mi padre fue precisamente que el conjunto no se dispersara y que muchas piezas acabaran por ejemplo en América. Si no se expone mejor de lo que está expuesto aquí no interesa hacer nada.

¿Y esa exigencia de que se integre en el Museo Arqueológico de Asturias?

Mi padre siempre se negó, por el agravio recibido cuando fue nombrado director, si eso no hubiera ocurrido el Tabularium no existiría. Por otro lado ¿dónde, si no hay sitio? Allí solo se exponen la mitad de las cosas que había, y eso que lo ampliaron. El Tabularium no cabe allí, si se muestra con cierta extensión. Es una locura. Si amplías un museo, lo importante son las piezas. Hay una filosofía que no comparto de que solo hay que exponer las piezas más significativas, las que más llaman la atención. Estoy en contra: el museo hay que conectarlo con el pueblo, hay que exponer también las piezas locales, más populares a las que siempre ha tenido acceso. Si solo expones lo perfecto, la gente no conecta y se desliga de los museos.

Un espacio bueno y una solución posible sería la actual Facultad de Psicología de Oviedo. Si se traslada como decían al Hospital Central quedaría liberado un edificio maravilloso para llevar el Tabularium completo.

Es que es la expansión natural del Museo Arqueológico. Ahí sí podría exponerse. Imagínate qué conjunto se podría hacer en la plaza de Feijoo. Pero si el Tabularium se integrara ahora mismo en el Museo Arqueológico, ¿dónde lo pones? Mira de qué manera está colocada la copia de la lápida de Augusto. Físicamente no es posible.

Usted siempre afirma que el Tabularium da para hacer un museo de seis o siete salas.

Mucho mejor que cualquiera de las decenas de museos que se han creado recientemente.

¿Alguna vez ha pensado en el sitio ideal para exponerlo?

Desde luego la Facultad de Psicología sería uno de los emplazamientos ideales, con la colección integrada pero diferenciada del Museo Arqueológico, dejando constancia de la procedencia de las piezas. Las personas también tienen importancia, aunque no duren tanto como las piedras. El nombre de mi padre perdurará por su aportación científica escrita, pero el Tabularium es parte fundamental de ella y testimonio de una época. Como sede se habló de muchos sitios, como el monasterio de san Pelayo en Oviedo, donde estaba el Archivo Histórico. Se habló del antiguo Café Español, de la antigua Fábrica de Gas, de la fábrica de la Vega. Pero no solo en Oviedo. El Tabularium es un archivo de arte asturiano y no tiene por qué estar en Oviedo obligatoriamente, aunque de una forma u otra dependiera del Museo Arqueológico de Asturias. Podría estar en Gijón o en Avilés o en cualquier otro lado. Cuando compramos la lápida de Augusto en los años sesenta se pensó en la Casa Natal de Jovellanos, en Gijón, que hubiera estado muy bien. También en el edificio de la Tabacalera, pero la propuesta quedó en nada. Avilés podría transformar el Museo de la Ciudad en un museo arqueológico y artístico importante o instalar el Tabularium de modo independiente. Me da igual, siempre que se mantengan los principios del asunto y haya una indemnización seria y digna.

Francisco Manzanares con la lápida de Augusto, la pieza más importante del Tabularium. Foto / Imanol Rimada.

Una cantidad honorable

¿De cuánto estamos hablando?

No hay ninguna cifra. Si quisiéramos sacar dinero mi padre lo hubiera vendido y se hubiera hecho rico. No se trata de especulación, sino de indemnización a la familia, por su trabajo. Claro que no puede ser una cantidad ridícula. Llevamos 70 años conservándolo, esta casa en la que se guarda se hizo exclusivamente para eso… La cifra siempre variaría en función de lo que se nos ofreciera como destino de la colección y no sería ningún problema para la Administración, siempre que fuera, como decía un amigo, “una cantidad honorable”. ¿Cuánto? Nunca se habló de una cifra concreta.

¿Podría hacer un relato breve de cuál ha sido el proceso desde que murió su padre?

Vicente Álvarez Areces, ‘Tini’, vino aquí cuando todavía vivía mi padre porque le obligó a hacerlo, porque reclamaba para una exposición en Gijón lo que no había visto en persona. Era entonces alcalde. Cogió el coche y nos hizo la visita solo, sin nadie más. Aunque es de ciencias, con su olfato característico vio la importancia de todo esto y empezó a proponer ideas, que esperábamos que se concretaran cuando fue presidente de Asturias. Con el consejero, Javier Vallina, aunque se había avanzado en las conversaciones, el proceso quedó interrumpido tras el fallecimiento de mi padre. Nos mandó una carta de pésame y un resumen de aquellas desde su punto de vista, quedamos a disposición pero no hubo respuesta. En el tiempo de la consejera Ana Rosa Migoya, se puso en contacto el director Carlos Madera, hablamos, se acordó redactar dos documentos como punto de partida, uno el Tabularium con condiciones para la cesión, otro la Consejería con los supuestos legales que la afectarían, remitimos el nuestro y, como ni la consejera ni el director conocían el Tabularium, ni contestaron. Tres años más tarde Adolfo Rodríguez Asensio envió una carta para reanudar las conversaciones, se contestó quedando a disposición y, una vez más, no hubo respuesta. Con Emilio Marcos Vallaure, que era y es secretario del Tabularium, se habló cuando llegó a consejero: aunque había dificultades económicas, se planificó empezar por la digitalización del archivo fotográfico, en un acuerdo con el Museo del Pueblo de Asturias que sería depositario de los fondos, pero faltó tiempo con la prematura disolución del Gobierno de Francisco Álvarez-Cascos.

¿Y dice que Javier Fernández y Wenceslao López tampoco conocen el Tabularium?

Qué va. Con Javier Fernández nada, han sido tiempos complicados y aún quedan dos años de legislatura. El alcalde de Oviedo manifestó en la campaña electoral abrir el Tabularium para que pudieran visitarlo los turistas. Es lo que pasa cuando hablas sin conocer. Esto es una colección privada, y no tengo que explicarle a nadie lo que es la propiedad privada y cómo funciona esto. Ni lo que es la propiedad intelectual, aunque siempre hay alguno que viene aquí a buscar datos. También se dice que la Iglesia es de todos los cristianos, pero vete a pedir un santo para ti.

¿Qué futuro le espera entonces al Tabularium?

Yo aguantaré lo que pueda, pero en diez años desaparezco del mapa y queda otra generación que está mucho más alejada de todo, con otras historias, que ha tenido que irse a vivir fuera a trabajar y ha visto que esto es un pozo sin fondo que, hagas lo que hagas, cuesta un dineral. Y los problemas que da. En esta casa vive mi madre, que tiene noventa años y ya no la puede atender. Esto requiere un costoso mantenimiento añadido. Hay algunos que nos reprochan que hubiéramos querido vivir de ello. ¿Qué hubiera habido de malo? Yo -como mi padre primero y después toda la familia- tuve que buscarme la vida, hacer oposiciones, trabajé como profesor en la Universidad Laboral durante treinta años y le voy a dejar más perres a mi hija que las que dejó mi padre. Y luego está esa cantinela terrible de que todo esto fue robado, como cuando se habla del “dudoso origen de las piezas”. Si fuera robado no sería dudoso: se robó o no se robó. Y si hubiera delito ya estaría prescrito. Aquí hay documentos de casi todo, menos de los regalos. Hay hasta actas notariales.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 53, NOVIEMBRE DE 2017

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