Afondando
Ordenadores escolares al servicio de las multinacionales
Pablo Huerga Melcón / Filósofo y profesor de Instituto.
En 2000 se puso en marcha un proyecto de integración de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en la enseñanza pública asturiana, llamado Asturias en la Red. Este proyecto consiguió distribuir entre todos los centros educativos una importante dotación informática estándar que se pretendía implantar como modelo para cualquier aula de informática que los centros tuvieran o fueran montando en el futuro.
Junto con esta dotación, se proporcionó a todos los centros un acceso a Internet y una serie de servicios informáticos sorprendentes para la época y muy innovadores. Se otorgó a todo el alumnado y profesorado una identidad digital con nombre de usuario y contraseña que permitía el acceso a una serie de servicios que fueron creciendo con los años dando respuesta a muy diversas demandas: desde el correo electrónico, la comunidad de Educastur, que recogía todo tipo de materiales y recursos didácticos, herramientas de trabajo colaborativo, documentos oficiales, programas, etc.; un hosting para las webs de los centros y, más adelante, los blogs de Educastur, basados en WordPress y gratuitos, que generaron miles de páginas de contenidos educativos realizados por profesores y alumnos asturianos, así como el famoso Campus educativo basado en Moodle (también software libre).
Hubo intentos desastrosos de montar plataformas educativas con Microsoft o incluso con plataformas inventadas ad hoc que fracasaron de manera estrepitosa. Pero el Campus de Educastur ha dado la posibilidad de trabajar de manera colaborativa, con agenda escolar, calificación, libro de texto on-line y todo tipo de recursos de Internet integrados, a toda la comunidad escolar, y por supuesto, accesible para los padres, que pueden consultar notas, correcciones y comentarios. Miles de estudiantes y profesores trabajan en esa plataforma, pueden compartir documentos, preguntas, test, contenidos y cursos completos entre ellos, dando lugar a sinergias estupendas. Moodle es además la plataforma educativa más utilizada en las Universidades en Europa y América y, por supuesto, también en la Universidad de Oviedo.
Ahora bien, todos estos servicios requieren de la instalación y mantenimiento de potentes servidores en Oviedo que den cobertura a tanto trabajo. El problema es que desde hace ya varios años las labores de mantenimiento se están abandonando de manera escandalosa. La plataforma del correo electrónico, por ejemplo, lleva sin actualizar mucho tiempo, y eso genera problemas de uso absurdos, que serían fáciles de resolver, desde luego, si hubiera voluntad política. Algo parecido sucede con el servidor de los blogs, sin actualizar desde hace años. Igualmente, Campus languidece sin actualizaciones ni mejoras que están a mano de cualquier usuario, gratuitas, para ser usadas.
Este abandono, que tiene que ver con cambios en la organización institucional del Principado y está relacionado con el traspaso de todas las competencias informáticas de Educación al ámbito de la Administración Pública, ha deteriorado el servicio hasta tal punto que resulta ya casi imposible utilizarlo de manera adecuada. Piénsese que era posible en su momento incluso hacer exámenes on-line en pleno horario escolar. Sin embargo, ahora mismo el uso de estas herramientas es incierto: si consigues conectar los ordenadores, la conexión falla de manera aleatoria, haciendo imposible el trabajo en línea con garantía y calidad. Los profesores más vanguardistas empiezan a desesperar en el uso y cunde el desánimo y la búsqueda de cualquier tipo de alternativa para seguir innovando en el campo de las TIC.
Pistas digitales
Como muchos de los equipamientos que se han distribuido a los centros quedan infrautilizados debido a las dificultades en las conexiones a Internet, así como al mal funcionamiento de estos servicios informáticos, el resultado es que cada centro escolar, en virtud de sus propios criterios, comienza a hacer uso de los servicios digitales gratuitos disponibles en la Red, atomizando objetivamente el desarrollo del trabajo digital de la comunidad educativa asturiana.
El uso de estas herramientas desde luego puede ser interesante desde un punto de vista complementario en el desarrollo del trabajo, pero pasa de ser complementario a ir paulatinamente convirtiéndose en algo central. El desplazamiento de trabajo hacia sectores privados que hoy ofrecen los servicios es cada vez más llamativo y debería servir de advertencia a los responsables de la Educación asturiana. Muchas empresas ofrecen servicios de recursos on-line educativos que resultan estar, curiosamente, basados en las mismas tecnologías de software libre que tenemos a nuestra disposición, por ejemplo Moodle, y que por falta de mantenimiento no podemos utilizar.
En ocasiones, portales digitales ofrecen sus servicios de manera gratuita, pero esta gratuidad no se produce por un altruismo ingenuo. En el mundo de las empresas de servicios de Internet nada se hace gratis. Pero ¿qué es lo que podemos ofrecer nosotros a cambio de esos servicios, si se nos ofrecen de manera gratuita?
Para contestar esta pregunta debemos hacer una pequeña reflexión sobre lo que es Internet y cómo funcionan los portales de servicios y páginas web. Todos los servicios basados en la intervención de los usuarios, todos los portales que requieren identificación digital, trabajan sobre sistemas de bases de datos gestionadas por potentes servidores que conforman esencialmente la estructura de nódulos que constituye lo que hoy consideramos Internet.
Debemos olvidarnos de la vulgar idea de que Internet es una red de conexión entre “mi ordenador” y “otro ordenador” situado en otro lugar. Cuando entramos en Internet lo que hacemos, en realidad, es conectarnos con servidores donde dejamos la información que vamos a compartir con otros usuarios, y ahí mismo se conectan los demás usuarios que acceden a las mismas web y comparten nuestros datos. Esto significa que la información que compartimos queda ubicada inevitablemente en servidores que la organizan y estructuran en sistemas de bases de datos, vinculados necesariamente a los datos de usuario que hemos introducido. Así, una vez que el usuario ha borrado de su equipo, en su web, red social, etc., los datos que no quiere mantener, sin embargo nunca desaparecen de los servidores donde los guardamos. Simplemente, quedan invisibles para los ordenadores “clientes” que acceden a la web de referencia.
Ahora bien, además de la información, diríamos consciente, o subjetiva, que vamos colocando asiduamente en los sistemas de bases de datos de las redes de servidores que nos dan servicio, hay una gran parte de la información que dejamos “en la red”, esto es, en las bases de datos, que es inconsciente, u objetiva, y no depende de nuestra voluntad. Sobre todo a través del uso de los móviles, mucha de la información que generamos es, digamos, inocente. Los gurús de la ingeniería de los macrodatos llaman a esta información “pistas digitales”. Son los rastros y las huellas que dejamos cuando conectamos con nuestras redes sociales preferidas, si lo hacemos con el móvil, o con el ordenador, dónde lo hacemos, a qué hora, etc., información que no decidimos dejar, pero que ahí queda, junto con todo lo demás.
“El producto eres tú”
Según el análisis de Alex “Sandy” Pentland (director del Laboratorio de Dinámica Humana del Instituto de Tecnología de Massachusets) en Investigación y Ciencia de enero de este año 2014, “Una sociedad dirigida por datos” (pág. 46-51), todo intento de organizar los servicios a través de entes públicos (es decir, del Estado) está condenado al fracaso. Los Estados son estructuras caducas que deben dejar su lugar a las nuevas empresas gestoras de los macrodatos. Serán los macrodatos los que mejor determinarán el despliegue de la política, y lo más conveniente a la sociedad. Porque los macrodatos ofrecen resultados objetivos de las tendencias subjetivas de las personas en su despliegue vital. Es como si se pretendiera dejar en manos de las estadísticas y las tendencias objetivas resultantes de nuestras acciones conscientes e inconscientes una especie de criterio de democracia objetiva, que podría imponerse incluso a nuestra voluntad consciente.
De alguna manera, todos asumimos que con el uso de los Smartphone, por ejemplo, nuestras actividades personales asociadas a nuestro móvil quedan recogidas en las bases de datos de las empresas proveedoras, no tanto las compañías telefónicas, cuanto las empresas que ofrecen el software de los móviles, por ejemplo. Android supone tener una cuenta personal de Google en nuestro móvil de manera que la base de datos de sus servidores recoge toda la información relativa a nuestra actividad con nuestro móvil. Lo mismo ocurre con las tabletas y otros dispositivos, sobre todo desde que Microsoft comenzó con los nuevos sistemas operativos después del Windows XP, porque desde entonces se exige introducir una cuenta de usuario de Outlook. Y en Apple ocurre lo mismo con sus propios equipos.
Así las cosas, la amplificación de los datos generados por cada uno de nosotros en sistemas de bases de datos de servidores interconectados está generando una especie de Gran Hermano invertido, es decir, que no necesita estar mirándonos sistemáticamente como pretendía George Orwell en 1984, sino que con tranquilidad recibe puntualmente información concreta y precisa, consciente e inconsciente, de todo cuanto realizamos a través de los móviles y cuanto sin realizarlo explícitamente queda recogido.
Estas grandes masas de información atomizada, personalizada, y acumulada, son un buen negocio para todo tipo de empresas, sobre todo las empresas de servicios, particularmente sanitarios y educativos. Por esta razón, los servicios que se ofrecen gratuitamente a los usuarios se ofrecen porque esos usuarios no son solamente las personas que se benefician sin pagar, sino fuentes de información, es decir, parte del alimento con el que estas empresas luego pueden seguir haciendo negocios. Al fin y al cabo, los usuarios se convierten en parte de la mercancía con la que trajinan las empresas. Como dice Michail Bletsas: “Debes saber que si un servicio es gratuito el producto eres tú”.
Este volcado de datos es impresionante y manifiesta el mismo esquema general que parte de que el deterioro de los servicios públicos abre en los usuarios un desprecio y desconfianza cada vez mayor hacia lo público y les convence de que la privatización de estos servicios no solamente es inevitable, sino además necesaria y beneficiosa para todos. A costa, es necesario advertirlo, de convertirnos en mercancía al servicio de las multinacionales de la información.
Así pues, se hace cada vez más necesario que los Estados afronten el reto de organizar sistemas de información públicos, independientes de estas multinacionales, y que regulen el disparatado proceso de acumulación de capital informativo que antes o después se dirigirá contra los propios Estados. Si queremos una enseñanza pública de calidad, tenemos que apostar por ofrecer a los usuarios de la comunidad asturiana servicios públicos digitales que preserven nuestros datos educativos del meganegocio internacional de los macrodatos.
Hoy, Asturias cuenta con suficientes ingenieros informáticos capaces de gestionar estas plataformas educativas y promocionar un despliegue público e institucional de los servicios más avanzados en el uso de las TIC en el aula, que preserve nuestra soberanía informativa.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 36, ENERO DE 2015

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