Afondando
Padres de acogida, cuando la solidaridad tiene un coste

Padres de acogida del Principado a la puerta de la Consejería tras la reunión mantenida el 11 de abril con responsables de la Administración. Foto / Iván Martínez.
A ninguna familia de acogida le mueve el dinero. Llevan años cobrando tarde y mal. Llegan a adelantar hasta 4.000 euros al año para poder costear los gastos de los menores que tienen a su cargo, hasta que reciben las subvenciones que en Asturias no llegan ni al 50% de lo que se abona en Castilla y León o Cantabria. El refrán de «donde comen dos, comen tres”, no se cumple. Lo demuestra el dato de que las familias que se ofrecen como canguros temporales para niños a los que sus padres no pueden cuidar mengua cada año y no por falta de interés, sino de recursos. Así, la campaña que acaba de lanzar el Principado, para captar 70 nuevos hogares, va camino de fracasar, como todas las anteriores.
Patricia del Gallo / Periodista.
Lía llegó a casa de Luis y Elena con apenas veinte días. Aunque estaba abrigada y envuelta en una manta, su cuerpo estaba helado. Temblaba y no paraba de llorar. Elena no lo dudó ni un segundo. Había criado a dos hijos y se dejó guiar por el instinto. Se desabrochó la camisa y destapó un poco a la pequeña para acercarla a su cuerpo. Así estuvieron más de una hora. Lía se fue calmando. Los cuatro días siguientes se los pasó en el cuello de Elena. Solo comía y dormía. Desde que había llegado al mundo en el HUCA, no había parado de llorar, hasta que encontró lo que necesitaba. Pero no solo traía frío en su cuerpo. También problemas de pulmón y de corazón y un síndrome de abstinencia con el que había nacido y del que aún no se había podido desprender.
La suerte quiso que en la vida de Lía se cruzaran Luis Álvarez y Elena González, un matrimonio de Llanera que tiempo atrás habían decidido dar su tiempo y su amor a aquellos que lo necesitaban. Se habían convertido en familia canguro, esas que se encargan de acoger en su casa, como uno más, a los niños que otros no han podido o no han querido cuidar. A partir de ahora se encargarán de Lía hasta que cumpla como máximo dos años. Luego habrá que buscarle un hogar definitivo o acabará en una institución.
La Ley del Menor de 2015 especifica «el derecho del niño a vivir en familia entre los 0 y los 3 años». De ahí que las Administraciones busquen hogares para ellos, aunque «no pongan los medios suficientes para conseguirlo», lamentan desde la Asociación de Familias de Acogida del Principado de Asturias (AFAPAS), que viene tiempo denunciando la falta de recursos económicos y apoyo que reciben estos padres de acogida. “Ninguno de nosotros busca dinero con esto”, reconoce José Enrique Sánchez, presidente de la asociación, pero “estos niños están tutelados por el Principado y debe ser él quien se encargue de mantenerlos. Si estuvieran en un centro de menores, el coste sería de unos 4.000 euros al mes pero como me lo entregan a mí, que hago una labor social, tengo que cargar con los gastos. Es injusto”. Enrique está convencido de que, con un poco más de esfuerzo económico, ningún niño pequeño estaría institucionalizado, porque habría muchas familias dispuestas a abrirles su hogar.
Adelantan el dinero
Hasta junio de 2015 las familias de acogida de Asturias recibían de la Consejería de Servicios y Derechos Sociales, a través de Cruz Roja, 250 euros al mes por niño. Además de gastos extras, como vacunas, libros, médicos o kilometraje y aparcamiento, ya que muchos de estos menores tienen que realizar visitas semanales con sus progenitores. Pero a partir de esa fecha el sistema de ayudas cambia. Pasan a ser subvenciones anuales a las que tienen que concurrir. Como máximo serán de 2.200 euros por niño y, en caso de un segundo acogimiento, otros 900. Eso supone 180 euros por el primero y 75 por el segundo.
Luis, que a día de hoy además de a Lía acoge a otro menor, se pregunta “si eso da para pañales o si el segundo no come, no se viste… igual que el primero”. Además, las ayudas se reciben después de un año de acogimiento, lo que obliga a las familias a adelantar el dinero. Y en caso de que el menor llegue a casa después de que haya salido la convocatoria, normalmente en junio, esa familia no recibiría ni un euro durante los meses que transcurran hasta la siguiente convocatoria.
Así que adelantan el dinero para vestirlos, calzarlos, actividades extraescolares, guardería, comedor o libros de texto. Y muchas de esas familias tienen además sus propios hijos. Como Maite Ordóñez. El mayor está independizado pero aún tiene a la pequeña de 14 años. A ella se suma el de acogida, seis han pasado ya por su hogar en los últimos años. Y todos ellos con problemas médicos. La última con una dolencia de piel que ha necesitado cuidados especiales que han supuesto un coste. “Pero yo soy peleona y estoy dando la tabarra todo el día a la Consejería. No pido por mí, pido por ella, porque es su derecho. ¿No tiene la tutela la Administración…?”. Lo dice mirando a la pequeña Ángela, una niña morena de ojos grandes que llegó a su casa con catorce días y que les tiene enamorados a todos. “Esto es un tesoro”, dice mientras la abraza. “Bastante tiene ella”.
Cada vez son menos
Luis no daba crédito cuando le llamaron del colegio para decirle que debía tres mensualidades del comedor de Nicolás, el otro niño, de seis años, que tiene acogido. “¡Pero si eso lo tiene que pagar la Consejería!”, les dijo. Tuvo que enfadarse y mucho, recuerda, para que abonaran lo que debían y le siguieran pagando ese servicio que necesitan, como miles de padres. También perdió dos meses de sueldo, los que estuvo de baja paternal, un derecho que le da el Estado cuando el acogimiento es superior al año, porque el Principado no acreditó esa circunstancia, aunque el pequeño pasó con ellos 24 meses.
Y ese pelear constante por los derechos y el bienestar de los niños que tienen a su cargo es la queja de casi todas estas familias. “Deberían ser ellos quienes llamaran y preguntaran: ¿Qué necesitáis, cómo estáis? Nosotros estamos haciendo una labor que nadie hace”, asegura Ángel Sánchez, otro padre canguro. Y por ello creen que el número de familias dispuestas a acoger es cada vez menor, aunque el coste para la Administración sea mínimo y el beneficio para los niños evidente.
Con Luis y Elena, Lía ha recibido todo el amor y la atención médica que merece. Tanta, que en el hospital, cuando con un año le dieron el alta, los médicos no se lo creían. «¡Qué diferencia con otros niños, me decían!», recuerda Luis. «Uno de los doctores me reconoció que solo en un mes habían llegado a ingresar a 32 menores procedentes de centros de acogida de la región. Porque allí les dan de comer, sí, y una cama, pero les falta algo esencial. Los biberones de estos niños deben tener un 25% de leche y un 75% de amor y cariño. Así salen adelante».

Luis Álvarez y Elena González con los dos pequeños que tienen acogidos. Foto / Iván Martínez.
Nico aullaba como un lobo en el recreo. Los informes psicológicos que les presentaron a Luis y Elena cuando llegó a su casa decían que era un niño normal. “¿Normal?… no sabía hacer nada… ni atarse los zapatos. Y, lo peor, no sabía querer. Tiene problemas de conducta. Cómo no los va a tener si desde que nació ha ido de su casa con problemas de alcohol a centros de menores”. Nico, como muchos otros pequeños, llega con una pesada mochila que hay que ir descargando cada día. “Nosotros habíamos criado a dos hijos, pero esto es diferente. A Nico le contamos que su mamá había suspendió el examen para cuidarle y que ahora está estudiando para aprobarlo. Cuando lo haga, volverá con ella. Pero, aunque así sea, imagínate cómo te sentirías tú si no sabes cuándo te vas a marchar de la que es tu casa y tu familia… mañana, el mes que viene”. Luis cree que un poco de ayuda de un especialista con Nico no les vendría mal para abordar muchas situaciones y buscar respuestas. Pero nadie de la Consejería, ni de Cruz Roja, se lo ha planteado siquiera.
Tampoco le preguntaron a Ángel si necesitaba ayuda cuando operaron al niño que acogía de apendicitis. Su pareja y él son autónomos y, a pesar de ejercer de padres, no tienen muchas facilidades para cogerse días. Tuvieron que recurrir a familia y amigos para estar en el hospital.
Un esfuerzo que compensa
«Esta mañana madrugué y Lía desayunó conmigo. Nos abrazamos, jugamos y reímos y eso me dio un subidón de cariño para todo el día que no tiene precio», nos cuenta Luis. Pero, como todo en la vida, hay una parte dura y difícil que es la despedida. “Lo sabemos desde el primer día, pero uno nunca está preparado”, dice Enrique. Para él, no fue fácil. “Se me hacía duro pensar que nunca le volvería a ver y que, al ser tan pequeño, nunca nos recordaría”. Por ello, aunque la Consejería recomienda no volver a tener contacto con los pequeños, él lo intentó. Esa decisión la toma la familia de adopción o la biológica en caso de que regrese con ella. A los padres de acogida solo les queda respetarla.
Elena ya ha hecho callo y solo piensa en lo que se están perdiendo unos padres por no haber disfrutado de Lía todo este tiempo, así que, aunque sabe que en un par de meses se irá, está contenta porque se marchará a un hogar y lo hará llena de amor. Ellos se ven semanalmente con su primer niño de acogida y ahora con Lía y Nico no lo tienen claro. Lo que sí están seguros que harán será escribir una larga carta a quienes se hagan cargo de los pequeños. «Tienen que saber cómo son, qué costumbres tienen, qué manías, qué detestan. ¡Imagínate que te entregan un día un niño del que no sabes nada!».
Muchas de estas familias se sienten decepcionadas y hasta «estafadas» por la Administración. Algunas de ellas llegaron a prestar su imagen para campañas de captación y se preguntan cómo pretenden captar reduciendo las ayudas, apoyos y no dando ninguna facilidad.
El pasado 11 de abril, la Consejería reunió a todas las familias canguro del Principado para anunciarles que cambiaba de nuevo el sistema de ayudas. Volverán a ser mensuales, de 350 euros por cada niño, cifra que se eleva a 550 en el caso de que el menor tenga alguna necesidad especial. También se abonarán los gastos extras.
El Principado reconoce que solo colabora en la manutención porque “no hay objetivo económico” en el proceso del acogimiento. Las ayudas contribuyen a “paliar” los gastos que las familias asumen. Por eso, insiste en apelar a la solidaridad. La directora general de Servicios Sociales de Proximidad del Principado, Lina Menéndez, ha reconocido en más de una ocasión públicamente que, en el caso de la protección de los menores, los recursos de las Administraciones siempre son “insuficientes”. En 2016 el presupuesto para acogimientos fue de un millón de euros. Este serán 300.000 euros más.
En Cantabria por ejemplo se paga 600 euros al mes por niño, en Cataluña 500 y en Galicia 650. Ello hace para AFAPAS que el sistema sea injusto. “¿Por qué un menor que tiene la desgracia de que sus padres no puedan cuidarlo si además nace en Asturias tiene todas las papeletas para vivir en un centro de menores… y uno que nazca en Castilla y León no?”. “Nosotros somos voluntarios y altruistas pero de nuestro tiempo, de nuestros desvelos, de las horas de sueño, de la dedicación y la preocupación. Que no carguen sobre nuestras espaldas el peso de una responsabilidad, la económica, que se ahorran los políticos gracias a nosotros”.
En este momento, 25 familias asturianas acogen en sus casas a 30 menores con los que no les une ningún parentesco, pero hay otros 65 pendientes de un hogar. Al término de la reunión con la Consejería, quienes asistieron aseguran que Lina Menéndez se emocionó porque cree que ahora, con esta nueva fórmula, estos pequeños tendrán más posibilidades de vivir en familia.
Formas de acogimiento
Se puede ser familia de acogida de muchas formas. Recibiendo a los menores procedentes de centros tutelados durante los fines de semana y las vacaciones. Éstas no reciben ningún apoyo económico. También se puede ser «familia canguro» para niños de 0 a 6 años o acoger a menores en situaciones vulnerables. Entre éstas se incluyen ser mayor de seis años, un grupo de hermanos, una minoría étnica o tener alguna discapacidad o enfermedad. En estos casos se recibe una cuantía de la Administración. Estos acogimientos pueden ser temporales o durar hasta los 18 años. A todas estas modalidades pueden optar parejas y hombres o mujeres solas, con o sin hijos, siempre que tengan más de 25 años y una situación estable.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 50, MAYO DE 2017

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