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Razones de Estado para robarle una hija a Sara Montiel (I)

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Razones de Estado para robarle una hija a Sara Montiel (I)

Sara Montiel llegó a México en 1950, cuando era una veinteañera.

Sara Montiel llegó a México en 1950, cuando era una veinteañera.

Sara Montiel tuvo una hija secreta en México en los años cincuenta que le fue arrebatada al nacer y probablemente vive en España. La identidad del padre es un misterio. Una investigación periodística en México de ATLÁNTICA XXII no despeja la duda, aunque la paternidad solo puede ser responsabilidad de dos personas: Ramón Mercader o Miguel Alemán.

Juan Alberto Cedillo / Periodista (Ciudad de México).

La historia de la hija secreta de “Sarita” Montiel es digna de un drama de una telenovela mexicana: José de la Rosa, peluquero de la Diva y su amigo durante cincuenta años, dice que el padre fue Ramón Mercader, el asesino de Leon Trotsky; mientras que Marujita Díaz, también íntima amiga de la actriz, cuenta que Sara le confesó que el padre “era un hombre muy importante en México: quizás un político”. Y todo apunta a que pudo ser Miguel Alemán Valdés, presidente de la República de México entre 1946 y 1952.

La “hija secreta” ahora debe de tener alrededor de 63 años y posiblemente viva en Valencia o en algún punto de España, y lo más probable es que lo haga sin saber siquiera quién fue su verdadera madre.

Mercader en el Palacio Negro

El prisionero Ramón Mercader disfrutó en la cárcel mexicana de Lecumberri, una legendaria prisión máxima seguridad también conocida como “El Palacio Negro”, de un privilegio del que quizá ningún otro preso en el mundo de mediados del siglo pasado podía presumir: tener un teléfono en su celda para comunicarse con el exterior.

El asesino material de Leon Trotsky disfrutaba además de otros beneficios dignos de un hotel de cinco estrellas: manjares que venían de los restaurantes más exclusivos y caros de Ciudad de México; contaba con varios guardias a su servicio; con una singular crujía de dos cuartos atestados de libros y una radio de onda corta, todo ello gracias a que recibía alrededor de mil dólares mensuales –una fortuna para la época– desde una oficina de Nueva York. En ella operaba el espía ruso Leonidas Eitingon, conocido en la Guerra Civil española como General Kotov, y quien orquestó el crimen cometido contra el líder ruso en Coyoacán.

Ramón Mercader en la recreación de su crimen ante la policía. La foto, en la que aparece señalado, fue publicada en México.

Ramón Mercader en la recreación de su crimen ante la policía. La foto, en la que aparece señalado, fue publicada en México.

Los privilegios que tenía Mercader, así como detalles sobre su vida en la famosa prisión de Lecumberri, fueron denunciados por el guardia Bartolo Oliva en una carta que le envió a Natalia Sedova, la viuda de Trotsky, en la que incluso le propuso un plan para asesinarlo.

“A las 8:00 horas le llega la prensa del día. Se levanta a las 11 u 11:30 horas. En ciertos días, alrededor de las 15:00 horas, llegan mujeres a visitarle y se quedan solos hasta las 17:00 horas”, dice la misiva que mandó el policía a la viuda, rescatada del Archivo General de la Nación de México (AGN).

Una de esas visitantes de Ramón Mercader fue la mismísima Sara Montiel. El primer encuentro entre ambos sucedió en el segundo semestre de 1950, cuando Sara acompañó al director de cine manchego Juan Plaza (Cuenca, 1909) a la prisión. Las siguientes citas fueron a solas y le permitieron incluso llevarle regalos a Mercader. En este periodo Sara Montiel pudo haber quedado embarazada de Mercader, quien ya llevaba aproximadamente once años en prisión. Sin embargo, la hipótesis se tambalea pues la intensa actividad que desarrolló en los siguientes meses como cantante y actriz hace imposible un embarazo en esa época, incluso si fuera de un bebé prematuro.

La joven Montiel llevaba menos de un año en México. Había llegado al país con su madre María Vicenta Fernández Palacios en abril de 1950 para participar en el filme Furia roja, al lado de Arturo de Córdova. No se puede precisar con exactitud la fecha de su llegada al país debido a que su ficha de migración, su solicitud para radicar en el país y el documento de su posterior naturalización como mexicana fueron robados y no existen copias en el Archivo General de la Nación. La pérdida de esos documentos refuerzan los indicios sobre quién fue el padre de “la hija secreta”.

La Diva misma relató que cuando llegó al país casi no tuvo trabajo después de filmar Furia roja. En ese periodo se comenzó a relacionar con los intelectuales exiliados que vivían en la capital mexicana. Esos detalles los narra en el documental Asaltar los cielos (1996), donde también describe su visita a Lecumberri: “Yo aquí tenía poco trabajo, por todas las cosas que habían pasado por la guerra. Todos éramos rojos. Ahora lo puedo decir”.

Agrega que en aquellos días empezó a conocer gente como el cineasta Luis Buñuel, el escritor León Felipe -quién intentó enseñarla a leer bien-, Juan Plaza y otros intelectuales comunistas como el poeta chileno Pablo Neruda y el diplomático mexicano Alfonso Reyes, entre otros. Fue Plaza quién la llevó al Palacio Negro: “Ahí fue cuando conocí a Ramón Mercader. Me pareció que yo tenía que llevarle un regalo, y le llevé, en lugar de la cafetera, algo más femenino mío, un suéter que le abrigue”, asegura Montiel en el documental.

Natalia Sedova, viuda de Trotsky.

Natalia Sedova, viuda de Trotsky.

En aquella época Sara rondaba los veintidós años y mantenía una activa vida sexual, siempre con hombres maduros. Sus relaciones habían comenzado a los 17 años con el escritor, dramaturgo y periodista Miguel Mihura, quien en ese momento tenía 41 años de edad, según contó la actriz al diario El País.

El apuesto director manchego Juan Plaza había arribado a México a bordo del barco Ipamena el 7 de julio de 1939 como exiliado político. Su ficha de migración indicaba que estaba casado. El director de cine también mantuvo una tormentosa relación con la joven actriz.

“Sarita” sumó a Mercader a su lista de amantes maduros ya que en ese tiempo el preso tenía 38 años. Sin embargo, a finales de los años cincuenta la actriz dejó de visitar Lecumberri debido a la intensa actividad artística que mantuvo desde comienzos de 1951. Aquel año actuó en un centro nocturno y rodó cuatro películas que la alejaron del atractivo Ramón Mercader y que la hicieron muy cercana al poderoso político Miguel Alemán Valdés, quien no dudó en impulsar su exitosa carrera hasta convertirla en una estrella del pueblo mexicano.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 39, JULIO DE 2015

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