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Syriza: Gobierno no es poder

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Syriza: Gobierno no es poder

En Grecia las imposiciones de la UE siguen marcando la agenda política. Foto / Jowan Akkash.

En Grecia las imposiciones de la UE siguen marcando la agenda política. Foto / Jowan Akkash.

Steven Forti (Atenas) / Historiador e investigador del Instituto de Historia Contemporánea de la Universidade Nova de Lisboa.

El pasado 20 de septiembre se votó por segunda vez en Grecia en 2015. Si contamos también el referéndum de principios de julio, fue la tercera vez que los griegos acudieron a las urnas en tan solo ocho meses. La abstención creció y el cansancio de la gente afloró, pero Alexis Tsipras consiguió una clara victoria y pudo formar Gobierno con los Griegos Independientes (ANEL), el pequeño partido liderado por Panos Kamenos, con quién había gobernado en su primera experiencia al frente del Ejecutivo heleno.

El 20 de septiembre se abrió una nueva etapa para Grecia, consecuencia de las dramáticas semanas del mes de julio cuando la ruptura de las negociaciones con la ex-Troika (Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo y Comisión Europea) habían llevado, otra vez, al país heleno y toda la Zona Euro al borde del abismo. Pero el 20 de septiembre marcó también el comienzo de una nueva etapa para Syriza. Tras la firma por parte de Tsipras del tercer Memorándum en la madrugada del 13 de julio, una parte consistente de la formación, la Plataforma de Izquierdas liderada por el exministro de Energía Panagiotis Lafazanis y sectores menores como la Organización Comunista de Grecia de Rudy Rinaldi y los Ciudadanos Activos de Manolis Glezos, abandonó Syriza. Se trata del 30-35% aproximadamente de cuadros y militantes del partido. También figuras mediáticas muy valoradas, sobre todo entre la izquierda europea, como el exministro de Finanzas Yanis Varoufakis y la expresidenta del Parlamento Zoe Konstantopoulou, rompieron con Tsipras y dieron su apoyo a Unidad Popular, la formación nacida de la escisión de agosto que finalmente no consiguió representación en las elecciones del 20 de septiembre.

La victoria de Tsipras fue inesperada. Los sondeos auguraban una lucha hasta el último voto entre Syriza y Nueva Democracia, pero finalmente el partido liderado por Vanguelis Meimarakis se quedó a más de siete puntos de la coalición de la izquierda griega. Para Tsipras fue un verdadero triunfo. Las instituciones europeas querían poner punto y final a la primera experiencia de un Gobierno de izquierdas en Atenas. O al menos querían obligar a Tsipras a pactar con partidos favorables a las medidas de austeridad, como el PASOK y To Potami (El Río). No lo consiguieron. En tan solo tres semanas, Tsipras logró, no sin dificultades, recomponer el partido, mantener casi los mismos votos obtenidos en las elecciones de enero y repetir la alianza con ANEL. En el nuevo Parlamento, además, el mandatario heleno pudo contar con unos diputados fieles y no debería volver a presentarse el riesgo de rebeliones internas. Pero no es oro todo lo que reluce. Las elecciones del 20 de septiembre fueron el primer escollo de una travesía que se anuncia larga y muy difícil. El 13 de julio murió la Syriza que conocíamos y que había despertado mucha ilusión en toda Europa y nació una nueva Syriza. Una Syriza que tiene que saldar las cuentas con el pasado, el suyo y el de Grecia, y que tiene que mirar hacia el futuro, sin perder su perfil de izquierdas y el apoyo de la mayoría de la población griega.

“El Estado, enemigo de los ciudadanos”

Según Nikos Syrmalenios, dirigente de Syriza, fundador hace veinticinco años de Synaspismos y diputado en el Parlamento griego desde el 2012, “se tiene que hacer una profunda autocrítica”. El pasado pesa mucho, según este histórico dirigente de la izquierda griega: “La izquierda ha perdido siempre en Grecia, desde la Guerra Civil en adelante. Ha sido la primera vez que hemos llegado al Gobierno, pero no hemos conseguido el poder. Es distinto llegar al Gobierno y tener el poder. Para tener el poder se deben conquistar y cambiar los mecanismos del Estado, que pertenecen aún al viejo régimen, el de Nueva Democracia y del PASOK, que han gobernado los cuarenta años siguientes a la dictadura de los coroneles”. En los ocho meses en el Gobierno “hemos hecho lo que hemos podido, pero no es fácil, hace falta tiempo. Se tiene que empezar con las reformas del Estado y de la economía. El Estado en Grecia es enemigo de los ciudadanos. Se tiene que vencer la burocracia. La evasión fiscal es un problema enorme, se deben recuperar los capitales que han salido del país”.

Pero no es solo el pasado de Grecia lo que ha pesado y sigue pesando en la experiencia de Syriza. Es también la misma historia de la izquierda griega. Así lo explica Pavlos Klavdianos, uno de los fundadores de Syriza, miembro de su Comité Central y alma del periódico Epohi. Klavdianos empezó en la Juventud Lambrakis, creada por el cantautor Mikis Tehodorakis en 1963 tras el asesinato de Grigoris Lambrakis en Tesalónica, y en 1968 se afilió al Partido Comunista del Interior. “La escisión de la Plataforma de Izquierdas nos retrotrae a los orígenes de Syriza”, según Klavdianos. Siguen teniendo influencia las dos grandes escisiones vividas por el Partido Comunista griego (KKE): la primera en 1968, tras la entrada de los tanques soviéticos en Praga; la segunda en 1990, con el fin de la URSS. Para Klavdianos, “no se ha desarrollado nunca un debate serio sobre lo que ha sido el ‘socialismo real’, la importancia de la ‘vía democrática al socialismo’ y sobre lo que no funcionaba en el Partido Comunista de Grecia. El grupo de Unidad Popular, es decir, la Plataforma de Izquierdas que había ingresado en Syriza, viene de ahí.” Según Syrmalenios, tras la escisión, el partido, que no se había nunca realmente unificado, “ha llegado ahora a la madurez, una madurez obligada, y puede afrontar los problemas de Grecia”.

Alejarse de la sociedad

Para empezar la nueva etapa, no es suficiente afrontar el pasado lejano. Es necesario que Syriza sepa encarar también los problemas que han salido a la luz en estos últimos años. Según Klavdianos, “a partir de 2012, Syriza se ha alejado de los movimientos sociales. Se ha convertido rápidamente en un gran partido y se ha centrado sobre todo en la organización política y la participación en las instituciones, y no en la organización social. En nuestro país existe una tradición negativa acerca de la organización social de la ciudadanía”.

También Syrmalenios confirma este diagnóstico: “Existe una gran distancia entre el partido y la sociedad. No es posible que un partido que obtiene el 36% de los votos tenga poco más de 30.000 afiliados. El gap es demasiado grande: significa que el partido no ha funcionado como debía. No se han tomado iniciativas para trabajar en el territorio, a partir de los problemas que afectan a las personas. El partido se ha quedado lejos de los problemas de las masas populares. Ha faltado la voluntad política y la conciencia de la existencia de este problema. No se han leído suficientemente a Berlinguer y a Gramsci sobre la cuestión de la hegemonía. Es un problema que tenemos que resolver cuanto antes, si no nos convertiremos en un mecanismo electoral”.

Pero otro problema lo pone la gestión política de los próximos meses. El nuevo Memorándum es una espada de Dámocles para Grecia y para Syriza, que tiene el riesgo de convertirse en una especie de PSOE en la última etapa de Zapatero. Según Syrmalenios, “hay márgenes para seguir fieles al programa de Tesalónica, que no se ha abandonado. Las medidas votadas y aplicadas en los meses pasados para resolver la crisis humanitaria que está viviendo el país se mantendrán”. También Klavdianos está convencido que “siguen existiendo grandes espacios para profundos cambios en Grecia”, aunque es necesaria una federación anti-Memorándum en el país heleno y también en Europa, porque es evidente ya que “no se puede cambiar Europa, ni derrotar la austeridad neoliberal desde un solo país”.

Según éste histórico dirigente de la izquierda griega, torturado y detenido por cinco años en las cárceles de la dictadura de los coroneles, no existe el riesgo de que Tsipras se convierta en un nuevo Zapatero, por la formación del mandatario heleno y por la misma estructura, la historia y las referencias sociales de Syriza. “Los cimientos de Zapatero han sido otros; continuar el trabajo de dos predecesores de Blair: Felipe González y Almunia. La política neoliberal de Rajoy que se está aplicando se forjó en los tiempos de Zapatero. El expresidente del Gobierno español se adaptó a la socialdemocracia europea que aceptó el corpus de la política neoliberal”.

De todos modos, las dudas persisten. Sobre todo en las bases de Syriza y entre la población. Las medidas que aplicará el Gobierno de Alexis Tsipras en los próximos meses serán clave para entender qué es y qué será la nueva Syriza nacida en el medio de un caluroso verano mediterráneo.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 41, NOVIEMBRE DE 2015

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