
Beatriz Gutiérrez, fundadora de Taller 3 y profesora de pintura de la Escuela Municipal de Artes Plásticas y Escénicas. Foto / Iván Martínez.
En su momento fueron vanguardia y ahora se cumplen 35 años de una experiencia desarrollada con éxito. Los profesores de la Escuela de Artes Plásticas y Escénicas de Oviedo, integrantes todos ellos del colectivo pedagógico Taller 3, tendrían motivos más que suficientes para sentirse orgullosos, si no fuera por los sinsabores que genera la pelea diaria con la Administración y la sensación de que no han tenido nunca el pleno apoyo del Ayuntamiento de Oviedo, del que dependen.
Luis Feás Costilla / Periodista.
La Escuela Municipal de Artes Plásticas y Escénicas nació como Taller 3 en 1981, cuando este tipo de experimentos de expresión plástica no eran habituales en los municipios españoles, recién constituidos democráticamente. Promovido por la pintora Beatriz Gutiérrez, pronto incorporó a profesores de la talla del escultor Adolfo Manzano o procedentes de las artes escénicas como Yolanda Junquera y Valentín Loredo, que junto a otros compañeros se encargaron de poner en marcha un proyecto que cada curso beneficia a cerca de 600 alumnos, más los matriculados en los colegios a los que también dan clases de iniciación.
Comenzaron en las escuelas prefabricadas del Colegio Buenavista para, tras pasar por el barrio de Otero y las escuelas de Fitoria, acabar volviendo a las inmediaciones del antiguo estadio de fútbol Carlos Tartiere, uno de cuyos bajos ocuparon durante casi dos décadas. Con el cambio de siglo pasaron a denominarse Escuela Municipal de Artes Plásticas y Escénicas, a pesar de que seguían manteniendo su autonomía administrativa y funcional, y empezaron a utilizar el Teatro de Pumarín. Poco después, en 2003, tras un período de incertidumbre en el que estuvieron a punto de cerrar, salvado gracias al compromiso de los padres de los alumnos, se decidió mandarles al Palacio de los Niños, en el Parque de Invierno, a unas instalaciones mejores pero más alejadas del centro, con parking propio pero sin transporte público.
Capacidades expresivas
Sus enseñanzas alcanzan a unos 1.900 alumnos por curso, incluidos los de los colegios, a los que proporcionan una formación artística de calidad basada en el desarrollo de la capacidad creadora, en el enriquecimiento de las estructuras de referencia personales y en el desarrollo de habilidades y destrezas técnicas. En la propia Escuela se imparten actividades didácticas programadas y sistematizadas en dos áreas, la de Artes Plásticas (Pintura, Diseño y Serigrafía, Cerámica y Escultura) y la de Artes Escénicas (Expresión dinámica, Danza Clásica y Contemporánea y Teatro y Títeres). Sus alumnos están organizados en cinco niveles, de 4 a 5 años, de 6 a 8, de 9 a 12, de 13 a 18, de 19 a 30 y a partir de los 30.
Asimismo, la Escuela desarrolla actividades abiertas al público, generalmente durante los meses de mayo y junio, en las que se conjugan diversas disciplinas plásticas y escénicas, llevadas a cabo por los alumnos y que se conocen con el nombre de Taller Abierto, con propuestas diferentes cada curso que sirven para enriquecer su formación. Así, durante estos 35 años se han creado y puesto en marcha más de 150 montajes escénicos, exposiciones anuales, instalaciones plásticas y escultóricas, intervenciones en espacios públicos, conferencias, participaciones en encuentros artísticos y culturales, certámenes de artes plásticas y viajes didácticos.

Las clases se imparten desde los 4 años hasta los mayores de 30. Fotos / Iván Martínez.

El propósito, como ellos mismos suelen decir, no es formar artistas, sino ciudadanos creativos y colaborativos, a los que se potencia en sus capacidades expresivas para que puedan experimentar la realidad desde una perspectiva diferente. En la enseñanza reglada esa formación plástica tiene cada vez menos importancia y eso hace que su trabajo tenga pleno sentido. Quieren fomentar “las inteligencias múltiples”, para conseguir un modelo participativo en el que se generen individuos cada vez más creativos, cuidando la didáctica para los niños y aportando diversidad para los adultos.
Agravio comparativo
Por sus aulas han pasado varias generaciones de estudiantes y de ellas han surgido también artistas como Daniela Zanzoni, Purificación Trabanco, Pedro García Durán, César Ripoll, Jezabel Rodríguez Asperilla, Paula Alonso o Nerea S. Lorences. Hasta se formó allí el anterior alcalde de Oviedo, Agustín Iglesias Caunedo, lo que se notó en su sensibilidad artística pero no tanto en su apoyo a un proyecto que produce generales elogios pero no acaba de cuajar del todo, en una ciudad que ni siquiera dispone de una sala municipal decente donde exponer los trabajos de fin de curso.
Porque sus componentes se quejan de la sensación de estar siempre en la cuerda floja. Durante estos años no se ha alcanzado un nivel de integración en la estructura del Ayuntamiento de Oviedo que satisfaga a ambas partes y genere menos conflictos administrativos. Hay incluso cierta sensación de agravio en comparación con otras escuelas municipales, como la de música, tanto en lo que afecta a la situación laboral como al presupuesto que se les concede como prestación de servicios. Parece como si hacer las cosas bien al final no recompensara, porque a la hora de la verdad, a medida en que los años pasan y se va acercando la edad de jubilación, los esfuerzos se pagan y desfallecen los ánimos.
La solución no está en mejorar sus instalaciones, ni en cambiar de sitio, una vez comprobado que su ilusión por volver al barrio de Buenavista y ocupar algún espacio en el Palacio de Congresos de Calatrava no es factible. Tampoco en aumentar las responsabilidades como las que supone la puesta en marcha de la Universidad Popular, que al final lo que acarrean son más gastos. El entendimiento vendrá con alguna medida que les ayude a comprender que lo que hacen es reconocido por la ciudad y les asegure que su continuidad no dependa de una decisión política, tomada por una inteligencia unidimensional que determine que ya no interesa lo que no es directamente rentable y con ánimo de lucro.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 46, SEPTIEMBRE DE 2016
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