
Ramiro Ledo, de la cooperativa Numax, explicó ayer su proyecto de sala de cine independiente en el Espacio Coworking del Talud de La Ería de Oviedo. Foto / Imanol Rimada.
El Espacio Coworking del Talud de La Ería, en Oviedo, celebró ayer una jornada dedicada a la economía social y sostenible dentro de las industrias creativas y audiovisuales en la que la cooperativa Numax de Santiago de Compostela presentó su proyecto de sala de cine independiente.
Rafa Balbuena / Periodista.
El cine de toda la vida, el que se disfruta en una pequeña sala en la ciudad sin tener que desplazarse al extrarradio de un centro comercial, se resiste a morir. O mejor dicho, sigue empeñado en vivir cada día igual que cualquier otra empresa, haciendo frente a los problemas como todo negocio que quiera salir adelante.
La cooperativa Numax, formada en 2014 en Santiago de Compostela y, de momento, la única nueva sala de cine independiente de estas características que existe fuera de las grandes capitales españolas, acudió ayer a una jornada de trabajo en el Centro Talud la Ería de Oviedo, dentro de su programa de difusión de proyectos de Economía Social y sostenible, que en esta ocasión se centró en empresas de ámbito cultural y creativo.
El acto fue presentado por Ramiro Ledo, uno de los fundadores de la cooperativa, que ante una quincena de asistentes y emprendedores expuso el desarrollo de esta iniciativa cultural y empresarial que, desde hace cuatro años, se ha hecho un hueco económicamente viable en la agenda cultural de la capital gallega. Un precedente que supone un hito -amén de una opción laboral- en una industria tan baqueteada como la cinematográfica, sumida en una crisis propia que, junto a la recesión general de los últimos años, se ha llevado por delante a centenares de pequeños cines en toda Europa.
Dirigir una sala en el corazón de una ciudad pequeña (100.000 habitantes) para ver una película «a lo grande» y en versión original sin tener que coger el coche, integrada en un espacio de encuentro cultural y de creación cinematográfica, y que sea rentable en términos económicos. Así se resume la idea de partida que unió a un grupo de profesionales de la región vecina, cinéfilos todos y vinculados tanto a la industria de la imagen como a la gestión administrativa. Y con el rasgo común de que todos, en mayor o menor medida, se vieron afectados por los tristemente habituales ERE y cierres de empresas en las que, hasta entonces, habían desempeñado su labor diaria.
Así, desde hace cuatro años, los ocho socios del equipo han logrado poner en pie un proyecto colectivo que comprende sala de cine con 70 butacas, laboratorio de imagen y diseño, distribuidora audiovisual y librería, coordinando las cuatro áreas a partir de una programación anual estable. «Aunque supone muchísimo trabajo, tienes la satisfacción de poder dedicarte a lo que te gusta sin tener que dejarlo como una afición para los ratos libres», resaltó Ledo. Y en cuanto al proceso de creación de la cooperativa, partió «como todos: buscamos un local e hicimos cálculos, aunque decidimos financiarnos por cooperativas de economía social para no pedir un crédito abusivo con un banco al uso».
Definido el proyecto, y tras conseguir la cuantía necesaria de aval, decidieron colaborar con otra cooperativa, en este caso de constructores, asumiendo la responsabilidad de obra civil para acondicionar el local alquilado. Un riesgo «que cualquier arquitecto o aparejador desaconsejaría vivamente, pero que nosotros asumimos con cautela y dudas, pero también en base a la confianza», aseguró.
En la actualidad la cooperativa «da trabajo a 12 personas, abre siete días a la semana y emite cinco sesiones al día, 32 a la semana y 1.700 al año, con precios asequibles y ajustados al mercado». La idea, con la que se ha conseguido mantener a flote la única sala de cine privada en versión original de España fuera de Madrid, Barcelona o Bilbao, supone un soplo de esperanza para un sector en el que la pequeña empresa ha sido prácticamente borrada del mapa. La clave «está en equilibrar estrenos comerciales con películas de difusión más limitada». A ello se complementan el resto de propuestas (librería, diseño, educación, difusión) para una propuesta de la que Ledo asegura que «casi nadie daba credibilidad, o guardaba silencio… salvo quienes apostaron por nosotros y nos avalaron».
En 2016 registraron «34.000 usuarios absolutos, y hoy tenemos casi mil abonados», dando continuidad a un proyecto cuyo orgullo está en «volver a abrir una sala de cine en Santiago después de que cerrasen todos los cines que había dentro de la ciudad». Y defendiendo un modelo contrapuesto al de las grandes cadenas, que supeditan su cartelera al dictado de la recaudación inmediata.
Preguntado por un símil en el que esas grandes cadenas serían como hipermercados del cine y Numax el equivalente a una antigua tienda de ultramarinos, Ledo asegura que «sería eso mismo: una forma cercana de atender al aficionado escuchándole y aconsejándole, como se hace a los vecinos del barrio en los comercios pequeños». Un soplo de esperanza que, entre horas de trabajo y amor por las historias en pantalla grande, mantiene a raya la resignación de que una sala de cine es una labor sin futuro.
Y eso a pesar de que, al margen de las pérdidas que registran las taquillas, 2017 alcanzó la cifra de 21 estrenos españoles que superaron el millón de euros recaudados, de un total de 100 millones generados por la industria nacional. En un extraño eppur si muove, la gran pantalla sigue adelante por caminos más impredecibles que nunca. Pero sigue.
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