Afondando
Libertarismo estudiantil

Superpública se convirtió en un icono. Apareció con las Asambleas de Estudiantes. Foto / Pablo Lorenzana.
Las Asambleas de Estudiantes de la Universidad de Oviedo, inspiradas en el 15-M, cumplen seis años durante los cuales han logrado copar todas las instituciones electivas de la institución.
Pablo Batalla Cueto / Periodista.
De Alexander von Humboldt, Goethe decía que era «una fuente con muchos chorros que manan de forma refrescante e infinita, y nosotros solo tenemos que colocar recipientes bajo ellos»; y del 15-M, el gran aldabonazo que despertó y movilizó a toda una generación hace ya seis años, podría decirse algo parecido. Aquel manantial inicial de exigencias democratizantes que tomó las plazas de toda España en 2011 fue fraccionándose con el tiempo en diversos arroyos que fueron irrigando y fertilizando los más variopintos ambientes e instituciones. Y uno de los primeros en sentir el remojo quincemayista fue la Universidad.
Fue aquel mismo año 2011 cuando germinó en la de Oviedo una iniciativa, las Asambleas de Estudiantes, que, pese a lo poco halagüeñas que pudieran ser sus perspectivas de durabilidad inicialmente, como siempre lo son las de los movimientos asamblearios, acaba de cumplir los seis años y evidencia buena salud. Durante este lustro largo de existencia, las Asambleas han logrado instalarse en todas las facultades (con especial intensidad en Psicología y Geología, y últimamente también en Derecho, Medicina y Económicas) y, una vez superadas ciertas reticencias iniciales a participar en el juego democrático universitario, han conseguido copar los tercios estudiantiles de todos los organismos electivos con que cuenta la Universidad: el Claustro, el Consejo de Gobierno y el de Estudiantes. En el Consejo de Gobierno salido de las últimas elecciones, celebradas en septiembre de 2016, todos los representantes estudiantiles pertenecen a las Asambleas y la situación en el Consejo de Estudiantes es, tal como la describe la activista Lidia Freire, «más de lo mismo».
Pintan bastos para los movimientos universitarios adscritos a los diferentes partidos políticos, fuertes en otro tiempo pero de los que Freire, estudiante de Logopedia de veintiocho años y portavoz de las Asambleas, asegura que hoy son prácticamente desconocidos para los estudiantes y que están completamente ausentes del día a día universitario. «Cuando alguien tiene un problema», asegura, «no acude a ellos, sino a nosotros, porque sabe que somos quienes le vamos a ayudar». Proclama también la portavoz que las Asambleas han conseguido «devolver los órganos estudiantiles a aquéllos a quienes les corresponden, es decir, a los estudiantes, y hacerles dejar de ser los simples órganos de poder que eran antes y que los partidos copaban y manejaban a través de sus juventudes».
El funcionamiento interno de las asambleas es el que marca el abecé libertario clásico: la horizontalidad es la norma; no hay cargos sino solo portavoces rotatorios; las reuniones, que se convocan por cartelería, pero también a través de las redes sociales, están abiertas a todo el que quiera participar, sin necesidad de forma alguna de afiliación, y no se suelen hacer votaciones, sino que se procura que todas las decisiones se tomen por consenso, excepción hecha del referéndum «Toma la palabra», que en 2016 sometió a sufragio en toda la Universidad, con participación de unos 2.500 estudiantes, reivindicaciones como la reducción de los precios de las matrículas, la del precio del transporte universitario o la eliminación de símbolos religiosos.
Las asambleas suelen celebrarse en aulas o salones de actos, pero han llegado a hacerse en los patios, convertidos así en pequeñas ágoras en las que, como en la Antigua Grecia, se practican la isegoría y la parresía y se busca «un acuerdo en el que todas las partes cedan pero que sea representativo para todos como colectivo», tal como describe Freire.
Menos tasas, más becas
Las preocupaciones que mueven a los participantes en las Asambleas de Estudiantes son también las predecibles, y se resumen en una: resistir el proceso neoliberalizador que la Declaración de Bolonia echó a andar en 1999. La reivindicación estrella, con todo, es la de la reducción de las tasas y la igualación de las de grado y las de máster, tomando como modelo, al menos inicialmente, la mayor baratura de las tasas cántabras y gallegas y de la media europea. «Los precios en Asturias son muy elevados, y en cierta medida condicionan la continuidad de los estudios de personas con pocos recursos», explica Freire. Las Asambleas llegaron a formular esta reivindicación irrumpiendo en un acto del consejero Genaro Alonso con una pancarta que decía «Afogaes poles tases», y en abril de este año arrancaron al rector, Santiago García Granda, la promesa de efectuar una rebaja sucesiva que será del 6,5% en el curso 2017/18, del 17% en 2018/19, del 30% en 2019/20 y finalmente del 43% en 2020/21.
Las reducción de las becas bajo los Gobiernos del PP también es motivo de indignación para las Asambleas, que denuncian que, «mientras en el Estado aumenta el número de estudiantes que reúne las condiciones fijadas para ser becado, la cuantía de becas se va reduciendo progresivamente». «Queremos», manifiestan, «que este sistema alcance primordialmente a quienes debe: las clases más desfavorecidas económicamente y que así éstas tengan la oportunidad de entrar al sistema universitario en igualdad de condiciones que el resto». Señalan también que «esta realidad de subida de tasas y bajada de becas es debida, en parte, a una progresiva bajada de la financiación pública dirigida a la Universidad de Oviedo en los últimos años: casi 23 millones menos desde 2009. Mientras esto ocurre, numerosas tramas de corrupción han sido visibilizadas paralelamente: entre 123 y 300 millones de euros de sobrecostes en el caso de El Musel, 1.893 millones de euros de sobrecostes que se atascan en la variante de Pajares, etcétera. Esto demuestra que el problema no es falta de dinero para financiación, sino falta de voluntad política y buena gestión».
Otra reclamación de las Asambleas es que la Universidad ovetense desarrolle un Reglamento de Paro Académico como el que ya tienen universidades como Alicante, Sevilla, País Vasco o La Coruña, pero no Oviedo, donde las huelgas universitarias habitan una especie de limbo legal que hace que las consecuencias de faltar a clase o a prácticas evaluables no estén claras y sí sujetas a la arbitrariedad del profesor. «Solo pedimos poder hacer huelga como cualquier otro colectivo, sin represalias y con garantías de que no va a afectar a nuestra actividad académica», expone Freire.
Feministas, LGTBI y asturianistas
Las Asambleas son asimismo sensibles y procuran acoger las luchas de los movimientos sociales más señalados, tales como el feminista, el LGTBI o el que persigue la cooficialidad de la lengua asturiana. De hecho, las Asambleas han ido descentralizándose y generando pequeñas réplicas sectoriales de sí mismas, tales como una asamblea feminista no mixta fundada hace en torno a un año y que, con el nombre Frente Feminista UniOvi, busca ejercer como altavoz de las demandas del movimiento en el seno de las Asambleas.
«Nuestro funcionamiento», explica Freire, también cofundadora de esta subasamblea, «es idéntico al de las asambleas mayores: están abiertas a que quien quiera pueda participar y su propósito es lanzar campañas que exijan a las instituciones que se pongan las pilas y empiecen a trabajar de verdad por la igualdad». En este sentido, Freire se enorgullece de logros pequeños pero llamativos como la puesta en marcha, en la Facultad de Psicología, de baños mixtos pensados para las personas transgénero o la aprobación para ellas de la posibilidad de matricularse en la Universidad con su nombre sentido (el que sienten como propio).
Uno de los lemas del Frente es una frase de Rebecca West: «Solo sé que la gente me llama feminista siempre que expreso sentimientos que me diferencian de un felpudo». Su carácter no mixto —esto es, abierto solo a mujeres—, lo justifica el Frente en sus estatutos en base a la «necesidá d’empoderamientu y autoorganización que la muyer como grupu oprimíu pol sistema patriarcal precisa». Y lo justifica en asturiano, porque la llingua es otra de las preocupaciones de estas Asambleas cuyos carteles proclaman: «Sobren tases, falten beques». Uno de los últimos comunicados de la plataforma ha tenido por objeto expresar el apoyo de la misma al Proyectu Oficialidá 2018, presentado por la Xunta pola Defensa de la Llingua Asturiana. «La oficialidá», proclama, «ye una apuesta pola igualdá de derechos y pola xusticia, amás de ser una reclamación hestórica de la nuesa sociedá, a la que se-y vien añu tres añu ñegando esi derechu». Las Asambleas tienen, añade el texto, «la xera de normalizar l’usu y ser la punta cabezalera nel futuru del idioma, porque somos les nueves xeneraciones les que podemos da-y un vuelcu a la situación d’agonía que vive l’asturianu y el gallego-asturianu».
A un nivel más general, las Asambleas buscan también «darle vida a la Facultad más allá de las clases interminables, de los Powerpoints y de asumir como verdad incuestionable lo que el profesor te cuenta». «Buscamos», expone Freire, «generar pensamiento crítico y conciencia social e integrarnos con aquellas cosas que no están en los libros». Pero lo hacen, puntualiza, sin buscar a priori un choque frontal ni contra la Universidad como institución, ni con su profesorado: de lo que se trata más bien es de lograr un feedback que se manifiesta en iniciativas como ciclos de cine celebrados en la Facultad de Psicología con la ayuda de algunos de sus profesores y cuyas películas se seleccionan buscando que ilustren alguna patología o trastorno. Las Asambleas de Estudiantes también han auspiciado charlas sobre derechos humanos, el proceso de paz colombiano o la diversidad sexual, entre otros temas.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 53, NOVIEMBRE DE 2017

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