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Atlántica XXII

Mento Hevia: “Está muy aburguesado lo que hoy se entiende por innovación”

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Mento Hevia: “Está muy aburguesado lo que hoy se entiende por innovación”

Mento Hevia, de la Orquesta Céltica Asturiana, es un músico que domina muchos géneros. Foto / Imanol Rimada.

Mento Hevia, avilesino de 1954, gijonés de adopción, es un músico de largo recorrido que salta sin problemas del pop a la vanguardia electrónica, a la música medieval o al folk atlántico en formato orquestal. Pionero del rock progresivo español con Crack, acaba de publicar el primer CD con la Orquesta Céltica Asturiana, y al mismo tiempo levanta varios proyectos para popularizar un modelo de instrumento que ha diseñado a partir de dos cordófonos medievales. En esta entrevista relata su trayectoria desde el presente hacia atrás. Mento, siempre a la contra, siempre hacia adelante.

Rafa Balbuena / Periodista.

¿Qué es la Orquesta Céltica Asturiana?

Es un grupo instrumental de medio y gran formato. Es decir, que el número de instrumentistas varía entre los 16 y 25, aunque en programas especiales podemos llegar a ser 40. El repertorio es música celta al estilo asturiano y música asturiana al estilo celta. Lo veo como una propuesta única y que además toca la fibra a todo bicho viviente: no es música para minorías, es realmente popular.

Tras toda una vida dedicado a tocar los teclados y sintetizadores ¿cómo es que ahora se dedica casi exclusivamente al chelo?

En realidad sigo con los sintetizadores y con el arpa céltica, y con el piano, el órgano Hammond, el violonchelo… desde hace unos tres años me he metido de lleno en con los instrumentos de cuerda y arco medievales. Y hemos desarrollado a partir del rabel un “nuevo” instrumento de estilo antiguo, que hemos bautizado con el nombre genérico de raviola, ya que se trata de una mezcla de rabel y viola.

¿Qué supone para usted, como músico, este proyecto?

Yo diría que me resulta una experiencia nueva y excitante. Cuando estás en medio de 25 músicos de alto nivel, tocando la música que resuena en tus propios genes… no sé muy bien cómo decirlo… es como algo que se revuelve en tu cuerpo astral llevándote a la euforia… A veces, en pleno concierto, tengo que hacer un esfuerzo para contenerme y no saltar de la silla y ponerme a bailar. Bueno, en algunos ensayos no pude evitar hacerlo [ríe].

¿Gueta na Fonte fue, de algún modo, un precedente directo?

Desde luego que sí. De hecho muchos de los componentes de Gueta na Fonte colaboran en conciertos o grabaciones de la Céltica. Juan Povedano y yo fundamos Gueta y también fundamos la Céltica. En Gueta predominaba el repertorio de mi cosecha sobre el repertorio tradicional y en la Céltica es al contrario, lo tradicional sobre la composición moderna.

Gueta Na Fonte logró un hito, supongo que muy especial, ya que prácticamente debutaron junto a sus queridos Jethro Tull en 2001 en Gijón. ¿Qué recuerda de la experiencia?

[Se ríe] Pues parecerá una chorrada, pero me encontré con tres de ellos al doblar una esquina de un pasillo de la zona de camerinos del Teatro Jovellanos y me dieron un susto de muerte, porque eran muy corpulentos y llevaban unas melenonas enormes… En España los melenudos ya nos habíamos extinguido en 1980 y era muy raro ver alguno… Sí que nos encantó la experiencia. La anécdota del concierto fue que el mánager pidió escuchar al grupo que iba a telonearles y nos puso dos condiciones: tocar media hora justa y que no utilizásemos flauta travesera [el instrumento estelar de Ian Anderson, líder de Jethro Tull]. Tuvimos que aceptar. Juan, nuestro flautista, estuvo en el escenario con nosotros sentado detrás de una cortina, disfrutando de nuestra actuación pero aguantando la presión.

La vuelta a los escenarios

Los años ochenta y los noventa los dedicó a la producción y a una tienda de instrumentos. ¿Qué saca en claro hoy de ambas experiencias?

Sí, a partir de 1985 dejé los escenarios del pop rock. Estudié violonchelo y fui profesor de sonido y producción musical, trabajando como freelance para el estudio de grabación del Ayuntamiento de Oviedo, Taller de Músicos de Gijón, Escuela de Música de Llanera… Produje muchas grabaciones de grupos asturianos: Los Locos, Esta Noche Tampoco, Amateurs, Fuera de Serie… y trabajé como coordinador de eventos para la Semana Negra y el FICX. Di conciertos de música electrónica, y con Avelino Alonso, Vázquez del Fresno y Miguel Fernández publicamos Música Electroacústica en Asturias. También hice bandas sonoras para vídeos, exposiciones y performances, y a la vez llevaba Sampling, que era una tienda de instrumentos, estudio de grabación y escuela de informática musical. No sé cómo pude sacar tiempo material y energía para todo ello. Estuvo bien, quizá demasiado trasiego, pero ya en 1998 empecé a dar forma a la idea de Gueta na Fonte. Y saqué en claro… que quería volver a los escenarios, esta vez para quedarme [sonríe].

¿Qué fue aquello de Yola Línea Imaginaria?

Otro grupo, a caballo entre Asturias y Madrid. Por él pasó una serie de músicos realmente extraordinarios. Íbamos 15 días a Madrid y ensayábamos allí. Descansábamos un par de semanas, venían los de Madrid a Gijón y luego otros 15 días aquí. Duró un par de años, tocamos en Rockola durante una semana seguida alternando con Aviador Dro, Radio Futura y creo que también estuvieron Parálisis Permanente. Coincidió con el momento en que encontramos abierto un campo de experimentación y cambiábamos de estilo cada semana. En Y o La Línea Ymaginaria, que luego cambiamos el nombre por YO la Línea Ymaginaria (a raíz de que alguien leyó así el nombre del grupo y nos pareció mucho mejor), estuvieron Pol Solana, Mi-to, Pablo Gómez, Billy Villegas y Óscar Astruga. Precisamente en Rockola me encontré con Luz Casal, había tocado con ella en Los Fannys, en Avilés, a principios de los setenta, y me contó que estaba preparando su grupo para la gira y que si me apetecía enrolarme. Yo no podía por razones particulares, pero sí lo hicieron el batería y el bajista de Yola, Óscar y Billy.

Una actuación de la Orquesta Céltica Asturiana. Foto / Imanol Rimada.

Editaron un LP con la Sociedad Fonográfica Asturiana.

Sí, pero ya fue mucho después. En la cresta de la ola estuvimos a punto de ir a grabar a Londres producidos por Nacho Cano. Íbamos a ser el siguiente lanzamiento después del primer disco de La Unión pero no llegó a realizarse porque el socio de Nacho, Rafael Abitbol, opinó, y estaba en lo cierto, que el grupo igual no resultaba comercial y se la pegaban. ¡Acertó! [se ríe].

¿En que consistió Los Televidentes?

Fue un proyecto para hacer “jingles” que derivó en unos cuantos conciertos-performance en teatros como el Campoamor, con el grupo de teatro La Gotera. Nos pagaron bien, y me río por la diferencia con estos tiempos que corren ahora: entonces se apostaba realmente por lo cultural e innovador, y aunque ahora reza así en las declaraciones de principios de muchos centros y sociedades culturales, en realidad está muy aburguesado lo que hoy se entiende por innovación.

Crack en Japón y Corea

¿Qué recuerda de la grabación del LP de Crack para Chapa Discos?

Una experiencia increíble. Fue en 1979, creo. Antes tocamos junto a Asfalto en un festival en el Ganzábal, en Langreo. Les gustamos mucho y cuando volvieron a Madrid se lo contaron al productor de Chapa Discos, “Mariscal” Romero, y éste nos llamó a entrevista, le llevamos unas cintas y acordamos fecha para la grabación. Se portaron muy bien con nosotros: pusieron a nuestra disposición piano de cola, Hammond, sintetizador ARP, Mellotrón… todo de lujo. Rebasamos el número de horas de grabación previsto, nos concedieron una extensión y nosotros pedíamos más y más, porque se nos empezaron a ocurrir ideas en el estudio, y venga… Hicimos arreglos sobre la marcha para algunos temas. Exceptuando algunas notas vocales que nos quedaron un pelín desafinadas, el disco está vigente a día de hoy.

El último concierto de Crack fue aquel “famoso” festival de las 6 horas de rock de Avilés? (con La Banda Trapera, Grisú, Aviador Dro y Paraíso, en marzo de 1980).

Sí, fue ese. Vaya día… llevábamos meses trabajando duro la vuelta del grupo con dos nuevos componentes que eran de Pucela… y ¡pufff! después de que se estropease nuestro equipo hubo que tocar con el que traía La Banda Trapera, un lío para adaptarse. Luego nos robaron tres micrófonos y al final de la noche nos enteramos todos los grupos de que los organizadores se habían pirado con la recaudación y no pagaron a nadie. Después, cuando llegamos pasada la medianoche al Palacio de Las Clotas en Contrueces, donde ensayábamos, nos encontramos que había caído un árbol en el camino impidiendo que pudiera pasar la furgoneta. Tuvimos que cargar los trastos a “puro güevo”, incluidos los bafles que pesaban como demonios, por una entrada alternativa que estaba toda llena de barro… ¡Je, je, je! Hoy me da la risa pero llegamos a pensar que había una maldición acechándonos. Aquello supuso que los de Valladolid se piraran y no volvieran. Ahí acabó Crack.

El disco ha conocido varias reediciones en Oriente de las que se dice que se publicaron sin solicitar derechos de edición. ¿Es cierto?

Sí, en Japón hicieron dos ediciones. Y en Corea del Sur, se puede comprar aún hoy por Internet en la Si-Wan Records. Hemos pedido a la SGAE que haga algo para ver qué pasa con los derechos, pero ni saben ni han hecho nada.

Con su reincorporación a la actual etapa de Los Linces ¿se cierra un círculo de vuelta a los orígenes?

Bueno, Los Linces me llamaron tiempo atrás para reingresar en la banda, pero no era viable. En su concierto de 50 aniversario en el Teatro Palacio Valdés colaboré al violonchelo, y el año pasado me reincorporé tocando los teclados. Me vino muy bien como repaso y además el reencuentro con antiguos colegas tiene muchas cosas positivas. Ahora he pasado a una situación de reserva con ellos, para echarles una mano en ocasiones especiales, porque no puedo estar de continuo. Mi función de director artístico en la Orquesta Céltica Asturiana y mi dedicación a los instrumentos y la música antigua y medieval me exige ahora cada vez más tiempo. También estoy escribiendo una opera rock, y eso lleva mucha dedicación.

Celtes, Bueno y un escalón

Nos ochenta Gustavo Bueno dicía qu’aquello de «bable nes escueles» yera como poner la gaita nuna orquesta sinfónica…

En música, Bueno nun yera tan lúcidu como en política, antes y depués de la democracia. Yá va tiempu que se ficieron poemes sinfónicos y obres orquestales cola gaita como solista. L’amor pola llingua tampoco nun fue’l so puntu más sólidu: ye mui difícil ser filósofu de cátedra y siguir siéndolo n’esencia. Al so favor: de la que yo estudiaba Derechu fui a un recital del grupu “Vox Pópuli” na Facultá de Filosofía. Fue nel pasillu, petáu de xente, y a la mitá entraron los grises a por ellos y armóse un espolín curiosu. Pero Gustavo Bueno llevó a los artistes al so despachu y así pudieron furar pela ventana ensin que los garraren.

Al filu d’esto ¿tovía remanez la polémica de que’l celtismu ye una impostura y que la cultura celta, como tala, nun existe?

Yo téngolo resuelto hai munchu tiempu con dos argumentos. Ún sutil: cada ún, que sepa qué ye lo que resuena en so sangre; la mía ye imposible que suene más celta. L’otru, de sólidu ye pétreu: la Estela de Duesos, en Caravia, la piedra con llazos célticos grabaos más antigua d’Asturies. Tá nuna caxina de cristal a la vera de la ilesia, pero atopáronla faciendo d’escalón na sacristía p’afitar nella el pie y poder entrar. Mui significativo del tratamientu que se-y da al arte y la cultura céltica por estamentos poco sensibles. Ye lo qu’hai.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 47, NOVIEMBRE DE 2016

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