Última entrega del amplio reportaje publicado en el número de julio de ATLÁNTICA XXII. Esta tercera parte va dedicada al Caso de Yolanda Álvarez.

Yolanda Álvarez durante las elecciones de Irak de 2010.
Elena Plaza / Periodista
“Cuando nadie se queja de ti, ponte a temblar, porque hay una parte que no estás contando”, apunta Paqui González haciendo referencia al buen periodismo. Y precisamente lo contrario es lo que le pasó a la corresponsal en Palestina, Yolanda Álvarez, donde trabajaba con información “muy delicada, y lo hago con todo el rigor del que soy capaz”.
Este rigor no era del agrado del Estado israelí, quien presionó a través de su embajada en España para que la destituyeran. Y lo consiguió, aunque “para que no fuera tan evidente esperaron a que se me acabara el contrato” (las corresponsalías se renuevan anualmente hasta un tope de cinco años, ella llevaba cuatro).
Mientras tanto le dejaron de comprar sus crónicas, invisibilizándola a ella y a su trabajo. “Estoy segura de que molestaba tanto a Israel como a Hamas, pero estos no tenían el mismo poder y capacidad que los primeros”.
La destitución llegó a la vez que el mayor reconocimiento de su trabajo, como el Premio a la Libertad de Expresión, concedido por los periodistas valencianos, al que hay que sumar otros como el Colegio de la Abogacía Española y un montón de seguidores en su cuenta de Twitter.
Pero primero sufrió el descrédito, acusándola de activista propalestina, como hizo la portavoza de la Embajada israelí, a la que contestó “yo soy periodista a pesar de tu activismo”. “Si hubiera dicho mentira, Israel me habría echado como hizo con una agencia turca, pero como no podían porque era verdad, después de desacreditar presionaron diplomáticamente.
RTVE en lugar de pedir que no se hicieran esas valoraciones tardó hasta la media noche para decir que apoyaba mi trabajo”, recuerda. Aún así la obligaron a salir de Gaza alegando razones de seguridad, directrices que sólo se dieron a los medios españoles, no así a los extranjeros. “Sólo conozco dos casos donde el Gobierno presiona a los medios, los atentados del 11M y éste”.
Finalmente no le renovaron y la recolocaron en ‘En portada’, “donde hago periodismo sin manipulación pero con mucha menos visibilidad”. Ese y otros espacios son un ejemplo de cómo se desaprovechan recursos y se utilizan de excusa para externalizar y desmantelar RTVE, ya que se trata de programas de producción propia con un horario imposible que baja los niveles de audiencia, justificando las malas cuotas de pantalla.
“La calidad de nuestra democracia depende mucho de la independencia de la información”, sentencia Yolanda Álvarez.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 57, JULIO DE 2018
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