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Atlántica XXII

Winter is coming

Afondando

Winter is coming

La crisis la aumentado la pobreza y las desigualdades. Un indigente pide limosna frente a unos bancos. Foto / Mario Rojas.

Pablo Álvarez Fernández

El invierno se acerca a nuestro reino y un ejército de caminantes blancos se prepara para recibirlo. Muert@s vivientes intentando sobrevivir, qué paradoja, más allá de nuestros confortables muros.

Están ahí, invisibles a nuestros ojos, no porque no existan sino porque nos aterra verl@s. Evitamos mirarl@s a la cara porque hacerlo nos provoca miedo. Quizá porque nos recuerdan que la vida es un casino en el que la banca siempre gana y el azar nunca sonríe a quien de veras lo necesita. Quizá porque sabemos que hoy son ell@s pero mañana podríamos ser nosotr@s.

Armad@s con mantas, cartones y tetra bricks de vino, combaten el desprecio de una sociedad que les ha condenado a vagar en el frío, a pelear por un hueco en un cajero, a luchar por un soportal.

Detrás de cada un@ se esconde un fracaso, una pérdida, cien caídas, mil derrotas. Han perdido todo lo que se puede perder: el empleo, la casa, la familia, incluso hasta la cabeza. Después la incomprensión y los prejuicios hicieron el resto. Habrá quien te diga que si están en el fango es porque se lo merecen, porque se lo han buscado. Yo te aseguro que mienten. ¿Por qué lo se? Porque observo, porque empatizo, porque hablo con ell@s, porque conozco sus historias. Historias como la tuya, como la mía, vidas que fueron arrasadas por un vendaval de desgracia y mala fortuna.

Muert@s vivientes intentando sobrevivir, que paradoja, más allá de nuestros confortables muros.

Historias de despidos, de desahucios, de depresiones, de abandono, de violencia.

Las calles están llenas de gente con un talento inversamente proporcional a su suerte. Mientras las instituciones están copadas por l@s asesin@s de la meritocracia, por l@s parásit@s del sistema, en las esquinas agonizan hombres y mujeres capaces de interpretar a Tchaikovsky, recitar de memoria a Baudelaire, traducir a Cervantes a treinta lenguas distintas o simplemente reparar un coche o encofrar un suelo sin siquiera tener que abrir los ojos. Gente que, agotada de tanto infortunio un día se rindió. O puede que no, puede que aún sigan luchando entre cartón y periódicos.

Solo lo sabremos tendiéndoles la mano, recordando que el corazón de nuestras ciudades late con los fracasos de quienes las habitamos.

El invierno se acerca y solo el calor humano puede salvarnos.

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