Cultures
Marcello Fois: «Europa favorece que haya un gobierno racista en Italia»

Marcello Fois en su visita a Asturias en junio. / Foto: María Bringas
Texto publicado en el número 57 (julio de 2018)
Invirtió en ella once años y la considera la obra fundamental de su carrera como escritor. Con la trilogía de los Chironi, Marcello Fois (Nuoro, 1960) recorre un siglo largo de historia en la isla de Cerdeña y en la península de Italia a través de los avatares de una estirpe familiar zarandeada por el destino y por los acontecimientos sociopolíticos. El narrador, dramaturgo y guionista visitó Asturias, donde se llevó a cabo la presentación nacional del último título de la trilogía, Luz perfecta , que se une a Estirpe y a El tiempo de en medio , publicados por la editorial gijonesa Hoja de Lata. Esta entrevista se la hizo para Atlántica XXII su traductor al español, el periodista asturiano Francisco Álvarez.
Texto: Francisco Álvarez / Fotos: María Bringas
-Decía Virginia Woolf que cada secreto y cada experiencia de la vida de un escritor se ve reflejado en sus obras. ¿Cuántos de sus secretos y experiencias personales ha proyectado en la trilogía de los Chironi?
-Muchos, aunque sin pretenderlo, porque las cosas no suceden de una forma lineal. Yo soy un escritor de los que piensan que tienen capacidad de prever la mayor parte de las cosas, pero luego leo lo que he escrito y descubro que mi escritura ha desvelado muchas más cosas de las que yo quisiera, esa es la verdad. Y probablemente secretos que, en algún caso, ni siquiera yo sabía que tenía.
-Esta trilogía es, en cierto modo, una historia circular que empieza por el final y en la que el final nos devuelve al inicio. ¿Ideó usted el desarrollo de las tres novelas antes de comenzar a escribir el primer volumen?
-Sí, completamente, trabajo con ese método. Razono a largo plazo sobre lo que quiero hacer. No tomo apuntes previos, no hago labores exploratorias, pero cuando me siento preparado comienzo a escribir. Empecé a escribir la trilogía cuando tuve la seguridad de que podría manejarla, cuando ya había decidido el inicio y el final, y ya contaba con un elenco de personajes capaces de desenvolverse por sí mismos. Porque dejo que mis personajes hagan lo que deban hacer de un modo natural, trato de intervenir lo menos posible y luego espero a ver qué me dicen. A veces mis personajes se oponen a ciertas cosas que yo quiero que hagan.
-¿Y en esos casos quién tiene la última palabra, el personaje o el autor?
-El personaje, porque me dice: «Mira, Marcello, tú me has concebido de este modo, así que no puedes pretender que haga tal cosa». De modo que, a no ser que yo lo fuerce, el que se impone es él. Si mis personajes me hablan de esa forma estoy tranquilo, porque quiere decir que lo harán también con el lector. Es más, tiendo a buscar ese tipo de personajes, y si encuentro personajes que son menos habladores y menos interesantes desde ese punto de vista me los replanteo o incluso los elimino.
-Estas tres novelas son también un recorrido por la historia de Italia del siglo pasado: las dos guerras mundiales, la posguerra, los ‘años de plomo’ del terrorismo… La historia se convierte en un protagonista, tal vez incluso en el principal protagonista.
-Precisamente eso es lo que creo que he aprendido leyendo a los clásicos: que los protagonistas de tu historia no son necesariamente las personas que intervienen en ella, sino también los lugares en los que intervienen y los sucesos que envuelven y cambian sus vidas. En el fondo, el tema fundamental de estas tres novelas es cómo la gran historia puede provocar mutaciones en la pequeña historia, cómo un núcleo diminuto puede relacionarse con una historia enorme, con la historia de la humanidad. Los Chironi forman parte de una periferia que se ve invadida por la gran historia y lo que he narrado es su reacción frente a esta invasión.
-Ya que habla de la forma de relacionarse de la pequeña historia con la gran historia, ¿cómo han sido históricamente las relaciones entre Cerdeña e Italia?
-La vinculación de Cerdeña con la nación italiana se remonta a una época más bien reciente. La isla fue anexionada por Italia sin que el estado italiano se preocupara ni siquiera de pedir permiso. Antes de ser italianos, los sardos fuimos españoles durante cuatro siglos y hay que decir que la relación entre la madre patria italiana y Cerdeña no ha sido tampoco lineal. En la práctica, los sardos se dieron cuenta de que eran italianos cuando entraron en escena los impuestos, las fuerzas de policía…
-Usted creció en la Cerdeña de las llamadas Anonima Sequestri o Anonima Sarda, bandas delictivas que perpetraban secuestros, robos y crímenes. ¿Cómo se podría explicar ese fenómeno?
-La primera fase del fenómeno de bandidaje que vivió Cerdeña fue una especie de reacción a eso que acabo de comentar, fue la respuesta a un ordenamiento nuevo que se imponía a otro ordenamiento ya existente. Las Anonima Sequestri son de una segunda fase, cuando Cerdeña ya pertenecía al Estado italiano e incluso había contribuido a crear ese Estado, porque fueron sardos los que combatieron en la Primera Guerra Mundial, por ejemplo. Con el ‘boom’ económico, cuando Italia entró en el estado de bienestar, a los sardos nos dejaron completamente abandonados. Las Anonima Sequestri eran una forma contemporánea de bandidaje, también para mostrar el malestar frente a ese Estado. Se trató de un periodo breve, en comparación con la historia de la nación, porque duró veinte años, pero fue importante. Se enmarca en la relación entre una nación que se estaba haciendo muy rica y una porción pobre de esa nación. Afectó a una parte de mi infancia y me hizo ver que existe un antagonismo sobre el cual en ocasiones es difícil razonar. Hoy en día las Anonima Sequestri no tendrían razón de ser, porque Italia sufre una crisis generalizada y Cerdeña, curiosamente, parece ahora la más sensata de las regiones italianas.
-¿Tan grande ha sido el giro de la historia?
-La historia no es una cadena, no es una cuerda recta. Es una espiral, como el ADN, se retuerce hasta tal punto que cosas muy lejanas de repente se sitúan muy cerca y cosas muy cercanas de pronto se hallan a años luz de distancia. Yo pienso que ese es el motivo por el cual a menudo las transformaciones resultan incomprensibles para nosotros, aunque en el fondo sean siempre las mismas, porque no mutan con el paso del tiempo.
LA LITERATURA DE LAS ISLAS
-Cerdeña y Sicilia son territorios abonados para la mejor literatura. ¿Qué tienen las dos grandes islas italianas para haber generado tan buenas plumas en el último siglo?
-Las islas son lugares donde los fenómenos se concentran, en lugar de diluirse. Por eso los autores sardos, en especial, hemos ido trabajando a lo largo del tiempo y muy lentamente, desde la distancia, desde la concentración. El proceso al que asistimos ahora se fue gestando lentamente, yo diría que a partir de Grazia Deledda y de su Premio Nobel de Literatura en 1926. Cerdeña cuenta con una literatura importante, pero conseguirla nos ha llevado casi un siglo. Los fenómenos literarios no adquieren importancia por azar, sino porque se desarrollan con una sedimentación y una lentitud determinadas. Y nuestra visibilidad literaria actual es el resultado de un montón de trabajo invisible que otros comenzaron antes que nosotros.
-Usted conoce bien el teatro de Federico García Lorca, ha hecho incluso una adaptación de Bodas de sangre al dialecto de Nuoro. ¿De dónde le viene esa pasión por el autor granadino?
-Me viene de la infancia. Mi primer contacto literario con Lorca se remonta a cuando tenía nueve o diez años y me regalaron por mi cumpleaños una antología poética de Lorca. En casa todos querían que yo fuera médico, pero el caso es que me regalaban libros de poesía, me daban indicaciones contradictorias… Mi primera gran pasión poética fue Lorca y esa pasión se mantuvo en el tiempo. En aquella misma época me apasionaba también Oscar Wilde, por ejemplo, pero hoy en día a Wilde no soy capaz de leerlo y sin embargo la obra de Lorca sigue siendo extraordinaria para mí.
-¿Qué acogida tuvo Bodas de sangre en sardo?
-Traduje Bodas de sangre al nuorés para un proyecto teatral y tuvo un éxito enorme en la temporada de teatro. Los italianos no notaron la diferencia, porque he de decir que la traducción al italiano de Bodas de sangre era bastante mala, demasiado enfática, debido a que hubo una época en la que los traductores italianos confundían a Lorca con Brecht. Brecht era pomposo, pero Lorca es seco como autor teatral. Es un autor sentimental, aunque no romántico.
Los traductores italianos confundían a Lorca con Brecht
-Nació usted en Cerdeña, pero lleva ya casi media vida residiendo en Bolonia, desde que inició la universidad. ¿Qué encuentra de especial en esa ciudad?
-Los afectos que allí tengo, la comodidad y el hecho de que es muy céntrica y eso me permite viajar con tranquilidad, aunque no por ello dejo de sufrir esa melancolía de la insularidad. Con frecuencia siento la necesidad de coger un avión y regresar a Cerdeña para recuperar esa especie de estatus. Aunque lo cierto es que yo no he cultivado la nostalgia porque no he tenido esa necesidad, voy y vengo de manera regular, paso largos periodos en la isla, en ocasiones escribo allí… Puedo decir que soy ciudadano de los aviones, básicamente.
-Organiza cada año, en julio, el certamen literario La Isla de las Historias en Gavoi, un pueblo sardo de menos de tres mil habitantes. ¿Qué importancia tiene esa cita?
-L’Isola delle Storie se ha convertido en un evento muy importante, estamos alcanzando cifras increíbles de participación, con cerca de 40.000 personas el verano pasado. Se organiza en el centro de la Cerdeña, fuera del circuito turístico y balneario. Es una propuesta ambiciosa, de carácter internacional, y por allí ya han pasado escritores como el estadounidense Paul Auster, el Nobel chino Mo Yan, el chileno Antonio Skármeta o los españoles Ildefonso Falcones, Clara Sánchez, Alicia Giménez o Lucía Etxebarria, además de los principales autores italianos.
LOS OÍDOS SORDOS DE EUROPA
-¿Le preocupa la deriva xenófoba del nuevo Gobierno italiano, sostenido por la Liga Norte y por Cinco Estrellas?
-Me preocupa. Y también el hecho de que con gobiernos aparentemente más inocuos la comunidad internacional no se hiciera cargo de nuestros problemas. Es absurda y contraproducente esa actitud, la comunidad internacional no ha comprendido que con ella favorece a los gobiernos reaccionarios de centro derecha. Europa no responde a los llamamientos de los gobiernos progresistas y luego, sin embargo, reacciona a las acciones tremendas de los gobiernos reaccionarios. No puede ser que Europa despierte de golpe y nos diga a los italianos «Eh, tenéis un Gobierno racista» después de que un Gobierno no racista, progresista, hiciera llamamientos para que no nos abandonaran en el tema de los refugiados. Al final, paradójicamente, va calando en la opinión pública que los que tienen razón son los gobiernos reaccionarios que alzan la voz y que bloquean los barcos de refugiados.
-¿Qué opina sobre la negativa del Gobierno italiano a dejar que el ‘Aquarius’ tocara puerto en su país?
-Desde mi punto de vista, frente a las situaciones de emergencia humanitaria no cabe discusión alguna. A la gente hay que salvarla y luego ya se discute lo que haya que discutir. Dicho esto, insisto en que en Italia hubo gobiernos progresistas que imploraron a Europa que nos ayudara y Europa hizo oídos sordos, esa es la realidad. La actitud de Europa favorece que haya gobiernos reaccionarios en Hungría o en Polonia, y que haya un Gobierno racista en Italia.
-¿Estamos ante una Europa cada vez más diluida políticamente?
-Estamos ante una Europa cada vez más ciega en ciertos aspectos, una Europa menos interesada en los derechos humanos que en la economía. El problema de los refugiados pasa a ser un problema común sólo cuando se convierte en un problema económico. Si es un problema humanitario, entonces se considera únicamente un problema de Italia, de España o de Malta. No puede funcionar esta forma de gestión.
-¿Comparte las críticas del presidente francés, Emmanuel Macron, al Ejecutivo italiano por su actitud en el caso del ‘Aquarius’?
-Macron ha criticado justamente al Gobierno italiano, pero antes de eso él cerró a los refugiados Ventimiglia, el paso fronterizo entre Italia y Francia. Así que mejor haría en estar callado y echarnos una mano
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