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Savia nueva para los pueblos asturianos
Ni hippies ni colonos: los neopaisanos dibujan ya otra Asturias rural, alejada de los tópicos de postal
Artículo publicado en el número 58 (septiembre de 2018)
Texto y fotos: Elena Plaza / @Elena_PlazaD
Amiga de etiquetar, la sociedad asturiana ha encontrado el término de neopaisanas para referirse a las personas que cambian lo urbano por lo rural, procedan o no de él. Nuevas identidades que repueblan concejos envejecidos en riesgo de extinción. Llegan y se instalan. Hay quienes duran, los hay que no. ¿Las razones? Según los observadores no son económicas, sino de adaptación. Instalarse en lo rural es una filosofía de vida, un acto de rebeldía, un proyecto vital y laboral.
Si algo podría definir al neopaisanismo es que hablamos de un xeito de vida más allá de paisajes verdes y bucólicos: hay que venir y asentarse, adaptarse a los ritmos, observar y no juzgar, aportar y, sobre todo, buscar la convivencia y no la colonización con experiencias y saberes de otros lugares que poco o nada se ajustan al destino elegido. Porque no hay fórmulas mágicas que funcionen en todas partes, sino que hay que tener en cuenta las diferencias de los territorios y caleyarlos. Por eso no vale el centrocentrismo dibujado desde los despachos de Oviedo, desde los que se ha hecho una labor fina y concienzuda para vender lo urbano como lo bueno, lo deseable, que ha conseguido el desapego de lo rural, un mundo que ahora necesita echar mano de nuevas gentes para sobrevivir.
Según el Instituto Nacional de Estadística la región ha perdido en tres décadas casi 100.000 habitantes: del 1,095 millones en 1990 se ha pasado a los 1,027 millones en 2018. El 80% de la población se concentra en la zona central (el 55% entre Oviedo, Gijón y Avilés), dejando unas alas cada vez más vacías, sobre todo la occidental y los concejos rurales del interior, donde las actividades económicas principales son las agroganaderas y turísticas. Un tercio de la población rural supera los 65 años, cuando la media regional es del 24%, un dato que no sorprende tanto cuando sabemos que la media de edad de Asturias se sitúa en los 48 años, frente a los 43 del resto del Estado.
Fruto de los estereotipos de los medios de comunicación e incluso de los promovidos por administraciones, el campo ha sido presentado como el lugar donde muchos querrían vivir, con sus vacas y sus verdes y sus montañas y sus playas, pero por el que pocos se deciden por las supuestas ventajas que ofrece lo urbano: trabajo, vivienda, comunicaciones, ocio… La realidad es muy diferente: los inviernos son más o menos duros según la zona, el aislamiento es un hecho, el pescadero viene un día a la semana y tus vecinos dejaron atrás la juventud hace unas cuantas primaveras. Concejos envejecidos que reciben nueva savia, aunque no entiendan esas otras maneras de vida que llegan, pero que suelen respetar siempre que a ellos se les respete. Lugares donde la creatividad es un plus a la hora de crear un proyecto laboral.
UN PROYECTO DE VIDA
«Se habla mucho de la reconversión de las comarcas mineras, pero no se habla de la reconversión del campo asturiano. Fue brutal». Así de categórica se muestra Nedi Mallada, gran conocedora de los occidentes astures, «porque no hay uno solo», gracias a la experiencia que da el caleyar (andar por caleyas, caminos) y generar relaciones sobre el territorio. Ovetense de nacimiento, se afincó definitivamente en el 91 en la comarca occidental y desde ahí no ha parado de trabajar codo con codo con los paisanos y paisanas de la zona, aprendiendo fala, una herramienta muy importante a la hora de integrarse. Llegó antes de las etiquetas y no se identifica con ellas: su relación con el campo viene desde pequeña, de pasar fines de semana al ganado, la hierba seca y lo que se terciara. «El mundo rural forma parte de mi vida desde siempre. Siempre supe que quería vivir aquí».
Economista de formación, abrió la Agencia Local de Desarrollo de Navia en 1991, trabajó como técnica en los Leader I y II Oscos-Eo, fue técnica comunitaria Equal, mentora y directora de diferentes propuestas siempre ligadas al empleo y la formación y un largo etcétera curricular. Los Leader, junto con los ya desaparecidos Proder, son, fundamentalmente, programas subvencionados por la Unión Europea para impulsar los territorios rurales. En estos dos primeros Leader coincidió en un grupo multidisciplinar en el que se encontraba Félix Gordillo, arquitecto oriundo de Zafra (Badajoz), recriado en Barcelona e instalado en Luarca en los primeros años 80 gracias a un estudio de mercado que indicaba que Asturias era una de esas zonas deficitarias en infraestructuras, un buen lugar vinculado a políticas de futuro. Aún así conservó su trabajo en Barcelona y su billete de ida y vuelta durante dos años por si la cosa no cuajaba. Y cuajó.
Ambos llegaron cuando las comunicaciones eran sólo una de las carencias de las que adolecía el occidente. Un hándicap visto desde la perspectiva actual pero que preservó un territorio hoy casi virgen y que constituye un potencial para los que buscan lo auténtico. El trabajo a pie de campo que ambos realizaron les ha dado un conocimiento de los territorios muy importante, por eso para Nedi las políticas para el mundo rural deben hacerse desde lo rural y habla de la necesidad de apostar por los «intangibles», lo que no se ve pero que se percibe. Todas aquellas cosas que moldean el carácter y construyen identidad, pero que se convierten en vergonzantes por políticas que presentan «lo urbano como lo deseable, lo bueno», en lo que coinciden María Torres y Juan Carlos Díez. Llegaron hace 28 años desde Madrid con una hija de un año. Ella valenciana, él cuenta con ascendencia de Cangas del Narcea.
En un primer momento se asentaron en Illano, sus hijas afirman haber sido «las niñas más felices del mundo» en su Colegio Rural Agrupado para luego trasladarse al concejo de Boal para estudiar la Secundaria. Entonces apareció aquella casa orientada al sur y con unas preciosas vistas al valle en Prelo. Y se convirtió en su hogar y su lugar de trabajo. «Lo nuestro no es un negocio, sino un proyecto de vida», afirman. Tampoco se perciben como neorrurales, pero son conscientes del desarraigo potenciado desde lo urbano, también a través del uso de la fala, «la diferencia entre hablar bien –castellano– y mal –asturiano o gallego-asturiano–». Recuerdan orgullosos el gran movimiento que hubo en la zona para que no cerraran el Instituto de Boal: «Esa idea de que la educación tiene que ser rentable… A nosotros el tener hijas nos asentó para quedar aquí».
Nedi, en cambio, tuvo claro que no iba a casarse ni tener hijos. Todo un reto en la sociedad actual, por muy moderna que se diga, y más en el mundo rural. Por su parte Manu Galán e Inés Zamanillo, tras dejar la cooperación en Tanzania, llegaron con su hijo buscando un entorno de paz, el contacto con el medio e incidir en el territorio. Algo que encontraron en Somiedo tras una parada en Oviedo, que no les convenció. Aquí se hicieron cargo del hotel familiar, el Álvaro Flórez Estrada, casa natal del político ilustrado del que Manu es descendiente. Él y su mujer, cántabra de origen, se hicieron cargo de la Casona en 2012, al jubilarse la madre. Lo que era un simple alojamiento fue dotado de un contenido que se asienta en tres patas.
La primera, la salud, aprovechando que Inés es médica (además hace telemedicina y guardias en una clínica de Gijón). Los derechos de los niños y niñas es la segunda, divulgándolos a través de actividades en la escuela de Pola, Belmonte y en otros centros en los que inciden en la formación en derechos humanos desde su conocimiento práctico como cooperantes. Un vínculo que mantienen a través de Matumaini, la ONG que crearon y que lleva años siendo dirigida por personas tanzanas. La tercera pata es la difusión de la figura del ilustrado asturiano Flórez Estrada. Al mismo tiempo ofrecen una atractiva oferta cultural para todos los públicos fuera de los circuitos comerciales, como el Festival de Narración Oral. Otra forma de posicionarse y estar en el territorio.
Ahora completan la familia junto a Lucas, que ya tiene 10 años, Maia, de siete, y Helio de año y medio. Manu lidera la Asociación de Madres y Padres del Alumnado (AMPA) y afirman que han visto pasar a muchas parejas atraídas por las montañas somedanas, pero pocos proyectos de familia. Perciben el desmantelamiento de lo rural, su pérdida de diversidad, identidad e historia, así como cierto desafecto por el entorno, generando a su juicio una dependen cia de lo público y echando de menos un ambiente más cooperativo. Se conciben como agentes activos que contribuyen al medio rural con un proyecto que ocupa un espacio que han dejado vacío las instituciones. Y señalan, con tristeza, la situación del patrimonio y de todo el bien inmaterial, como las tradiciones y las relaciones intergeneracionales.
Necesitamos tecnologías de alta capacidad que permitan al mundo rural ser competencia de las ciudades
El aislamiento social también supone un choque cultural porque se vive dentro de las casas, recuerda la valenciana María Torres, pero ahora está acostumbrada a tomar el café con su vecina de 76 años. Asegura que fueron bien acogidos también porque «respetas las tradiciones más que los propios nietos», algo que se convierte en un obstáculo para los que vienen sin respetar y sin abandonar el vínculo con el origen: «Son los que vienen y se van». Y no creen que las razones del abandono sean económicas sobremanera, sino por la falta de adaptación al medio al llegar con «ideas muy estereotipadas».
Félix Gordillo considera necesaria la repoblación y se refiere a las gentes nativas como acogedoras: «Les gusta que vengan a su tierra, pero siempre dentro de unos parámetros, que no les afecte». Tiene claro que las nuevas tecnologías «de alta capacidad que permitan al mundo rural ser competencia de las ciudades y que les asegure su trabajo» es una de las demandas de los nuevos, y viejos, habitantes.
EMPRENDER EN LO RURAL
Gracias a su trayectoria como técnica de proyectos y después de haber visto desfilar a tantas personas emprendedoras, nativas o foriatas, Nedi Mallada señala que «antes, hay que plantearse una serie de preguntas: ¿cómo llego a un sitio?, ¿sé dónde voy?, ¿sé lo que quiero? Y todo esto tiene mucho que ver con los procesos personales de cambio, que se ven perfectamente a la hora de montar un empresa y desarrollarla. No vale con cambiar el decorado, si no haces un cambio interno, todo va a seguir igual».
De este aspecto también son conscientes Celia Cervero y Cristina Martínez. Juntas han pergeñado un interesante proyecto, Educa&Cine, en el que prima el desarrollo intelectual y creativo en torno al cine artesanal, impartiendo extraescolares en los centros educativos de la zona de Llanes y en un campamento de verano en una casona en Posada La Vieja, para el que hay lista de espera. Celia trabajaba como montadora de cine en Madrid con primeras figuras. Natural de Oviedo, con la precarización del sector audiovisual y el agotamiento provocado por jornadas laborales cada vez más largas, volvió al lugar de su infancia, Posada de Llanes, buscando cómo reinventarse con otro ritmo de vida. A Cristina, después de diez años como interina en la educación pública murciana, se le frustraron las oportunidades tras los cambios burocráticos en la organización de listas de magisterio, por lo que decidió que había llegado el momento de vivir en el sitio que le gustaba. Ambas saben de la importancia de darse a conocer poco a poco porque «aquí se busca un servicio y la cara que hay detrás. Necesitan el contacto, y en la ciudad no», señala Cris.
Irene Villar salió del concejo de Santa Eulalia de Oscos para estudiar peluquería en Ribadeo. Después de unos cuantos años y ciudades en su vida, aprovechando un despido, una subvención del Leader I, «el más interesante», y dos años de formación en telar moderno y tradicional, regresó para montar su hogar y sus negocios en la casa familiar, reformada con aquella subvención. No tuvo ningún problema cuando volvió a asentarse, pero reconoce que hay quienes no aguantan los duros inviernos o el carácter de sus gentes, aunque afirma que «aquí ayuda todo el mundo». «Yo creo que les gusta que venga gente porque la población está muy envejecida. Y los que vienen son respetuosos y tranquilos. Igual no es muy habitual la forma de vida de los que llegan, pero se respeta, aunque no sé si se comprende. Los que vienen se integran», relata. Comenta que la zona está muy cambiada gracias a los alojamientos, pero también al importante grupo de familias llegadas de fuera asentadas en el concejo con una prole que supone más o menos la mitad del alumnado del colegio.
Cuando pidió el Leader no vieron con buenos ojos su idea de montar un telar y una peluquería, aunque ella afirma que «todo es cuestión de peines». Además era la única peluquería en todo el concejo. Pero tenía miedo de no poder vivir de una de las dos cosas, así que mejor unir habilidades porque, afirma, «la diversificación es fundamental en estas zonas». Quizás le podría haber ido mejor si hubiera seguido con las ferias, impartido formación o vendido para tiendas, pero quiere que su producción se venda en su propio local y que sea la gente la que se acerque hasta Santalla «porque esto es diferente. La gente tiene que ir a un sitio, ver su artesanía y apreciar la exclusividad. Pasan meses sin que entre nadie en la tienda. Pero también te encuentras gente que vino hace años y repite». Y ha conseguido ser autosuficiente gracias a sus dos trabajos sin pedir más ayudas.
Celia y Cris también diversifican. La primera sigue con sus proyectos audiovisuales y programando eventos culturales en la zona, y Cris da clases de apoyo a estudiantes de la zona y sesiones de shiatsu, una técnica de medicina japonesa. Las extraescolares las imparten juntas, lo que las limita a la hora de alcanzar más público, pero es así como quieren hacerlo, ofreciendo calidad. Éste es su estándar y su seña de identidad. Saben que «hay que echar inventiva», sobre todo en una zona eminentemente estacional: «Los políticos tienen que ponerse las pilas, que hay más que dos meses vacacionales», destaca la ovetense.
María se dedica al diseño floral con flor seca bajo la marca Verdenaz y Juan Carlos es ebanista e imparte formación de talla en varios concejos del entorno. Reconocen la gran ventaja que supone Internet, en lo que las administraciones deberían invertir. Y les parece que repetir fórmula tras fórmula sin adaptarla al entorno no funciona a la hora de incentivar el autoempleo. Solicitaron un Proder para ampliar el negocio y dicen que viene bien económicamente a mucha gente, pero «te condiciona mucho porque tu idea se te va de las manos. Te animan a ir más allá de lo que tú te habías planteado, a crecer tu negocio quizás por encima de tus posibilidades o de lo que tú quieres. Nuestra filosofía es ir poco a poco y lo que impera es el sentido capitalista del mercado. La gente del campo es más conservadora, no arriesga hasta que no lo tiene seguro con sus posibles». Juan Carlos afirma que trabaja para sí «porque no quiero asalariarme ni asalariar, pero la mayoría prefieren ser contratados, aunque sea un curro de mierda por la falsa seguridad. Te venden que todo está lejos y la mejor calidad de vida urbana. Y también hay un efecto llamada: la gente marcha porque otra gente marcha, aunque en verano les encanta volver».
Desde su estudio, Félix Gordillo ha apostado por implantar sistemas innovadores de arquitectura en la comarca, y desde Barcelona se trajo el primer plotter en una época en la que aún no habían llegado a Luarca estas tecnologías y llegar hasta aquí era «un verdadero sacrificio». Reconoce la importancia de las ayudas, pero también es consciente de que algunas se han convertido en un «nicho de vividores» que nada aportan a la economía local. Tampoco se identifica con el término neorrural, aunque sí lo acuña para un nuevo turismo más ligado a las emociones.
Hay que sumar habilidades porque la diversificación es fundamental en estas zonas
Todos coinciden en la importancia que ha tenido la mejora de comunicaciones como Internet, pero también el doble filo en la modernización de las carreteras, porque la gente se va, el profesorado o los profesionales sanitarios van y vienen y no se asientan en la zona, mientras el modelo de éxito que se sigue enseñando en las escuelas es el urbano. No creen que exista un interés real desde las administraciones por apostar por lo rural, pero estas personas han descubierto su propio paraíso, con un ritmo más acorde a sus emociones, a su xeito de vida. Son conscientes de que en lo rural las posibilidades económicas son otras, «pero las satisfacciones también. Yo conecto con esto y quiero estar aquí», afirma Celia. «Vivir en el campo es un acto de rebeldía», concluye Cris.
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